I.
Esta segunda novela que compone
el volumen, acaso la más representativa del mismo, se halla dividida en tres
capítulos, en los que el autor intenta abordar diversos temas. Al comienzo se
presenta Augusto Remo Erdosain, exclusivo protagonista, un supuesto inventor
venido a menos quien, para poder sostener su vida y la de su mujer, se
desenvuelve como cobrador de dinero para una empresa azucarera, a la que no
duda en desfalcar y, tras ser denunciado, acude a distintos personajes que
podrían facilitarle un salvataje.
II.
Así, nos internamos en el delirio de un puñado
de ¿soñadores?, ¿inadaptados?, ¿marginales?, como el Astrólogo y el Rufián
Melancólico -a quienes habrá que agregar al Mayor, al Buscador de Oro, al Farmacéutico
y su mujer (la Coja) y pocos más-, que compondrán una suerte de séquito del
absurdo: alcanzar a dominar a la sociedad a través de la ejecución de crímenes
y mentiras, destinadas a encolumnar tras de sí a quienes esperan una revolución
social o a aquellos que necesiten creer en un líder salvador, al haber perdido
la fe en Dios.
III.
Si en el primer capítulo los
lectores ingresan en un verdadero tratado sobre la angustia existencial que
padece Erdosain, sometido a las humillaciones infligidas por su esposa y
supuestos amigos, -que lo empujan hacia el Astrólogo, un nihilista-, en el
segundo se asiste a un debate filosófico – político, algo visionario respecto
del contexto histórico en el que fue escrito (en 1929). Finalmente, todo se
resuelve en una farsa para obtener dinero que propicie la creación de una
sociedad clandestina que intente materializar aquellos ilusorios objetivos de dominio.
IV.
Destaco varios planos de la obra,
por los que la incluyo entre las grandes novelas argentinas. Primero, está la
composición psicológica del atormentado Erdosain, verdadero antihéroe del
texto, con su angustia a cuestas, cuya carencia de sentido de pertenencia
alguna a su medio social lo conduce a refugiarse en una fantasía tan mesiánica como
irreal. Luego, están los demás compañeros en su derrotero, tan atribulados como
él, buscando todos una vía de escape de una realidad que los oprime.
Finalmente, la acertada introducción de términos con origen en el lunfardo o en la jerga arrabalera, que
obligan a pensar en una construcción que combina equilibradamente lo erudito con
lo popular –como una obra de folletín-.
V.
En un estilo directo y frontal,
ambientada en una atmósfera oscura –propia de desposeídos-, con escenas y
diálogos que definen de manera precisa miradas y sentires de sus personajes,
Arlt ofrece una novela mayúscula, de neto corte urbano y marginal, que
sorprenden hasta al lector más avezado. De lectura más que obligada para
lectores locales, e interesante para el resto. Por suerte para los primeros,
tiene continuación en Los lanzallamas.
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