Galaxia Gutenberg, 2012
Llegué
a él a través de varios comentarios en la blogosfera. Quignard es un autor al
que hay que disfrutar como un bocado exquisito. Dueño de una prosa magnífica y
de una mirada singular sobre la naturaleza humana, sus textos siempre desgranan
curiosas observaciones acerca de nuestras pasiones y vínculos.
Claire Methuen es una traductora
políglota que abandona su actividad laboral y su lugar en París para retornar a
un pueblo de la costa bretona donde pasó su infancia, con motivo del casamiento
de una pariente. Con casi cuarenta y siete años, sólo cuenta con un hermano,
Paul, cuatro años menor, y un par de hijas a las que no suele ver seguido. El
encuentro fortuito con su vieja profesora de piano dispara la ocasión de que
ambas mujeres vivan juntas. La opción resulta propicia para renovar la relación
con Simon, su primer amor, y restablecer el deteriorado vínculo que aun
mantiene con Paul.
Hay varios planos para mencionar. En
principio, está la tendencia de Claire a alcanzar un cierto grado de equilibrio
con la naturaleza; a rodearse de silencios y disponer su interior hacia la
ecología y el cuidado del medio ambiente. Después, está esa pasión imposible de
consolidar con Simon –casado y con hijos- que arrastran desde la infancia y
sólo pueden vivir clandestinamente. Luego, aparece esa suerte de simbiosis que viven los hermanos, que no
necesita de las palabras, construida a base de gestos y señales más que de
pláticas, donde cada uno brinda el
espacio al otro para ser quien es, sin realizar juicio de valor alguno sobre
sus acciones. Quignard también hace lugar para la relación homosexual de Paul
con el cura Jean –con delicadeza y sin crítica- y la adopción de Claire, como hija, por parte de su maestra, la señora Ladon.
Si a esto le sumamos los comentarios
de personajes locales, de manera que la composición de la vida en torno a
Claire se completa con la opinión de quienes la han rodeado, tenemos un
entramado sutil y conmovedor, no exento de diálogos jugosos y descripciones
brillantes mezclados con un matiz de tibieza y nostalgia que hacen del texto
más una acuarela que una pintura de carácter. Es que Claire solo puede ser
feliz en la fugacidad que le otorga un instante; en el resto del tiempo su vida
se vuelve gris y obsesivamente monótona y desesperada. Ella disfruta de esos
claros de sol, pequeños conos de luz que aparecen en medio de densos nubarrones
y que iluminan momentáneamente determinada área.
Con una prosa muy poética y
extremada fluidez literaria, el libro resulta ameno y coloquial. La forma en
que está construido el relato me recordó al Modiano de En el café de la juventud perdida y al Capote de Desayuno en Tiffany’s. Y esa relación
entre Claire, Simon y Paul, quienes no pueden estar en contacto del todo, pero
que confinados en un espacio tampoco pueden dejar de ejercer influencia mutua, evocó
la teoría de los quarks, hoy tan en
boga en el mundo de la Física.
Uy, pues me vas a salvar de mi crisis con la literatura francesa, tenía a Quignard en mi lista de pendientes pero llevo bastante tiempo sin encontrar nada verdaderamente llamativo en las letras galas, me apunto este, además, tiene mucho, mucho que ver conmigo :) Un abrazo :)
ResponderEliminarVaya! Y yo que pensé que un lector políglota como tú, Yossi, abordaba todas las letras... Bueno, ahí tienes un autor francés de fuste. Y ésta obra es muy buena, representativa de sus letras.
EliminarUn fuerte abrazo!
Ah, yo sí, en francés leo pero no a franceses jajajaj, no encuentro nada que me convenza, pasé una primavera dedicado en cuerpo y alma y fue un desastre. No sé qué haría sin vosotros ajajj
EliminarBueno, al menos me permites retribuirte con un título a los tantos que te he apuntado.
EliminarUn abrazo.
