viernes, 28 de noviembre de 2014

En busca del tiempo perdido. 5. La prisionera, Marcel Proust


Losada, 2010

         El quinto volumen de esta narración relata sólo los detalles de la relación de Marcel con su tan amada como detestada Albertine Simonet, protagonistas de una relación que se debate entre el odio y el amor de forma tormentosa, intempestiva y, por momentos, dolorosa.

    El narrador sabe perfectamente que su amada le miente descaradamente, que no existe una Albertine sin mentiras. Sin embargo, intenta rescatarla de lo que él considera su afición a otras mujeres. Para ello, le propone irse a vivir a su casa, en ausencia de sus padres quienes, por diversos motivos –visitas y desempeños varios- deben ausentarse de la misma. Su madre no aprueba esta situación, como tampoco su relación con la joven, e intenta influir a través de cartas pero conociendo la naturaleza enfermiza de su hijo, no tiene más remedio que dejar que las cosas fluyan.

            Al ofrecerle a Albertine vivir junto a sí, Marcel procura alejarla de su necesidad de dar curso a su naturaleza lésbica, con lo cual se prodiga en múltiples actividades en las que ambos puedan participar –de manera de ocupar su tiempo e impedir cualquier encuentro furtivo-, o bien, que alguien pueda controlar las salidas de su amada cuando ésta realiza actividades personales. Lo que tarda en advertir es que quienes se hacen depositarios de ese control, bien podrían entrar en complicidad con ella –como lo reflejan los diálogos y meditaciones personales hacia el fin del libro-.

           Yendo a la novela en sí, es fantástico el desarrollo y evolución de cada uno de los personajes, apoyados en una puntillosa construcción psicológica de cada uno. Así, el título de esta parte obedece a que Albertine se encuentra prisionera de Marcel, puesto que no posee libertad suficiente para satisfacer su elección sexual; pero, al mismo tiempo, también Marcel es esclavo de la situación, al no disponer él mismo de su libre albedrío, teniendo que compaginar actividades sociales y salidas varias con el objeto de obstaculizar esos posibles encuentros. Por eso, concluye en que todo se ha vuelto un despropósito y lo mejor será dejarla en libertad de acción. Pero esa posibilidad es tan dolorosa como proseguir en la mentira; Marcel lo sabe y debe decidir.

        Respecto al estilo literario, sus descripciones de sentimientos y circunstancias siguen siendo maravillosas, como lo demuestra el siguiente párrafo,

‘Podía sentar a Albertine en mis rodillas, tener su cabeza entre mis manos, podía acariciarla y pasar largamente mis manos sobre toda ella, pero, como si manipulara una piedra que encierra la saladura de los océanos inmemoriales o el rayo de una estrella, sentía que sólo tocaba la envoltura cerrada de un ser que por el interior accedía al infinito.’

          En virtud del equilibrio y coherencia interna del texto, del acabado análisis de la naturaleza humana que vierte a través de sus líneas, del estilo algo pomposo pero siempre poético con que narra las alternativas del amor/odio y la solidez de sus comentarios, éste volumen merece estar entre los mejores de tamaña empresa, al igual que el primero.

4 comentarios:

  1. ¡Vaya ritmo que llevas, Marcelo! Reiteró que me hubiera encantado seguirte en mi relectura pero ya te me escapas. En enero releo el segundo tomo, me gusta leer tus impresiones, se nota que te llega, que te atrae, que se te hace solo tedioso cuando es tedioso, admitámoslo, 4000 páginas no pueden ser todas digeribles. Venero a Proust, y fíjate lo que son las cosas, la relectura, al menos la del primer tomo, me ha gustado más que la primera vez. Un abrazo :)

    ResponderEliminar
  2. Amigo Yossi! Es verdad que me fugo; me queda sólo el último volumen. A mi me encantaría conocer tus apreciaciones sobre tamaña obra. Tus líneas no tendrían desperdicio y podríamos compartir a pesar de la geografía una lectura suculenta, profunda. Sí, me atrae, sobre todo el estilo literario; creo que todo aquel que se decida a escribir, debiera leerlo.
    Me alegra saber que mis pobres líneas potencian tu relectura.
    Recibe un fuerte abrazo desde estas Pampas.

    ResponderEliminar
  3. Poco puedo añadir a la reseña que he hecho del segundo tomo. Esa constante de Proust de llevarme al tedio y, de pronto, sorprenderme con fragmentos excepcionales me mantiene en la idea de seguir leyéndolo pero dejando pasar tiempo.

    Albertine, desde luego, es todo un personaje, lógico teniendo en cuenta a su padre y a sumadre ;)

    Besos!!

    ResponderEliminar
  4. Es que con leer un volumen, ahíta, ¿verdad? Lo cierto es que éste, particularmente, rescata el nivel de 'Por el lado de Swann'. La composición de Albertine es poliédrica; te diría que es muchas mujeres en una. De hecho, podría identificar a varias que conozco con ciertas cualidades, defectos y características que despliega ese personaje.
    Aunque sea con distancia entre ellos, continúalo. Por lo menos hasta aquí -y hasta el siguiente, te diría- vale la pena el esfuerzo.
    Un beso grande!

    ResponderEliminar