Muerde
Muertos, 2012
Beber
en rojo (Drácula) es una novela desopilante y delirante.
José María Marcos, quien además es uno de los editores, explica, en el prólogo,
que la impronta y la pasión de Laiseca por lo fantástico, el terror y lo
erótico, lo han transformado en un referente en la materia, y lo han motivado a
dejar pistas y señales respecto a la trascendencia de obras que aún hoy no son
valoradas en su verdadera dimensión.
El editor nos cuenta que: “Está vez, y de la mano de Jonathan Harker, presenta un texto primordial sobre la importancia del monstruo en el arte, que es la esencia y el corazón de esta novela. “¿Qué sería de los artistas sin los monstruos?”, se pregunta Laiseca-Harker para responderse: “El monstruo, en el arte, es una pieza fantástica que, en general, se usa como excusa para saltar a la alegoría (…) Son como máquinas de funcionamiento imaginativo continuo, que siguen brindando trabajo y energía en el mundo del arte y del pensamiento, aún siglos después de muerto su autor (…)”. (…) “Beber en rojo (Drácula) es un palimpsesto laisequiano del clásico de Bram Stoker, con música y decorados de Terence Fisher para la Hammer Production. Al igual que Laiseca, el Conde atesora una voluminosa biblioteca y una gran cantidad de películas con Bela Lugosi, Vincent Price, Peter Cushing y Christopher Lee, y entre otros paralelismos se dedica a la astrología, es politeísta y disfruta de las historias de terror.”.
Alberto Laiseca es el creador del realismo delirante. Él dice que usa al delirio como un proceso para ganar tiempo: “Si escribimos una cosa lineal también se puede decir lo que uno piensa pero ahorra tiempo el delirio, las distorsiones de la realidad y las exageraciones. Uno lo que hace es que a la realidad se la pueda ver con un fuerte foco, como con una lupa, entonces lo mío es delirio pero no solo, sino delirio delirante (…).”. (http://www.elortiba.org/laiseca.html).
En una de las entrevistas le preguntaron qué era lo que más le asustaba de la infancia, y él respondió: “El monstruo que vivía abajo de la cama. Ese era el peor de todos. Cosa curiosa o no tanto mi monstruo era in abstractum. Sí, porque era mi padre, tardé décadas en darme cuenta que era mi padre. El subconsciente no quiere deschavarse, no quiere admitir la realidad. ´No, si papá es bueno, no puede ser el monstruo que vive abajo de la cama´. Pero era él.”
(http://www.lacapital.com.ar/ed_senales/2009/4/edicion_26/contenidos/noticia_5041.html)
Esta revelación me trajo recuerdos de la infancia. Cuando tenía alrededor de 4 o 5 años, en lugar de pedirle a mi madre que me contara un cuento por las noches, antes de dormirme le exigía dos cosas: que dejara el velador prendido de su cuarto y que mirara debajo de las camas, para ver si había algo o alguien ¿?. Cuando venía a darnos el beso de las buenas noches, miraba debajo de la cama de mi hermana y la mía, para dejarnos tranquilas o, mejor dicho, para dejarme tranquila a mí, que era la mayor y la más miedosa. Recuerdo a mi madre arrodillarse entre ambas camas, levantar una manta-mirar debajo y, luego, levantar la otra y repetir la acción. Ese gesto me generaba paz. De todos modos, a medianoche, despertaba a los gritos y llorando llamaba a mis padres para que vinieran a buscarme, porque una mujer se me aparecía en el umbral de la puerta de la habitación y se quedaba allí, quieta, en silencio, observándome, con cartera en mano (no sé por qué, todavía se me viene a la mente ese dato). No visualizaba su rostro, ni las ropas, sólo veía la sombra del cuerpo mirándome. La sombra se extendía de forma alargada y afinada hacia el comedor, que era donde desembocaba mi cuarto, y llegaban hasta allí los destellos del velador de la habitación de mis padres. Lo fascinante es que en terapia surgió el tema de aquella mujer que me visitaba de noche, y resultó ser mi madre –al igual que el monstruo que vivía debajo de la cama de Laiseca.
