Muchnik, 2001
La reseña que hoy visita el espacio fue publicada a fines del 2009, habiendo leído el libro en octubre de ese año, antes de dispararse la 'Lispectormanía' por estos parajes. En cierto modo, este trabajo ha sido pionero, pues éramos pocos los que contábamos con el ejemplar -y menos los que lo habían leído-. Por otra parte, cumplo con algunos lectores en hacerles conocer mis líneas.
Llegué a la autora gracias a las bondades del mundillo literario, donde continuamente se la nombraba, en una suerte de “trendy author”. A eso habría que añadirle la fotografía que una librería porteña había publicado en su blog, que contaba con “casi” todos los títulos de la escritora… menos con éste. Como las casualidades no existen, a los pocos días, algún asiduo visitante de saldos me comunicó su presencia -cuyo monto era ridículo-, con lo cual salí en su búsqueda. Por otro lado, nada había leído sobre literatura brasileña, a excepción de algún libro de Jorge Amado; por eso me pareció una buena ocasión para abordar su narrativa.
La novela cuenta dos historias en planos distintos. En la primera, una escultora carioca de clase acomodada decide ordenar una habitación vacía que ha dejado libre su última criada donde, al abrir la puerta, descubre la pulcritud de la misma, algunas valijas con sus propias iniciales “G. H.”, la cama libre y un armario, todo iluminado por un sol esplendente. Pero en la pared hay un dibujo de un hombre, una mujer y un perro. Al abrir el armario se choca con una enorme cucaracha, a la que quiebra de un portazo, dejando un reguero blanco mientras se arrastra agonizando.
A partir de este hecho se inicia una incursión de la protagonista al lado oscuro del yo, utilizando para ello cuestionamientos -y sus correspondientes respuestas personales- en una suerte de diálogo consigo misma. Por otra parte, las reflexiones están teñidas de un crudo existencialismo, despojado de la vida cotidiana y burguesa a la que pertenece, en aras de alcanzar aquello que resulta la esencia de nuestro ser.
El libro está plagado de referencias e imágenes de la literatura clásica, universal y judeo-cristiana. Baste para ello la alusión a Adán, Eva y el Can Cerbero del paraíso en las figuras de la pared; la cucaracha, que recuerda a Kafka; el viaje socrático con el que se emprende el conocerse a sí mismo; el placer de la orgía del Sabbat y la necesidad de una mano anónima que acompaña a la protagonista, evocando al Virgilio de la Divina Comedia, que guía al Dante en su descenso a los infiernos
Además, existen preguntas metafísicas sobre la esencia de la vida y el amor, así como un antes y un después de la travesía. Un periplo que incursiona en los pliegues del yo y desciende hacia lo más sórdido y animal del hombre donde se pierde la racionalidad, nos conduce luego hacia la redención propia y la recuperación del vínculo con Dios y los otros, con un ingente amor por la vida, descubriendo que la humanidad sólo pude realizarse como tal en contacto con los demás.
Por momentos, el texto se vuelve arduo y requiere de toda la concentración de la que se es capaz para sobrellevarlo. En otros, Lispector hace acopio de su destreza en el manejo lingüístico construyendo frases que carecen de significación; son ésas donde se busca la musicalidad o sonoridad. Las asociaciones de imágenes (v.g., el reguero blanco que deja la cucaracha, la leche materna y el recuerdo de los abortos de la protagonista) refuerzan la narración. También, el que la frase final de un capítulo se repita en el inicio del siguiente, otorga un carácter espiralado y circular, donde todo vuelve al principio y se renueva a la vez.
Lo sorprendente es la sucesión de cuestionamientos e indagaciones existencialistas, psicológicas, teológicas y teleológicas, dentro de un libro que no alcanza las ciento cincuenta páginas. Mas ese viaje redentor remite a la Pasión de Jesucristo, dejando en claro que lo que se ha propuesto la autora es llevar a cabo el mismo proceso por una mortal llamada “G.H.”, cuyas iniciales remedan al Género Humano. Un libro profundo, para descubrir y releer varias veces.