I.
Centró mi atención el banner que acompaña a la portada. Había visto Mediterráneo, ese film romántico, con
guion de Enzo Monteleone, pero nunca sospeché que se basaba en un puñado de relatos. Para
mi fue todo un descubrimiento, razón por la cual decidí, primero, adquirir el
libro y, luego, encararlo. Una amiga lectora se propuso seguir mis pasos pero,
al poco, me avisó de su abandono. Es que no todas las obras están a la altura
de las expectativas, como tampoco la disposición anímica del lector está
preparada para afrontar determinadas temáticas.
II.
Es extraño que un pintor decida en un momento
de su vida acometer una narración –basada en la propia experiencia- durante la
ocupación italiana de algunas islas griegas en la última Gran Guerra. De hecho,
parece haber sido su única incursión en las letras –al menos, de la que ha
quedado registro- y a la que el mismo autor, una vez reincorporado a su vida
cotidiana, ha desestimado, regresando a su actividad natural. Más llamativo
resulta que una pléyade de colegas contemporáneos haya ponderado obra y autor,
como se expone en el capítulo final.
III.
Este volumen recoge algo más de
una docena de relatos que tienen como núcleo central la ocupación italiana de
algunas islas griegas en la II GM. La mayoría de ellos expone la situación de
los soldados italianos, rodeados de mujeres, niños y ancianos locales, con
quienes deben interactuar para que todos puedan sobrevivir en una realidad
bélica cuyo denominador común es la escasez. Y ese mar violáceo, diáfano y
profundo, es testigo de amores circunstanciales entre los invasores y las
habitantes locales, que se desvanecen con la misma rapidez con que han nacido
al calor de la necesidad de paliar la soledad.
IV.
Un alegre y despreocupado soldado, atravesando
un campo minado; una bellísima historia de amor con final trágico; el deterioro
de un enfermo terminal; la fantasmal llegada –y partida- de un velero; la vida
diaria en las islas, una visita a Atenas y distintas anécdotas del ámbito
castrense son narradas en primera persona por este particular testigo, en un
estilo directo y ameno, con cierta calidez y una buena dosis de melancolía, de
ese par de años que duró su experiencia.
V.
Entre líneas puede hallarse una
crítica velada a esa epopeya sin sentido, donde muchos de los protagonistas son
analfabetos, reclutados a la fuerza o sacados de calabozos para ser enviados a
una tierra parcialmente desolada, donde no manejan el idioma local y lo único
que anhelan es regresar a sus vidas ordinarias. En ese sentido, Biasion nos
lega una obra testimonial. Para tener en cuenta.