Alfaguara, 1990
Había leído ‘El peso del mundo’ del mismo autor y me había gustado. Al investigar acerca de su obra, sobresalían dos títulos: éste y ‘La mujer zurda’. En un solo día pude hallar los dos y me incliné por él más por el contenido que por su brevedad, si bien ambos podrían rotularse de novelas cortas.
Se trata de un escritor que ha estado a punto de perder el habla, cosa que lo ha angustiado sobremanera, y quien, aislado del entorno social que lo rodea, decide dedicar una tarde a salir de su austera existencia para entrar en contacto con el mundo circundante, en aras de hallar una nueva musa inspiradora que lo vincule nuevamente con la escritura. A medida que transita la ciudad y su periferia, nacen en él un puñado de reflexiones sobre la profesión y su entorno, a la vez que nos hace conocer los contornos de aquello que visita en su derrotero.
¿Qué acontece durante el traslado? Absolutamente nada. Sólo se nos narran los pensamientos que atraviesan la mente del personaje, a lo largo de su periplo. Presentado por un narrador, que alterna con voces en primera persona, el relato se estructura en un ir y venir de figuras simbólicas que resaltan los opuestos.
Así, al centro de la ciudad –vacío de contenido- se le opone el suburbio, rico en imágenes e ideas. Al yo-persona se le opone el yo-escritor. Mas es notorio el contrapunto entre la interioridad del yo y su exterioridad en cuanto ser social. En toda la obra cobran sustancial importancia los objetos que, en su muda presencia, resultan significativos para quien vive rodeado de ellos. La tranquilidad que ofrece una vida aislada se transforma en angustia cuando el silencio se prolonga.
Redactado en frases cortas, cargadas de contenido, su protagonista efectúa un soliloquio consigo mismo durante todo el trayecto –del que tenemos noticia gracias al narrador-, como un ejercicio de ‘monólogo interior’ que tiende a redescubrir su rol ante sí mismo y los demás. Hay alusiones ácidas a la trivialidad de las críticas literarias, de las que el mundo literario parece nutrirse o, al menos, estar pendiente. También se acompaña de descripciones minuciosas de la geografía que otorgan calidad fotográfica al relato y fortalecen el discurso, aunque no componen un film en su conjunto sino más bien una serie de instantáneas destinadas a un álbum.
Rico en el uso del vocabulario, y en lenguaje neutro y directo, carente de modismos que intenten adaptar el lenguaje a la actualidad, el libro se lee bien mas no rápidamente, si se quiere apreciar la elegancia de las frases capturando su apropiado significado.
La sensación final es de una lectura constituida por anillos concéntricos, como aquellos que se forman en un estanque de agua al arrojar un objeto que perturba el medio elástico. Ese vaivén entre vida interior y exterioridad literaria es el que hace de esta novela una obra señera, tanto en su estilo como en su enfoque.
Marcelo Z
Muy interesante. Tengo libros de este autor en casa, no recuerdo cuales porque es un autor que le gusta a mi marido, hasta ahora no había sentido demasiada curiosidad. Iré a investigar qué tengo, jaja.. Te dejé un premio en mi blog, saludos
ResponderEliminarGracias por tu premio, Vale. Lo vi, pero no te tenido tiempo de agradecerlo como corresponde. Si tu marido y yo seguimos coincidiendo, no solo voy a tener ganas de conocer a vos y a Zoe, sino también a él. Es un autor para leer con tiempo. Besos para vos y la beba; un abrazo a tu marido.
EliminarMe gusta mucho el último párrafo. Este es un libro para leer con paciencia así que me lo dejo para mis épocas de libertad. Apuntado queda.
ResponderEliminarBesitos para vos.
Ok, Norah. Es un libro corto, pero con profundidad. La mirada crítica sobre lo literario asoma en muchas de sus líneas. Besos para vos.
EliminarUna reseña magnífica. Justo libros que tengo en casa acumulando y que por diversas razones no he leído. Me lo planteo cuando salga de este lío laboral. un abrazo Marcelo :)
ResponderEliminarTienen la ventaja de ser breves, aunque su contenido da para pensar; sobre todo, en lo que a crítica literaria se refiere. Es una mirada inteligente. Ojalá lo disfrutes como yo, Yossi. Que el trabajo no te estrese. Un fuerte abrazo.
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