Mardulce, 2017
I.
Fue el título auspiciado por el
club de lectura de una librería local. El punch
de la propuesta se basaba en dos elementos excluyentes: primero, que la
traducción de este ejemplar ha estado a cargo de la poeta Alejandra Pizarnik,
garantía de un trabajo de calidad. La segunda, que la casa editora, en su
contraportada, hablaba de cierto incesto dentro de su contenido –algo que
despertaba la curiosidad, al menos, entre el universo femenino-. Ambas cosas
coadyuvaron para que tuviera lugar un rico debate final entre quienes
participamos.
II.
Dividida en tres partes, la novela abre con
una escena brutal: el joven Nicolas acaba de batirse en duelo con su tío,
Jérôme, después de que su hermana, Françou, narradora y en la mitad de la
veintena, delatara las visitas nocturnas de éste al cuarto de Clémence, su
cuñada, en ausencia de su marido. De paso, salda de ese modo una vieja deuda;
Jérôme ha sido el responsable de dilapidar la fortuna familiar, impidiendo los
estudios de ambos hermanos y obligando el traslado al entorno aldeano de Bugues.
Esa primera parte concluye con notas trágicas.
III.
La segunda parte transcurre en
una playa del Atlántico, donde la protagonista se toma un descanso y conoce el
mar. Es aquí donde Françou se apropia por primera vez de su identidad; como si
saliera de sí y se observara desde afuera. Haciendo uso del flujo de consciencia, repasa lo sucedido
antes y reflexiona sobre su porvenir; un incidente la restituye a su hogar. En
la tercera, en letra cursiva, narra su regreso a Bugues, y luego su reencuentro
con su amado, en un final previsible. Si bien confiesa el amor por su hermano,
no existen elementos para hablar de incesto.
La versión digital, gentileza de EpubLibre
IV.
Siendo su segunda novela, en ella puede
reconocerse esa voz que hará famosa a Duras: una mezcla de seducción y
violencia, de frases breves y contundentes, con una prosa precisa y descarnada.
La protagonista añora una vida tranquila, donde no haya pasiones en pugna,
celos, envidias ni muertes. Pero ese letargo estival despierta justamente lo
contrario, sacando de la modorra pueblerina y el aburrimiento a sus habitantes.
V.
En estilo directo, ameno y
coloquial, con profusión de reflexiones acerca de la vida, la muerte, la
familia y el amor, en una atmósfera que alterna la tensión y la introspección,
Duras ofrece una novela que no por breve es menos sólida. Para quien aún no ha
hecho experiencia, es el umbral perfecto para adentrarse en sus letras. Muy
recomendable.
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