martes, 11 de diciembre de 2012

Después de la prueba. Chesil Beach, Ian McEwan


Anagrama, 2007

           Fue una reseña sobre este mismo libro aparecida en otro blog hace unos días atrás la que me recordó que nunca con anterioridad había hecho pública mi propia opinión cuando lo leí, allá por 2008, año en el que frecuentaba un encuentro mensual sobre literatura contemporánea de autores ingleses, ciclo prohijado por una importante casa importadora de textos en esa lengua. Si bien contaba con un espacio personal en un blog que ya no existe, me había parecido poco decoroso postear mi humilde apreciación, cuando el director de aquél ya lo había hecho en su columna. Más de cuatro años después, hago conocer mis líneas.
            Esta novela de McEwan, ambientada a inicios de la década de los ’60, bucea en el mito clásico del descubrimiento de la sexualidad en una joven pareja virgen. La historia de Florence y Edward está narrada en el espacio de las primeras 8 horas después de la boda entre ambos cónyuges de 22 años, casi como un guiño al Ulises de Joyce.
            Desde el inicio el autor deja en claro la inexperiencia sexual de ambos; a Edward solo le cupo el “self pleasure” de la masturbación, mientras que a Florence –aun a sabiendas que la consumación del matrimonio tiene que ver con ese instante- el sexo le parece un hecho asqueroso, necesario para la procreación pero del cual ha rehuido siempre, hasta en su imaginación.
            Lo que está explícito es el miedo y la expectativa de ambos de la llegada del momento culminante, como también el desencadenamiento de los hechos a partir de él, pero lo que se entrevé es que en aquel entonces sólo se adquiría derecho al goce del sexo cuando uno se casaba -razón por la que Edward propone matrimonio a Florence-.
            También McEwan hace referencia a los padres de Florence, que representan la institución matrimonial inglesa: dos seres que dedican sus vidas a actividades como si el otro no existiera, a diferencia de sus consuegros, una mujer dañada cerebralmente y un esposo que debe oficiar de padre y madre de Edward y dos mellizas. Ello evidencia un origen provinciano y rústico, en oposición a la clase acomodada citadina de la que es parte Florence.
            Pero lo llamativo del relato, es que el propio autor toma partido por uno de sus personajes, puesto que el rol de Florence tras los hechos del fallido intento de consumación toma decisiones rayanas en lo grotesco, como si el autor se hubiera propuesto resaltar por contraste ambas experiencias, buscando la consideración y disculpa del lector acerca del supuesto “engaño” (casarse para tener sexo, quizás sin amor) de Edward, y someter a una exagerada punición a Florence respecto de su “engaño” -alentar un matrimonio, sin deseo sexual-. Tal es así, que lo que sobreviene en las últimas páginas es un resumen de lo sucedido durante el resto de su vida a Edward, con unas pobres líneas en las que se cuenta de manera escueta algún que otro incidente en la vida de Florence, sin más detalle. En esto, McEwan demuestra que es hombre.
            Viendo la obra en conjunto, la narración es amena y fluida, donde todo lo que parece casual termina no siéndolo -desde la elección de la fecha de la ambientación -1962-, hasta la crítica a Macmillan por perder “el Imperio” y otros tics de la época, donde la mirada retrospectiva del autor no está exenta de cierta nostalgia y algo de sarcasmo, sobre todo tomando en cuenta la revolución que el fenómeno Beatle tendrá a partir de fines de ese año.
            En síntesis, una obra en la que se destaca cierta visión inglesa del inicio de la Guerra Fría, el desconocimiento e inexperiencia de la juventud (denotada por la falta del diálogo de la joven pareja) –no sólo en temas sexuales- y la hipocresía de una sociedad “establecida”, en la que sólo se obtiene carnet de adulto a través de la aceptación y consunción respectiva de las normas sociales.
            Marcelo Zuccotti

10 comentarios:

  1. Pues aquí estoy, Marcelo, y he de decirte que me gusta mucho tu reseña, que me hace replantear aspectos de la mía, aunque si he de llegar a una conclusión, prevalece mi enfado como sensación final las dos veces que leí el libro. Coincidimos en los grandes rasgos, pero algo en mi espíritu me traiciona y me acaba haciendo pensar que McEwan es demasiado delicado y amable en su crítica. Aunque pertenezca al pasado: cuando hay que hacer sangre, hay que hacerla, y McEwan sólo hace arañazos. Tienes un seguidor más.

