lunes, 10 de marzo de 2014

Hojas en la calle. Juego y distracción, James Salter


Muchnik, 2002

          El autor parecía haberse puesto de moda entre lectores que alababan otra de sus obras, la que aun no pude hallar. Sí había leído -y gustado- la colección de relatos ‘La última noche’, cuya reseña publiqué en este mismo espacio. Cuando vi este título, no dudé en llevármelo, presa de una enorme curiosidad, pues se trataba de una edición anterior a la que circula desde hace poco, y de la que nadie, al parecer, ha hecho comentario aun. Quien golpea primero, golpea dos veces, dicen.

           Es la historia de Phillip Dean, un guapo norteamericano de veinticuatro años, contada por un allegado, quien en base a comentarios del protagonista, fragmentos de su trato personal y una buena dosis de imaginación relata su idilio con Anne-Marie Costallat, una adolescente francesa de la que se enamora. Lo que en principio iba a ser una visita de un par de semanas para fortalecer el idioma, se transforma en un tórrido vínculo que perdura varios meses.

           El contraste entre la vacua experiencia del narrador, testigo privilegiado de los sucesos, y la pasión desatada entre los personajes principales, resalta la trama sensual, que abunda en escenas de sexo juvenil y desenfrenado, descrito con buen gusto. Ambientada en la Francia de los sesenta, los hechos se van desarrollando a lo largo de una serie de pueblos –desde París a Nancy-  los que Dean y su pareja van visitando, como dos hojas en la calle empujadas por el viento del amor.



Salter en Lago Gutiérrez, Río Negro, Argentina

            La prosa de Salter es fluida, repara en detalles que brindan profundidad al relato pero no alcanza la intimidad que experimenté anteriormente. Si bien colorea de manera magnífica los pormenores y atmósferas de una relación condenada al fracaso desde su inicio, el desenlace si se quiere trágico resulta previsible.

           Con algunos elementos operísticos que recuerdan ‘Madama Butterfly’, de Puccini, combinados con imágenes que bien podrían haber sido incluidas en la realización ‘Una relación pornográfica’, de Frédéric Fontayne, el libro discurre a dos aguas, entre un erotismo puro, sin igniciones, y una sensualidad carente de emociones fuertes. Lo que para Anne-Marie es el comienzo de un proyecto que podría concluir en una relación estable a futuro, para Dean no es más que el punto de partida del consabido deterioro que toda relación conlleva en el tiempo. Es ese cinismo de emprender un compromiso con el otro, sabiendo de antemano lo efímero y circunstancial que será, el que atraviesa las páginas. Como si esa mirada diametralmente opuesta basada en las diferentes expectativas de ambos confiriera al final una suerte de justificación.

               De todas formas, resultan amenos tanto el argumento como el paseo por los distintos poblados de una romántica Francia, que siempre nos permite viajar en sueños.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Odas al espíritu americano. Hojas de hierba, Walt Whitman


Losada, 2009

          Cuando vi esta edición bilingüe disponible en las librerías, no dudé en hacerme de un ejemplar. En verdad, sentía curiosidad acerca de su poesía a sabiendas de la alta estima que tenía de Whitman nuestro maestro de las letras, Jorge L. Borges. Y encarar tamaña lectura suponía tanto un desafío a la constancia como un póstumo homenaje personal a quien había sido devoto de estos versos.

            El libro compila la totalidad de trabajos de Whitman, que fueron agregándose edición tras edición hasta conformar el presente volumen. Así, comienza con una Introducción a modo de semblanza y resumen de vida y trabajos, que el propio traductor delinea en escasas páginas. Luego, se inicia repasando las ‘Dedicatorias’, una serie de poemas destinados a objetos varios; ‘A partir de Paumanok’, un cúmulo de cantos en los que se ensalza la vida de los Estados de la Unión y la democracia, y el sensacional ‘Canto de mí mismo’, verdadera profesión de fe en el futuro de la nación, con múltiples enseñanzas.

            Para continuar, en ‘Niños de Adán’ se festeja la vida, a través de los placeres del sexo como alimento del alma, y en ‘Cálamo’, la materia de alabanza es la camaradería –aunque rayana en la homosexualidad, como han querido ver algunos analistas-. La Guerra de Secesión se pone de manifiesto tanto en ‘Toques de tambor’ como en las ‘Memorias del Presidente Lincoln’. De allí en más, se reúnen una serie de imágenes que incluyen pensamientos, evocaciones de Europa, paisajes, manifestaciones artísticas, viajes y eventos que ha tenido a Whitman como asistente, pasajero, orador o simple espectador.