El editor nos cuenta que: “Está vez, y de la mano de Jonathan Harker, presenta un texto primordial sobre la importancia del monstruo en el arte, que es la esencia y el corazón de esta novela. “¿Qué sería de los artistas sin los monstruos?”, se pregunta Laiseca-Harker para responderse: “El monstruo, en el arte, es una pieza fantástica que, en general, se usa como excusa para saltar a la alegoría (…) Son como máquinas de funcionamiento imaginativo continuo, que siguen brindando trabajo y energía en el mundo del arte y del pensamiento, aún siglos después de muerto su autor (…)”. (…) “Beber en rojo (Drácula) es un palimpsesto laisequiano del clásico de Bram Stoker, con música y decorados de Terence Fisher para la Hammer Production. Al igual que Laiseca, el Conde atesora una voluminosa biblioteca y una gran cantidad de películas con Bela Lugosi, Vincent Price, Peter Cushing y Christopher Lee, y entre otros paralelismos se dedica a la astrología, es politeísta y disfruta de las historias de terror.”.
Alberto Laiseca es el creador del realismo delirante. Él dice que usa al delirio como un proceso para ganar tiempo: “Si escribimos una cosa lineal también se puede decir lo que uno piensa pero ahorra tiempo el delirio, las distorsiones de la realidad y las exageraciones. Uno lo que hace es que a la realidad se la pueda ver con un fuerte foco, como con una lupa, entonces lo mío es delirio pero no solo, sino delirio delirante (…).”. (http://www.elortiba.org/laiseca.html).
En una de las entrevistas le preguntaron qué era lo que más le asustaba de la infancia, y él respondió: “El monstruo que vivía abajo de la cama. Ese era el peor de todos. Cosa curiosa o no tanto mi monstruo era in abstractum. Sí, porque era mi padre, tardé décadas en darme cuenta que era mi padre. El subconsciente no quiere deschavarse, no quiere admitir la realidad. ´No, si papá es bueno, no puede ser el monstruo que vive abajo de la cama´. Pero era él.”
(http://www.lacapital.com.ar/ed_senales/2009/4/edicion_26/contenidos/noticia_5041.html)
Esta revelación me trajo recuerdos de la infancia. Cuando tenía alrededor de 4 o 5 años, en lugar de pedirle a mi madre que me contara un cuento por las noches, antes de dormirme le exigía dos cosas: que dejara el velador prendido de su cuarto y que mirara debajo de las camas, para ver si había algo o alguien ¿?. Cuando venía a darnos el beso de las buenas noches, miraba debajo de la cama de mi hermana y la mía, para dejarnos tranquilas o, mejor dicho, para dejarme tranquila a mí, que era la mayor y la más miedosa. Recuerdo a mi madre arrodillarse entre ambas camas, levantar una manta-mirar debajo y, luego, levantar la otra y repetir la acción. Ese gesto me generaba paz. De todos modos, a medianoche, despertaba a los gritos y llorando llamaba a mis padres para que vinieran a buscarme, porque una mujer se me aparecía en el umbral de la puerta de la habitación y se quedaba allí, quieta, en silencio, observándome, con cartera en mano (no sé por qué, todavía se me viene a la mente ese dato). No visualizaba su rostro, ni las ropas, sólo veía la sombra del cuerpo mirándome. La sombra se extendía de forma alargada y afinada hacia el comedor, que era donde desembocaba mi cuarto, y llegaban hasta allí los destellos del velador de la habitación de mis padres. Lo fascinante es que en terapia surgió el tema de aquella mujer que me visitaba de noche, y resultó ser mi madre –al igual que el monstruo que vivía debajo de la cama de Laiseca.
Claudia Perez
Pueden visitarlo aquí: http://www.albertolaiseca.blogspot.com.ar/
La editorial: http://muerdemuertos.blogspot.com.ar/
Muy buena la reseña!
ResponderEliminarMuchas gracias Selva! :)
ResponderEliminarun beso,
Claudia.
¡Muchas gracias, Claudia, por leer BEBER EN ROJO y por el trabajo de la reseña! Y cuidado: el monstruo aún duerme debajo de la cama.
ResponderEliminar¡Muchas gracias Muerde Muertos!
EliminarSi, lo sé, me visita todas las noches...
Abrazo!
Claudia.
holaaa CLAU..me gusto lo q coontaste,,me causo
ResponderEliminargracia,jaja...me acorde de muchas cosas,BESITOS..TKM
Gracias Ma,
Eliminarun beso!
Clau