I.
El título surgió como una salida de compromiso entre quienes ya
habían encarado otras lecturas en paralelo –y no les sobraba tiempo para más-,
y aquellos que no participaban de ninguna otra. Si bien contaba en mi haber con
varios títulos del autor –algunos provenientes de miembros de mi familia-, lo
cierto es que no había leído nada de su autoría. Me pareció, entonces, una
ocasión inmejorable para visitar sus letras.
II.
Una vieja casona ubicada en pleno centro de
Buenos Aires –a pocas cuadras de la Plaza de Mayo- es la protagonista de esta
novela. Ambientada hacia mediados de siglo pasado, con casi setenta años de
existencia, la casa narra en primera persona la historia de la familia que la
habitó: primero, el senador, su esposa y sus cuatro hijos; luego, uno de sus
hijos y su familia, y así hasta el mismo momento que, habiendo quedado sin
herederos y con deudas contraídas, el fisco pasa a desmantelarla para su
demolición y en su lugar construir un condominio.
III.
A medida que avanzamos, se nos relata
que ha habido crímenes impunes –uno de los cuales ocurrió a los pocos años de
haber sido erigida, a fines de siglo XIX-, como también se describen no solo
las habitaciones, el mobiliario suntuoso y las fiestas que solían tener lugar
en aquel entonces, sino cómo el interior se fue transformando junto con
aquellos que la gobernaban. En este aspecto, la casa va registrando los cambios
sociales suscitados en su entorno. Inicialmente, vivienda de un opulento
latifundista conservador, pasa a manos de un hijo que no puede mantener la
heredad sin modificar su tren de vida. Así, se van loteando partes de ella, de
a poco, hasta no quedar más que una casona abandonada, hedionda y sórdida.
La versión digital, gentileza de EpubLibre
IV.
Existen dos elementos para destacar en este breve
texto. El más original es que la casa interactúa con los exquisitos objetos de
arte que ocuparon tanto sus paredes como otros decorados, sosteniendo entre
ella y ellos un diálogo permanente que enriquece la historia familiar, como
testigos mudos de lo sucedido. Luego, están los inefables fantasmas de los
muertos que se dan cita allí –y que solo la casa y los objetos pueden ver-,
quienes se van desvaneciendo lentamente junto con cada embate de la obra de
demolición.
V.
En estilo coloquial y fluido, Mujica Láinez nos ofrece una novela con ribetes históricos, donde el inmueble narrador testimonia a su vez la decadencia de ilustres familias del ayer y de una clase acomodada que no supo –o no quiso- mantener el relumbre que conoció en mejores tiempos. Una obra que será del agrado de todo buen lector.
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