jueves, 17 de noviembre de 2011

Haciéndonos cargo de las despedidas. El buen dolor, Guillermo Saccomanno


Booket, 1999

           ¿Qué hace que una obra sea apreciada más que otras a la hora de galardonarla con un premio? Esa fue mi curiosidad y, al ver que ésta había obtenido el Premio Nacional de Novela en Argentina en el año 2000 –alentado además por la brevedad de su extensión-, me decidí a leerla.
            El libro se divide en tres partes, cada una compuesta de varios capítulos. En la primera, “Escribir”, un hombre rememora parte de su infancia, fundamentalmente su relación con su padre –un bohemio marxista-, la de éste con el entorno familiar –en el que destaca la férrea personalidad de la abuela materna- y donde se describe el barrio y las aspiraciones de cada personaje. La dicotomía entre lo que se es y lo que se desea ser, las oposiciones de ideas e interpretaciones y una muerte que se prolonga más allá de la resistencia de los cercanos, son el nervio conductor del relato.
            En “Cenizas”, el propietario de un hotel en un balneario –que se deduce Villa Gesell- se erige en narrador de un suceso local que lo tuvo a él mismo como protagonista secundario y testigo mudo de lo ocurrido entre un escritor –trabado en un cuento sobre la muerte de su abuela- e Inés, una conocida tanto de aquél como del narrador. La muerte y la exposición personal es el denominador común de esta parte, donde el acontecer se convierte en historia para ser contada.
            Por último, el protagonista de la primera parte, crecido y devenido en escritor, repasa la enfermedad y deceso de su padre, entremezclado con la historia de él mismo e Inés, relatada ahora en primera persona y de quien rescata sólo aquellos pasajes que se relacionan con la muerte. De esta manera, se hilvanan en “Réquiem” las tres secciones en la que el dolor que provoca el fin de la existencia de nuestros seres queridos anuda los relatos.
            La resignación de aquello que es inevitable, la renuncia a alcanzar lo que se desea, la necesidad de enterrar al dolor -no se tolera la idea de liberarse de él, puesto que no puede haber regocijo- y la práctica morbosa que ese sentir produce en ciertas almas, es la esencia de un exorcismo que Saccomanno pretende comunicarnos a través de una prosa fluida tanto como sentida. Es la expresión de esa necesidad de encarnar todo dolor que nos hace meditar y madurar –el que muchas veces evadimos-, al que hace alusión.
            En resumen, un libro sin golpes bajos, reflexivo sobre aquello que es difícil de abordar; ese costado tan sensible e inherente al ser humano, como la vida misma.

Marcelo Zuccotti

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