jueves, 24 de noviembre de 2011

Una galería de arte hecha poemas. El cielo a medio hacer, Tomas Tranströmer


Nórdica, 2011

           La poesía, como género literario, no ha alcanzado la trascendencia que hoy se le reconoce a la novela o el ensayo. Supongo que ello obedece a la escasez del número de seguidores –que afortunadamente está en alza- más que a otras razones, lo que pareciera justificar el mayormente abúlico desinterés editorial hacia una clara política comercial que la promueva, debido a la ausencia de consumo masivo. También es cierto que con la vida “líquida” que se lleva en el mundo actual –en Occidente, al menos- leer poesía está devaluado. Basta con asistir a un encuentro de poetas para evidenciar que son muy pocos los que se atreven a escribirla, y eso que estamos ya lejos del respeto por las reglas de la métrica, consonancia, etc., con que se nos ha iniciado en nuestros cursos escolares. La poesía actual goza –saludablemente- de la libertad de expresión y de normativa, haciéndose más flexible su estructura, así como vasta su temática.
            Por esta razón resulta significativo que la elección del último Premio Nobel de Literatura haya recaído sobre este sueco, quien ya desde muy temprano se dedicó de lleno a la poesía como medio para hacernos conocer su interior a través de una rica imaginación. Fue la curiosidad, en síntesis, la que me condujo hasta él
            Si el arte de traducir es una tarea asaz difícil ya en los otros géneros –del que depende decisivamente el éxito o fracaso de una obra o autor-, ni hablar del esfuerzo que supone llevarla a cabo en poemas, donde las limitaciones propias del lenguaje de recepción hacen muchas veces imposible mantener la identidad del sentido expresado en lengua original. Por eso, en esta ocasión, el traductor nos aclara que ha intentado “reelaborar, travestir” los poemas dadas las dificultades que impuso trasladar el sueco al español.
            Esta obra es, entonces, una compilación de poemas de diversos libros del autor que, a lo largo de su trayectoria literaria, fueron editados en su idioma, para luego ser traducidos a un gran número de lenguas. Acompaña esta edición un prólogo editorial y un resumen autobiográfico.
            Lo más destacado es su estilo; Tranströmer es un mero observador, sin querer participar de los hechos, paisajes o estados del alma que le dan vida a sus poemas. Sólo expone –con maestría, eso sí- aquello que es motivo de su inquietud sin engolados ni aditamentos. Hasta puede decirse, minimalista,
“Cómo remaban silencio arriba.”
            El común denominador es su crítica certera hacia la sociedad de consumo, al “funcionalismo” –en sus palabras- de la vida moderna que olvida los aspectos sensibles en los que nos reconocemos como seres humanos. Su mirada es tan fría y desapasionada, como implacable.
                        “Cansado de todos los que llegan con palabras, palabras,
                                    pero no lenguaje,
                        parto hacia la isla cubierta de nieve.
                        Lo salvaje no tiene palabras.
                        ¡Las páginas no escritas se ensanchan en todas direcciones!
                        Me encuentro con huellas de pezuñas de corzo en la nieve.
                        Lenguaje, pero no palabras.”
           
            Cada poema resulta una pintura, un cuadro al que es preciso atender y observar. Cuando uno se toma el tiempo de hacer el ejercicio, se encuentran pinceladas maravillosas que sólo alguien versado en letras tanto como en emociones puede hacernos apreciar.
            En resumen, entrañables poemas recorren sus páginas, dotados de sensibilidad, calidez, realismo y fascinación que lo hacen apto para el deleite de quien se atreva a encarar su lectura. Para muestra, te dejo una imagen,
                                               “En mitad de la vida sucede que llega la muerte
                                               a tomarle medidas a la persona. Esta visita
                                               se olvida y la vida continúa. Pero el traje
                                                           va siendo cosido en silencio.”

Marcelo Zuccotti

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