O Captain! My Captain!

            Por momentos, ampuloso y omnipotente; de a ratos introspectivo y reflexivo, todo el texto recuerda al libro de los Salmos de la Biblia, en el que se ha sustituido a Dios como centro de adoración y se ha colocado a los Estados, su gente y sus actividades como objeto de culto. No es para menos. Unido al pensamiento positivista de la época se ubican todas las realizaciones en el campo del progreso científico e industrial que la Unión ha alcanzado a partir de su independencia de la Inglaterra de la Revolución Industrial. Para más, hay un claro panteísmo religioso; la Naturaleza posee un espacio destacado, pues el poeta viene a unirla junto al alma del hombre. 

           Acompaña la edición un Glosario de términos, que en lenguas de origen diverso el poeta ha tomado e incluido en sus versos, a modo de aclaración. No se si estoy muy conforme con la traducción realizada, aunque sin dominar lo suficiente el idioma original me abstengo de hacer un juicio crítico. Por lo demás, los poemas se leen bien; sin embargo, la lectura corrida puede volverse algo tediosa, por lo que sugiero intercalarla con textos más amenos. Quizá lo óptimo sea destinar el volumen a la mesa de luz, e ir desgranando sus páginas antes de dormir, como quien se deleita despuntando el vicio de la poesía previo al descanso reparador.

viernes, 28 de febrero de 2014

Fotogramas de la guerra. 14, Jean Echenoz


Anagrama, 2013

          Quería comenzar el año en curso con algo alusivo, y me encontré hace unos pocos días con este título en una librería que suele importar buenos libros. Como había pasado por la experiencia de leer a Echenoz en un par de ocasiones, me pareció oportuno destinar una de mis primeras lecturas del 2014 a rememorar literariamente la Primera Guerra Mundial, conocida como la Gran Guerra.

            En un libro breve, que no alcanza el ciento de páginas, el autor nos narra las peripecias de Anthime, un joven de veinticuatro años, y tres de sus amigos, al estallar el conflicto. Como el enrolarse en la milicia era casi un juego, puesto que la guerra ‘no iba a durar más de quince días’ al decir de muchos, el grupo lo hace y es destinado al frente en las Ardenas y en Somme. Lo que comenzó como una aventura, se convierte en tragedia al poco.

            Los horrores de la guerra, los cadáveres y mutilaciones, las alternativas de ataque y retroceso en enfrentamientos de trincheras, con el enemigo por delante y la gendarmería que impide la deserción en retaguardia, la lucha contra las ratas y los piojos, son algunos de los fotogramas de los que se vale Echenoz para describir en su estilo característico de frases cortas y magras descripciones, todo lo que Anthime y sus amigos viven en un frente que cada día se desdibuja más.

            El regreso al hogar sólo es posible si se ha tenido la desgracia de ser dañado en las escaramuzas, cosa que le ocurre a nuestro protagonista. Pero, ¿cómo puede reinsertarse socialmente un tullido? ¿Cómo sobrevivir en una sociedad que necesita hombres íntegros y sólo obtiene retazos de ellos? Sin embargo, aun queda una posibilidad de alcanzar cierto grado de felicidad: la que ofrece asumir nuestra condición limitante y la ayuda solidaria de la sociedad que comprende la magnitud de esa entrega.

          Confieso que esperaba un texto más profundo, señero en cuanto a emociones. En cambio, me encontré con un relato descarnado de las vivencias de quien intenta salvaguardar su vida a cualquier precio. Sospecho que el texto no está a la altura de otros trabajos del autor, aunque no por ello habría que descartarlo; sobre todo porque mantiene la identidad narrativa que le reconocemos. Un libro ameno, coloquial, que se lee rápidamente.

domingo, 23 de febrero de 2014

Burbujas de amor. La isla de los jacintos cortados, Gonzalo Torrente Ballester


Destino, 1987

             Cuando lo fui a buscar a la librería, el asistente y yo nos disputamos este único ejemplar que quedaba. De hecho, me confesó que se lo hubiera querido apropiar al descubrirlo entre los libros reservados pues desconocía su existencia pero, al conocer el destinatario, no tuvo más remedio que resignarse, pues sabía que lo iba a retirar. Y como el cliente siempre tiene la razón…

            Este libro es una extensa carta de amor que el narrador, profesor español de literatura, lega a su enamorada, a modo de diario íntimo, en el que expone todos los hechos que han compartido a lo largo de un corto período de vacaciones en medio de una isla que el ‘campus’ universitario propietario alquila mensualmente a docentes y alumnos.

