Corregidor, 2008
Pocas veces la buena literatura ha requerido de tan pocas páginas para retratar tan gran abanico de realidades sociales, especialmente las que se refieren al sentido de la justicia y la moral. En este aspecto, el libro de von Kleist resulta señero y visionario.
Michael Kohlhaas es un hombre justo que tiene por oficio vender caballos. Para ello, debe traspasar ciertos condados alemanes en pos de llegar a la feria donde efectúa su habitual negocio. Ambientada a mediados del siglo XVI, el protagonista se propone alcanzar el punto de venta. Pero la muerte de un anciano señor amigo, quien siempre le permitió atravesar sus dominios sin inconvenientes, ha puesto en su lugar a un arrogante joven heredero que le impide el paso gratuito. A cambio, tendrá que dejar un par de caballos en ‘fideicomiso’ hasta su regreso. La codicia del nuevo propietario de las tierras, unida a la desidia de su lugarteniente –que utiliza a los animales para labranza, sin el cuidado necesario de alimentación y descanso- desencadena una atroz serie de batallas y persecuciones recíprocas entre quien ha hecho abuso de autoridad y quien reclama justicia por esos dos caballos.
Mirándolo desde afuera, todo parece un litigio entre dos partes que bien podrían avenirse a un acuerdo. Pero ninguna de ambas intenta conceder nada. Así, ¿es justo quemar aldeas para hacer justicia por mano propia sobre aquél quien no ha cumplido con sus mínimas obligaciones? Por otra parte, ¿es justo hacer uso de los vínculos políticos para eludir una responsabilidad asumida? De esta manera, el argumento incursiona en aspectos relacionados con la moral, lo cual lo convierte en gran medida en un texto de discusión política. Como si von Kleist nos pusiera ante el dilema de hasta dónde se puede hacer uso de la impunidad que otorga el poder como también hasta dónde un reclamo justo no cruza la barrera de la desmesura.
Pero el libro va más allá, puesto que el único que deberá pagar el precio de su accionar es el personaje principal. Y el costo es demasiado elevado: su vida. El autor no deja de mostrarnos su crítica a lo sociedad, donde la justicia que se imparte al pobre no es igual para quien cuenta con riqueza y relaciones sociales, capaces de disminuir las consecuencias de la aplicación de la ley.
Acompañado de un prólogo de Rodolfo E. Modern –que hace las veces de análisis de la obra de von Kleist- y escrito en estilo ameno y coloquial, con un motivo principal que permanece actual y se propaga a los demás órdenes de la vida, la obra se disfruta mucho; máxime, siendo escasa su extensión y bajo su costo. Por todo esto, y por pertenecer al período de esplendor del romanticismo alemán del que no existen muchas traducciones castellanas, resulta altamente recomendable.
Marcelo Zuccotti
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