Akal, 2008
I.
Como lo indica la portada, el
presente trabajo acompaña al de Leskov. Me parece acertado que dos títulos en
clara referencia a sendas obras de Shakespeare fueran reunidos en un mismo
volumen; al menos, brindan versiones actualizadas, con neto sesgo local,
basadas en los dramas homónimos del gran bardo.
II.
Es habitual en Turguéniev que el
texto principal se introduzca después de una corta referencia; en este caso, una
reunión de amigos. El narrador, ahora crecido, fue testigo de la historia de
Martín Petróvich Járlov, un gigantón bonachón muy trabajador, vecino de su casa
paterna, quien alguna vez le salvó la vida a su madre y por ello era asiduo
visitante. Era viudo y con dos hijas. La mayor, Anna, se había casado con un
joven avaro y servil; la menor, Evamplia, iba camino de hacerlo, cuando un
sueño obró como señal de muerte para Járlov y decidió poner todos los bienes a
nombre de sus hijas. A partir del instante de su firma en la notaría, dejaría
de ser el señor de sus posesiones para convertirse en un simple habitante más
de la vieja casona donde había pasado toda su vida.
III.
En el primer tercio del relato, Turguéniev
realiza la semblanza del personaje y de su entorno familiar, así como del lazo
que lo une a la familia del narrador y a él personalmente. Luego, una vez
desencadenados los hechos que conducen a un creciente abandono y deterioro de
Járlov respecto de sí mismo y con sus hijas y yerno, usa a éstos como vehículos
de la pérdida del respeto a quien fuera el máximo proveedor de la familia; del
desdén de los jóvenes por quien envejece y se vuelve una carga para,
finalmente, ser víctima del maltrato y la expulsión.
IV.
Con una prosa directa, roles
protagónicos bien construidos y un puñado de personajes secundarios que
contribuyen a la consolidación narrativa, Turguéniev toma la posta del rey Lear,
con trasfondo ruso pero de igual destino trágico. Es que la confianza en creer
que los descendientes harán por uno todo lo que uno espera de ellos es más que
una quimera, acaso un imposible. No por nada hay un aforismo oral que advierte:
‘cría cuervos, y te sacarán los ojos’.
V.
La escena final, que oscila entre el
absurdo y lo grotesco, no deja de ser emotiva. Carga con toda la fuerza de la
ignominia y la humillación acumuladas a lo largo de años, para convertirse en
un ejercicio de liberación; una catarsis trágica pero emancipadora. Un libro
corto; casi, un relato largo, pero con la plena potencia del clásico
Turguéniev. Sus letras siempre serán una experiencia única.