Salamandra, 2010
Comienzo
con una anécdota. No quería dejar pasar el tiempo para leerlo, luego de las
reseñas de Agnieszka y Utopía que me habían inclinado a adquirir un ejemplar.
Pero siempre me pasa lo mismo: quedan esperando y el tiempo corre… Hete aquí
que una noche encuentro en la mesa de luz de mi compañera una edición de
bolsillo –bajo el sello Quinteto- del mismo título. Tomándolo y blandiendo cual
espada en el aire, le increpé por comprar un libro que yo ya tenía, pudiéndose
haber ahorrado el coste. Me indicó que ese volumen lo había comprado junto a mi
en el mes de diciembre de 2013, por si no lo recordaba, momento en que le
tendría que haber avisado que yo ya lo tenía… ¡Pero yo no lo tenía entonces,
ay!
Este libro contiene cuatro historias.
Primero, está la de Aga Akbar, un sordomudo que nace en Yeria, Persia –hoy
Irán- a principios del siglo pasado y se dedica a tejer y restaurar alfombras
en las cercanías de Azafrán. Quienes refieren su historia son su propio hijo
Ismail y un narrador omnipresente. Luego, es la de Ismail, un novelista
exiliado en Holanda, quien recibe por correo el diario de su padre (una vez
fallecido) escrito en caracteres cuneiformes. Ismail sospecha que en ese
escrito se encuentra parte de su pasado familiar; por ello intenta descifrarlo.
En medio, la de Cascabelito, hermana más pequeña –y díscola- de Ismail, quien se
opuso y combatió al poder de los ayatolas una vez que llegaron al gobierno,
siendo apresada y encarcelada por ellos.
Por último, Abdolah se vale de la
trama de su novela para repasar en segundas líneas la historia del país, Irán,
poniendo el énfasis en el intento de modernización –y occidentalización-
encarnado por el Sha Reza Kan Pahlevi, la decadencia de su dinastía y el
surgimiento de los religiosos fundamentalistas, quienes resisten las medidas de
Pahlevi porque ellas desconocen la tradición del Islam y sus libros sagrados.
Si a esto le añadimos la necesidad de exiliarse a todo aquel que no comparte la
visión retrógrada de sus líderes, que utilizan la fe para someter al pueblo
iraní a sus designios, tenemos un libro poliédrico, multifocal, que combina
fantásticamente una secuencia familiar entre padre e hijos con la historia de
Irán en el siglo XX.
Lo llamativo es que el autor, cuya
lengua materna es iraní, haya tomado a esos indescifrables caracteres
cuneiformes como nervio conductor del relato y, por otra parte, narre toda la
historia en holandés. Indudablemente, le ha conferido a la palabra el don de obrar maravillas, de traspasar las fronteras que
impone el idioma, invistiéndola de una jerarquía de embajadora a los lugares donde
quiera arribar, sean éstos recónditos, geográficos o emocionales. Piénsese que
Aga Akbar es sordomudo y eso no impide la comunicación con su familia.
De estilo coloquial, directo, fluido, es una novela bien construida, con pocos personajes pero sólido argumento. No es el típico relato de quien se ve forzado a escapar de su tierra, ni tampoco plantea la dicotomía del desarraigado, que se esfuerza en insertarse socialmente sin perder su identidad. Por todo esto, alcance mi agradecimiento a quienes lo han recomendado. Un libro distinto, para lectores sensibles.
De estilo coloquial, directo, fluido, es una novela bien construida, con pocos personajes pero sólido argumento. No es el típico relato de quien se ve forzado a escapar de su tierra, ni tampoco plantea la dicotomía del desarraigado, que se esfuerza en insertarse socialmente sin perder su identidad. Por todo esto, alcance mi agradecimiento a quienes lo han recomendado. Un libro distinto, para lectores sensibles.
Me alegro de que te haya gustado. Y pensar que lo cogí de la estantería de la biblioteca, un ejemplar olvidado, polvoriento y leído apenas 3 veces... Saludos!
ResponderEliminarMe gustó que no planteara las dificultades de insertarse en una sociedad con otras costumbres sino que hablara de la comunicación entre padres e hijos y que dejara entrever la historia familiar de Irán.
EliminarGracias por la recomendación, Agnieszka.
Un gran abrazo!
Me interesa especialmente después de haber visto Argo y de haber leído Persépolis, cuatro vivencias, no soy mucho de leer relatos o libros fragmentados pero el tema de este me interesa especialmente. Un abrazo, Marcelo :)
ResponderEliminarY lo bueno es que no hace alharaca de ser iraní viviendo en Holanda, Yossi, sino de que los canales en que llega la palabra a los demás pueden ser poco transitados, sobre todo para quien no sabe leer ni escribir. Muy interesante.
EliminarUn fuerte abrazo!
Tranquilo, que anécdotas como la que nos cuentas o similares tenemos todos. No veas la de libros que regalo porque por despiste los duplico...
ResponderEliminarEste libro lo tengo localizado en la biblioteca, por eso también estoy como más relajada y pasa el tiempo sin que me ponga con él. Ahora mismo quiero despejar ligeramente las estanterías de libros sin leer, que son un montón...
Un abrazo
Envidio -sanamente- a todos aquello que, teniendo una biblioteca cerca, hacen uso de ella, porque encuentran libros que no son tan antiguos, Por aquí eso es menos que imposible.
EliminarCuando lo leas, seguro que conoceremos tu opinión.
Un abrazo grande, Ana.
“El reflejo de las palabras”. Un bello título, sugerente y evocador. Hay palabras escritas y pronunciadas desde la antigüedad cuyo reflejo aún es visible.
ResponderEliminarCaracteres cuneiformes, alfombras persas, Azafrán…hay libros que desprenden aromas, que tienen texturas y que te hacen ser remoto entre siglos de historia. Me gusta “perderme” entre los siglos. Lo anoto en mi libreta, cuyo aspecto, por el uso, también parece remoto. Un abrazo Marcelo.
Si, por momentos destila cierta esencia de la vieja Persia, que evoca en el lector imágenes del entorno familiar y su geografía, como cuando recuerdas cierta preparación casera hecha por abuelos o el aroma que guardan las casas, Paco. Un libro para disfrutar.
EliminarUn abrazo grande!
Coincido plenamente con tu reseña, me alegro que te haya gustado y te agradezco la mención.
ResponderEliminarTengo La casa de la mezquita y ahora me has provocado deseos de volver a leer a Abdolah, así que no sé si dejar a McCarthy... uy!! qué dudas...
Abrazos grandes!!
Gracias a Ti, U-to, por tan buena lectura. Lo cierto es que 'La casa de la mezquita' lo tuve en mis manos y lo dejé pasar -y ahora se encuentra a más de 1000 km!-. Buena excusa para volver a Mendoza a por él.
EliminarUn beso grandote!
un libro que disfruté mucho cuando lo leí. ¡Que risa con el ejemplar duplicado! antes, yo sabía exactamente lo que tenía en casa -y el lugar donde estaba, además- ahora, llevo una libreta con lo que quiero comprar, asegurándome de que ahí sólo está lo que no tengo en casa...porque ya era común que duplicara títulos. Lo único bueno de esto: que se que tengo gustos consistentes :P
ResponderEliminarun beso,
Ale.
No sólo fue el saber que lo tenía por duplicado, sino haber soportado el reproche de no avisar que lo tenía -cuando aun no lo tenía!-. No recordaba la existencia de él.
EliminarEs un lindo libro, Ale, lleno de enseñanzas.
Un beso grande!