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    1. Gracias, Francesc. Doblemente, por tus líneas y por recordarme que alguna vez había leído este libro. Debiera advertirte que el enfado jamás fue un buen consejero al tomar decisiones; mas respeto tu sentir. Lo cierto es que coincido con que sólo lacera superficialmente. Quizás no está a la altura de 'Expiación' -del que algo debiera publicar alguna vez-, pero sigue siendo un McEwan que escarba en una sociedad inglesa a la que critica. Tanto como Ishiguro, Kureishi, Rushdie, Barnes, Amis y Swift. Agrégale a Nicola Barker, de quien te recomiendo leer algo. Te mando un fuerte abrazo.

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  2. Coincido con el otro comentarista en que se queda un poco a medias, me gustó lo que quería contar pero no llegó hasta donde podía. De Ewan me sigo con Expiación (cuya adaptación al cine me pareció bastante floja) y con Sábado.
    Besos viajeros.

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    1. No he leído 'Sábado', mas sí 'Expiación' -aunque nunca hice saber mi opinión al respecto-. Quizás pudiera haberse profundizado el tema, pero me da la sensación de que McEwan sólo quería ir hasta allí. De todas maneras, no le bajaría el pulgar, Norah; sí comparto contigo en que está incompleto. Besos a través del océano y gracias por visitarnos.

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  3. Curiosa novela. De este autor tampoco he leído nada, lo tengo pendiente hace tiempo pero la novela, por su argumento, me recuerda a "El octavo día " de Hlasko, aunque tratada de otra forma. Este libro del que te hablo me encantó. Un abrazo.

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    1. Apunto tu recomendación, Yossi. Lo cierto es que hay varios títulos de McEwan rondando. Más allá del film, creo que 'Expiación' es un hito en su carrera. Voy a hacer una infidencia: las últimas 40 páginas, justifican a mi humilde entender, el que te hayas leído las 500 anteriores. Si haces la experiencia, comunícanoslo, ¿si?. Un abrazo fuerte.

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  4. A mí me gustó bastante, especialmente por la peculiar estructura que tiene y la forma de narrar los hechos. No había pensado nunca que el autor se decantara por uno u otro bando, pero ahora que lo dices, podría ser, de hecho, como lectora también me incliné más por él que por ella. Un abrazo

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    1. Me parece que la construcción de Edward es más creíble que la de Florence. Ella parece más 'gélida' o, si quieres, 'racional', como si debiera cumplir con una obligación social. En cambio, él toma nota de sus propias limitaciones. Como las reconoce, puede trascenderlas. Gracias por la visita, Carol. un beso.

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  5. Siempre tuve curiosidad por esta novela, dado que me gustó muchísimo "Expiación". Coincido por completo con lo de las últimas páginas, quedaron resonando en mi para siempre esas reflexiones de la vieja escritora. Imposible traspolarlas al cine. En cuanto a "Sábado" mi marido lo leyó y le gustó pero no me lo recomienda a mí. Saludos

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    1. Esta es una novela de 'inexpertos', por decirlo de alguna manera -aunque... ¿quién es un experto en el debut sexual?-. Se lee bien. No leí 'Sábado' y me espera 'Primer amor, últimos ritos'. Algún día, Vale, tendría que sentarme a escribir mi propia reseña de 'Expiación'. Gracias por la visita, Un beso para vos y tu hija.

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