Losada, 1979
“¡Deseo!,
te he arrastrado por los caminos,
te he afligido en los campos,
te he saciado en las grandes ciudades,
te he saciado sin apagarte la sed;
te he bañado en las noches llenas de luna,
te he paseado por todas partes,
te he mecido en las olas,
he querido dormirte sobre las aguas…
¡Deseo! ¡Deseo! ¿Qué podría hacerte?
¿Qué quieres? ¿Nunca vas a cansarte?”
Comenzar una reseña con semejante párrafo resulta, al menos, una sacudida. Un cachetazo dirigido a la modorra que supone una vida aquiescente. Porque, ¿quién no intenta tener una existencia acomodada, previsible? Sin embargo, Gide se encarga de denostar nuestros proyectos y seguridades, induciéndonos a vivir solo en el presente. Sin expectativas ni nostalgias.
De eso trata Los alimentos terrestres; una obra concebida en 1897 destinada a un público que, cada vez más, resultaba racional y dejaba de lado los sentimientos. ¿Nos resuena?
Este libro está dividido en dos partes, según sus respectivos títulos. El primero, se divide en ocho libros, escritos con referencias a los sitios que el autor ha visitado. Así, se repasan ciudades de Italia, Normandía, Francia, Argel, en los que Gide se ha inspirado. Sus párrafos destilan poesía y ciertas enseñanzas,
“Que la importancia esté en tu mirada, no en la cosa observada.”
Por otra parte, hay un llamado al disfrute del placer, del gozo, de la voluptuosidad que ofrece la naturaleza –y el género humano-. Sostiene que nuestras reglas de convivencia, nuestras represiones, impiden a los hombres dejar fluir el presente y convertirnos en seres amargados, que aceptan y esperan la muerte como una necesidad. En vez de ello, nos propone abandonarnos al terreno sensible, dejar que el entorno se cuele en nosotros y haga experiencia.
“¡Ay! ¡Ay! Yo se cómo prolongar mi sufrimiento; pero no se cómo dominar mi placer.”
El segundo título, Los nuevos alimentos, es más breve. Escrito en 1935 y dividido en cuatro libros, aborda la misma temática, recalcando su creencia en Dios, pero tiene otro tono; destina sus líneas a emitir su profesión de fe en mirar hacia el futuro, disfrutar de los placeres y saciar los deseos como receta para alcanzar la felicidad.
Ambos están escritos en un estilo poético; utilizando la literatura clásica como modelo, alternan con una prosa floreada y algo pretenciosa. Gide, abanderado de la literatura hedonista y bisexual, hace gala de una serie de pensamientos en los que exhibe su profundo conocimiento de la naturaleza humana y su poder de observación. Puede parecer obsoleto para estos tiempos de dominio de la imagen, pero la desactualización no es óbice para anular su propuesta.
Hace poco un conocido me preguntó si era hedonista. Le dije que me gustaría serlo y que mi alma es hedonista.
ResponderEliminarAsí que como me vas tendiendo "trampas", tengo que apuntar otra propuesta tuya que me tienta. Y van...
¿Un beso hedonista?
Hedonismo! Cuánto hacía que no escuchaba -leía- esa palabra!
EliminarGide es un escritor 'voluble', se abandona a lo que la vida le quiera mostrar, siempre dentro del placer sensual y carnal, sin expectativas ni razones; todo lo contrario a lo que proponía su sociedad contemporánea. Creo que, si pudiéramos, todos seríamos de alguna manera hedonistas. Y si los recursos son suficientes, también sibaritas.
Me gusta lo del beso hedonista. Lo retribuyo.
Has hecho una reseña tan a tono con Gide, tan magnífica... no he leído este libro pero lo haré pronto, una vez más estamos en sintonía, de Gide leí bastante poesía gracias a Lobo Antunes, a por él que voy. Un abrazo Marcelo :)
ResponderEliminarY El inmoralista, coo lo reseñé, sabes que lo he leído :)
EliminarCuando reseñé -para otro espacio- 'El inmoralista', contaba que lo encontré cuando andaba en búsqueda de otro título de Gide; éste era el título. Tal vez publique un día aquella reseña -bajo 'Versión Original-, para que puedas observar cuánto se parece a la que tu has hecho. Y eso que la escribí en 2009!
EliminarGracias por tus líneas, Yossi. No leí la poesía de Gide, pero debe ser interesante. Sí, seguimos en sintonía. Un fuerte abrazo!
Eliminar