Alianza, 2006
Había
conseguido dos de las obras breves de Handke en el mismo momento y dejé ésta
para intercalar con otras más laboriosas. Al reseñar para otro espacio ‘El peso
del mundo’ –un diario sin formato de diario, primer libro del autor en mis
manos-, hice un comentario en el que indicaba que aquél fue escrito entre 1975
y 1977, mientras desarrollaba justamente el de marras. Después del beneplácito
que supuso la lectura de ‘La tarde de un escritor’, reincidí en él.
Una mujer de mediana edad, que cuenta
con esposo y un hijo pequeño en común, decide un día plantear una separación
que se supone momentánea, por necesidad personal de experimentar la soledad,
aún haciéndose cargo del niño. Ante ello su marido reacciona, primero
descreyendo; luego, dándole curso a la petición no sin amenazas, se instala en
casa de una amiga de ambos. Como la protagonista no tenía actividad y ahora
necesita un ingreso, contacta a su antiguo editor para realizar traducciones.
Los días pasan y su vida transcurre en la más amplia de las soledades.
Es un libro que resalta cómo la
angustia y el estado de crisis que genera una ruptura no necesariamente deriva
en una fuga del lugar, sino que también puede canalizarse en los hechos
rutinarios que componen su vida diaria. Así, nuestra mujer no cambia de casa ni
de entorno; sigue en su misma cotidianeidad. Un grupo de personajes a los que
va descubriendo en su periplo la acompañan en este relato cuyos diálogos semejan
más a monólogos sin contacto, una suerte de conversación
entre sordos.
Handke destaca el hecho de que todos
vivimos nuestro acontecer junto a los
demás, pero esos demás son tan incapaces como nosotros mismos de salir hacia un
encuentro común; esa alteridad que hace posible la comunicación. Por eso en la
escena final donde se reúnen, el intercambio tiene más de murmullo que de coro
polifónico; no hay comunión real, estamos todos solos.
Fluido, de estilo circunspecto y
directo, este breve libro transmite impotencia, imposibilidad de alcanzar
intimidad y, debido a ello, una soledad inmensa. Para explorar y meditar.
Qué triste. Y ya me imagino yo lo que pasa con la amiga, porque claro...en fin, que sí que estamos solos y a veces es bueno, pero aquí la cosa se lleva al extremo.
ResponderEliminarUn solitario beso para vos.
En realidad, se mantiene velada la relación del marido con la amiga. El énfasis, Norah, está puesto en la falta de comunicación; somos capaces de viajar apretados en hora punta sin dejar por ello de estar solos. Es lo que dice la canción que le da origen al título.
EliminarRecibe mi más cálido abrazo, propio de enero en este Sur.
Estoy dándole vueltas a qué he leído de él o con qué motivo sé de él y no logro saberlo. Bueno, ya veré si lo logro.
ResponderEliminarInteresante este autor y esta novela que reseñas. Me considero bastante solitaria y me gusta el silencio (que rara vez hay en mi casa), así que puedo entender a esta mujer. Ahora bien, me gusta mucho comunicarme con las personas que quiero, así que mi gusto por la soledad no está relacionado con crisis y angustias, es propia de mi carácter... o eso creo.
Abrazos!!
Comparto contigo, U-to, la naturaleza solitaria y el placer por el silencio -¿cómo escuchar jazz o clásica si no?-. Pero inclinarse por la soledad no implica incomunicación con los demás, de lo que trata este libro.
EliminarNo es solo el plano de la necesidad de la protagonista, sino que resalta la falta de la presencia del otro en nuestras vidas. Como si lo único que importara fuese satisfacer sólo nuestros deseos.
Si lo ves por allí, dale una oportunidad.
Un gran beso!
Lo logré.
EliminarEstoy leyendo a Byung-Chul Han y en su La sociedad del cansancio menciona a Peter Handke y su Ensayo sobre el cansancio. En esta obra Handke habla del cansancio que separa y del Yo llena por completo el campo visual. Habla de unos cansancios que son violencia, porque destruyen toda comunidad, toda cercanía.
Bueno, no me enrollo y te recomiendo leer a Byung-Chul Han.
Besos!!
Interesantísimo, U-to. Lo apunto y veo si puedo conseguirlo.
EliminarGracias por tu recomendación.
Un beso!
¡ahhh la comunicación! es que a veces creemos que por saber hablar, o escribir nos comunicamos oralmente (o por escrito) ¡que gran mentira! la buena comunicación es un arte, y para develarse uno mismo frente a otro, sólo es posible si hay confianza. Y a veces el problema comienza porque ni siquiera se sabe qué se siente, piensa, quiere y así ¿qué comunico? falta la introspección. En fin, que el tema da para muchísimo (estoy terminando de releer Anna Karénina...donde hay mucho de esto también). Un beso,
ResponderEliminarAle.
Tienes en tus manos un libro maravilloso, Ale, que yo incluyo dentro de mi Top Ten.
EliminarEl planteo de Handke no pasa por preguntarse cómo nos comunicamos sino cómo el lenguaje común es una herramienta válida para hacer conocer nuestro interior; cómo, a través de una lengua común, podemos participar a los demás de nuestro sentir.
¿Podemos?
Un gran beso a ti.
No olvidemos que la comunicación implica interés y esfuerzo de por lo menos dos personas, o sea, una habla y la otra escucha. Y aquí nos topamos con un gran problema, porque, a mi parecer, "los escuchantes" están en vías de extinción... Pero bueno, me estoy desviando del libro. No creo que me apetezca leerlo. Me molestan las personas y personajes que hacen experimentos con su vida, sin tener en cuenta a los que los rodean. Un abrazo
ResponderEliminarComparto contigo, Agnieszka, ese desinterés de quien escucha, propio de estos tiempos.
EliminarTal vez no sea un texto experimental; a veces, cuando me he reunido con cierto grupo de personas, he sentido exactamente lo mismo que plantea Handke.
Un beso grande!