            Perdidamente enamorado de Ariadna, discípula de sus clases, vive atormentado porque la sabe deslumbrada por Alain Sidney, un reconocido colega mayor que él, quien en un devaneo histórico – lingüístico pretende demostrar literariamente que Napoleón jamás existió, sino que ha sido una construcción sostenida por Metternich, Chateaubriand y el almirante Nelson, con el fin de cubrir la acefalía política francesa tras la disolución del Directorio, aun a sabiendas de la cantidad abrumadora de pruebas en su contra.

            Es tal la magnitud del amor de este tímido personaje, que ha sido capaz de elaborar una ficción que justifique tal tesis para poder retener al objeto de sus desvelos a su lado todo el tiempo que dure la narración de los sucesos históricos, los que él mismo pergeñó sin hacer óbice de Cagliostro, el Judío Errante y algunas ‘mancias’ a las que acude tanto como a documentos de dudosa valía, que supuestamente corroboran la descabellada proposición de Sidney.

            Ambientada en medio de una universidad de E.E.U.U., el texto está atravesado por cierto grado de erotismo y una melancolía sin par, pues el protagonista sabe que su afán por conquistar el corazón de su amada es tan efímero como los días que comparten en la isla. Una burbuja de amor que se deshace cuando Ariadna es invitada por Sidney para compartir el Día de Acción de Gracias.

           Destaco el talento literario de Torrente Ballester, que mezcla sabiamente ficción y realidad sin pérdida de coherencia narrativa ni de verosimilitud, repartidas entre dos tramas, la del triángulo amoroso y los hechos reales que documenta la Historia. Son esas ‘interpolaciones mágicas’ a las que alude el autor en el subtítulo, las que sazonan la trama y la enriquecen.

           Por lo demás, el libro está escrito en lenguaje coloquial y se lee bien en la trama principal, aunque en las elucubraciones históricas se vuelva un poco más denso. Cuando concluí su lectura, evoqué levemente a Charles Aznavour, cantando en un más que aceptable castellano ‘lo que uno es capaz de inventar por amor’. Un muy buen libro.

martes, 18 de febrero de 2014

Calidoscopio. Glaxo, Hernán Ronsino


Eterna Cadencia, 2009

         Lo llevé de la librería el día que Ronsino acompañaba la presentación de un libro de otro autor. No lo conocía personalmente hasta ese momento y me pareció una persona amena, emotiva y buena amiga de sus colegas. Cuando acabó la reunión, recordé que este título había tenido mucha prensa y, en detrimento de su último trabajo, lo puse bajo el brazo a la hora de abonar, entre otros títulos y autores.

            Es una breve historia pueblerina, en la que Glaxo –una empresa que da trabajo a la gente local y permite la subsistencia- es el telón de fondo. Vardemann, el hijo del peluquero, es acusado del asesinato de un mormón yanqui y paga tal crimen con la cárcel. Pero era inocente; el verdadero culpable sólo saldrá a la luz mucho tiempo después. Acompañan a Vardemann, Miguelito Barrios, el Bicho Souza, Ramón Folcada, la Negra Montes y otros personajes muy bien delineados, que componen el escenario apropiado.

            Lo maravilloso y original de este relato es cómo está estructurado. Dividido en cuatro partes con los nombres de sus protagonistas y las fechas en que ocurren los hechos, el texto viaja a través del tiempo cubriendo veinticinco años de historia, desde diciembre de 1959 hasta diciembre de 1984. Pero intercala esas fechas y hechos, de manera de efectuar un viaje temporal hacia adelante y hacia atrás. No sólo nos enteramos de cómo fueron los acontecimientos que dan origen a la trama, sino que también se nos cuenta qué fue de sus personajes en el transcurso del tiempo.

            Posee todos los condimentos adecuados para una historia que ronda lo policial, sin serlo: sexo, pasión, traición, chismerío. Unido a ello, la vida, la rutina y la dependencia de todo un pueblo de la única planta que da trabajo, como trasfondo social.

            Escrito en lenguaje ameno, el libro resulta fluido y se lee de un sentón, porque resulta atrapante tanto el contenido como la forma de llevar la narración. Es ese puzzle que se va develando; ese calidoscopio que se conjuga hacia el final, el que brinda los mejores réditos.