Me lo apunto. Necesito algo ameno y coloquial, que me recuerde que hay vida lejos de las miserias sobre las que no paro de leer últimamente.
ResponderEliminarun abrazo
Justamente, Agnieszka. Me preguntaba qué clase de armadura has sabido forjar para hacer frente a tanta desazón, puesto que el muestrario de lo que lees así lo sugiere. No tengo dudas que en éste encontrarás un oasis a tanta lectura desesperanzadora. Ojalá que así sea!
EliminarUn abrazo!
Anda que según leía cuando decías eso de que vuelve al pueblo pensé "y se reencuentra con su primer amor", pero primero hablaste de la profesora y me engañaste durante un milisegundo. Dime que no me voy a enfadar con esa historia de amor y lo leeré.
ResponderEliminarAhí lo llevas.
Resultas difícil de complacer, Norah, como decía Mick Jagger en 'Hard woman'. No obstante, me animo a sugerirte la historia. No es como la que tanto te ha gustado de Jake Epping y Sally Dunhill; tiene otros tintes y matices, pero no está mal.
EliminarEspero que lo disfrutes. Y si te cabreas, bueno, hazme responsable.
Un beso grande!
Mientras no pienses en dejarme partir...
EliminarPara nada! Mucho menos con el acierto de Wharton...
EliminarQué casualidad. Leí y comenté hace tiempo este libro, pero no lo tenía "físicamente" porque lo leí en electrónico. Y ayer me lo encontré en papel y, zas, para la saca, porque es un libro que quiero tener y volver a leer algún día. Me encantó y de hecho tengo varios libros más de Quignard que me he ido comprando en mis excursiones libreras. Cuánto por leer.
ResponderEliminarUn abrazo
Creo haber leído tu reseña, Ana, aunque lo había apuntado apenas salió porque me gusta mucho la prosa de Quignard; sobre todo después de leer 'Las sombras errantes' y 'Todas las mañanas del mundo'.
EliminarLo importó una librería y lo rescaté inmediatamente.
Me alegra saber que hemos compartido una lectura tan grata y sentida.
Otro abrazo para ti, Ana.
De este autor leí Todas las mañanas del mundo, una novelita muy breve de poco más de cien páginas pero que me gustó por como su protagonista busca la soledad para rememorar a su esposa que había muerto joven. El valor que le da al arte y, en concreto, a la música, me encantó. Esta frase me pareció digna de resaltar y te la regalo:
ResponderEliminarTodas las mañanas del mundo son caminos sin retorno. Los años habían pasado.
Por lo que leo en tu reseña, la música también es importante en esta obra. Muy interesante lo que dices al final en que la enlazas con otras dos obras, eso sí de la teoría de los quarks no tengo ni idea.
Muchos abrazos!!!
¿No fui yo quien te recomendó 'Todas las mañanas...'? Eso me pareció, al menos.
EliminarRespecto de la música, para un melómano como Quignard, ella no puede estar ausente en su libro. El piano es el elemento unitivo para el inicio de la historia.
Los quarks son partículas elementales -de ahí lo tomó Houellebecq- que componen la materia tal como la conocemos, constituidas por protones, neutrones y electrones. Imagina tres bolas unidas por un mismo cordel, de manera que cuando una de ellas se aleja del centro que las une, las otras más se acercan entre sí, y viceversa. Eso quise significar con la frase final.
Un abrazo grande!
Síiii, lo he mirado en la reseña y en efecto fuiste tú.
EliminarGracias profe!!
Abrazos!!
Ningún mérito personal. Qué bueno haberlo compartido!
EliminarUn gran beso!
lo tengo en casa, y con tu reseña sube puntos. A saber por qué, creí que Pascal era mujer (será que no se francés :P )
ResponderEliminarun beso,
Ale.
No te lo pierdas, Ale. Éste o 'Las sombras errantes', de relatos, son fantásticos. Autor muy a tener en cuenta.
EliminarUn abrazote.
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