            No soy asiduo lector de autores argentinos; mucho menos de jóvenes escritores. Pero debo reconocer que, después de la experiencia de haber pasado por las novelas de Pron, Neuman y Ronsino durante todo el año pasado, auguro felices momentos para el futuro de la literatura argentina contemporánea y, por supuesto, para los que prestamos ojos a sus escritos.

jueves, 13 de febrero de 2014

Presagio de ausencia. La vida privada de los árboles, Alejandro Zambra


Anagrama, 2007

              Hace ya algún tiempo lo había visto comentado en la blogosfera y llamó mi atención el tema. Para más, el autor es chileno y yo no había incursionado en letras de ese origen hasta el momento. Intenté conseguir un ejemplar, sin éxito. Un día se me dio por pasar por lo de un librero amigo cuando iba camino de otras búsquedas y ahí estaba, esperándome.

           Es un libro de poco más de un ciento de páginas en el que Julián, a la espera de Verónica que aun no regresa de su clase de dibujo, le ha de contar un cuento a la hija de ésta, Daniela, de seis años, hasta que la madre llegue o bien hasta que él esté seguro de que no volverá. El cuento trata sobre comentarios que sostienen un baobab y un álamo ubicados en un parque.

            En su desarrollo, Zambra nos acerca cómo se conocieron sus protagonistas, parte de la vida de Julián desde niño, las características de Fernando, el padre de Daniela, y algo de la bohemia esposa ausente.

             Lo más interesante de la narración es que Julián lega por escrito la serie de cuentos que comparte con su hijastra, con la esperanza de que ella lo lea una vez alcanzada la adultez. Por eso se la imagina a distintas edades –veinte, veinticinco y treinta años- cuando ya ha quedado en el olvido no solo el relato sino también su padrastro.

              Entre idas y vueltas hacia el futuro y el pasado, el autor desgrana una sentida trama de quien se queda solo con una hija heredada, a la que se debe ayudar a crecer. Acaso Julián, en esa noche de espera eterna, vislumbra un presagio de ausencia que se ha de extender, sin saber, a su propia existencia y la de la pequeña.

               El miedo al abandono, la necesidad de aprender a ser padre a la fuerza, la impotencia del que se encuentra al borde del abismo y solo le resta esperar el desenlace, como un espectador privilegiado de su vida, es lo que transmite Zambra magníficamente en esta breve novela, construida con elementos cotidianos. Escrita en estilo coloquial y fluido, se lee rápidamente de un sentón, dejando una nota agridulce.

sábado, 8 de febrero de 2014

Claridad meridiana. Tres veces al amanecer, Alessandro Baricco


Anagrama, 2013

           Era breve y tenía un título sugerente. No soy un seguidor de Baricco, aunque reconozco que alguno de sus trabajos me ha gustado. Tampoco suelo dedicar mi lectura a novedades recientes, como es el caso; mas al leer la contraportada decidí llevarlo. La larga espera en una antesala me brindó la ocasión de encararlo.

            Al inicio, hay una nota del propio autor aclarando el por qué de este libro. La misma hace referencia a una obra suya anterior , Mr. Gwyn, en la que el protagonista está leyendo un libro de Akash Narayan con este título. Se le ocurrió que sería bueno darle una continuidad construyendo tres relatos que justifiquen, en parte, esa escena.

            Los tres relatos presentan a una pareja en circunstancias nocturnas. En el primero, un hombre de negocios que se encuentra esperando el momento de abandonar su hotel se topa con una mujer que viene de la calle y no se hospeda allí. En el segundo, un hombre mayor, portero de hotel, escapa junto a una jovenzuela de la cercanía de su pareja. En el último, una mujer policía decide que el lugar donde se da refugio a un niño no es el adecuado y se lo lleva a un sitio que considera más seguro.

            El común denominador de estos cuentos es el amanecer. Ése es el momento en que, con la aparición de la claridad, también se resuelven las historias. Una asociación sutil en la que el primer albor de la mañana llena de luz las situaciones y les brinda un final. Por otra parte, cada encuentro de estos personajes es el primero y también el último, y si bien puede suponerse una continuidad entre algunos de los relatos, al parecer no son los mismos protagonistas.

            El libro está atiborrado de diálogos entre ambos personajes en cada una de las ficciones, como si el avance de la trama dependiera pura y exclusivamente de lo que se intercambia verbalmente. Escrito en estilo coloquial, el texto fluye rápida y dinámicamente.


           Sospecho que éste ha sido más un intento de darle curso a tres historias que ya estaban presentes en la mente de Baricco mientras escribía su obra anterior, que el hecho de elaborar un nuevo trabajo continuador. Una obra que pasa sin dejar mayor huella, muy apropiada para una noche de vigilia o de insomnio.