domingo, 26 de febrero de 2017

Laberinto literario. Ficciones, Jorge Luis Borges


La Nación, 2005

I.

            Si bien abunda material de su autoría en los anaqueles de mi biblioteca, las letras de Borges son como un buen vino añejo: requieren servirse con delicadeza, en ocasiones apropiadas y espaciadamente, so pena de ahitarse. Hacía varios años que no posaba mis manos sobre obra suya alguna y los avatares del verano hemisférico me resultaron propicios. La elección del volumen no recayó sobre éste inocentemente; es uno de sus libros de relatos más logrados y más reconocidos, escritos en la década de 1940. Al haber leído con antelación sus trabajos poéticos, quise echarle una mirada a un género que no suelo visitar con frecuencia.

II.

          El libro está constituido por dos trabajos independientes, El jardín de senderos que se bifurcan y Artificios. Ambos incluyen una serie de relatos breves acompañados de un prólogo explicativo –o iniciador- sobre qué material ha de hallar el lector. Esta edición, además, anexa tres relatos posteriores, junto a una Posdata de 1956, que obra como aclaración.

III.

            Todo el universo borgeano se da cita entre sus relatos. Allí están su pasión por la magia, la cábala judía, los cuchilleros, la fantasía de origen onírico, y también sus elementos fetiches: el laberinto, la simetría, el círculo como representación de lo eterno, el misterio de lo secreto. El texto abunda en símbolos y referencias a otras lecturas. Como habitualmente, muchas de las citas son ficticias y los autores nombrados a menudo sólo han existido en la febril imaginación de Borges.

IV.

            Con escasos elementos y una prosa raramente fluida, Borges aborda la soledad, el rol del hombre en el cosmos, el carácter cíclico de la vida, con cierto enfoque por momentos, nostálgico y en otros, profético. En ese sentido, sus líneas despliegan mundos, personajes y construcciones inexistentes, propios de lo que él mismo dio en llamar literatura fantástica.

V.

            Haciendo gala de su erudición y utilizando acertados golpes de efecto, Borges desgrana gran parte de sus ilusiones, miedos, esperanzas, de manera coloquial y llevadera. Por lo demás, un libro señero y breve, para adentrarse en su literatura.

martes, 21 de febrero de 2017

Pentalogía Alexiévich. 4. Huérfanos y despojados. Últimos testigos, Svetlana Alexiévich


Debate, 2016

I.

            Imaginemos que, instalados en nuestra zona de confort, los días se suceden sin mayores sobresaltos hasta que, de buenas a primeras, alguien grita: ¡la guerra!, y en cuestión de horas nos invaden y bombardean, debiendo evacuar nuestros hogares, sin poder llevarnos otra cosa que lo puesto. Si ya le debe resultar difícil a un adulto, ¿cómo lo vive un niño?

II.

            La autora se encarga, en esta ocasión, de entrevistar en Belarús a todos aquellos sobrevivientes que, siendo niños durante la Gran Guerra Patria –la IIGM- debieron abandonar repentinamente su cotidianeidad para salvar su vida. Muchos de ellos no lo lograron; otros muchos quedaron huérfanos después de que el ejército nazi fusilara sin miramientos a sus padres y hermanos, o lo hiciera a través del continuo bombardeo de las aldeas. Una gran cantidad debió ser albergada en alguno de los numerosos orfanatos dispuestos por el gobierno soviético.

III.

            El libro se compone de un centenar de testimonios de quienes, contando entre dos y catorce años de edad, pudieron sobrevivir a la masacre de sus familias y su hábitat, viendo cómo ardían sus propias casas y cómo el ejército invasor vejaba sistemáticamente a sus pobladores vecinos.

IV.

             Alexiévich tampoco omite los testimonios de aquellos que, por ser de origen judío, fueron conducidos a los campos de concentración nazi, ni de quienes se criaron entre la milicia rural. Por sus páginas transitan la muerte, el frío, el hambre y el despojo, así como la solidaridad del pueblo y la esperanza de alcanzar la victoria final.

V.

              En estilo descarnado y por momentos bastante cruento, el conjunto de entrevistados –algunos de los cuales se niega a recordar lo sucedido por lo que suscita en su interior- brinda una mirada de primera mano de cómo han vivido los horrores de la guerra quienes se encontraban en el mayor estado de indefensión y vulnerabilidad. Para leer y no olvidar.

jueves, 16 de febrero de 2017

Lazos virtuales. Apropiación indebida. Una novela sobre el amor, Lena Andersson


Alfaguara, 2015

I.

          El título refiere al Código de Derecho Privado de Suecia por el que cualquier persona que usurpare el derecho de otro a hacer uso de un bien propio o lo impidiere es reo de apropiación indebida. La autora lo extiende a aquellos que, con sus actos, generan dependencia en otro/s sin corresponder a las expectativas.

II.

            La ensayista Ester Nilsson es invitada a participar en una conferencia sobre el célebre artista local, Hugo Rask –algo mayor que ella-, quien estará presente. Al finalizar la misma, se conocen y Ester queda prendada del encanto de Rask. Después de idas y venidas consuman su relación, pero ésta no se consolida.

III.

            En toda la trama existen dos planos. La historia que sirve de vehículo para plantear el desamor, la no correspondencia entre uno que ama y el otro que se deja amar –un vínculo asimétrico-, y el planteo ético, con ribetes filosóficos, que tienen que ver con el cuestionamiento sobre la falta de honorabilidad de quien, sabiéndose en poder de la rendición ajena, no responde a los cánones como se espera.

IV.

            Hay párrafos que no tienen desperdicio, como el siguiente,

‘La fortaleza y la habilidad inspiran admiración, pero no amor. Lo que infunde amor es la fragilidad humana, las grietas que llevamos dentro. Pero la fragilidad por sí sola no basta, debe completarse con autonomía y una cierta capacidad de reflexión crítica sobre uno mismo. Las grietas despiertan ternura, pero tarde o temprano aquello que produce ternura acaba engendrando agresividad. La menesterosidad pura es, a causa de su impotencia, tan imposible de amar como la fuerza bruta.’

V.

            Andersson brinda a lo largo de algo más de doscientas páginas una mirada sobre los lazos virtuales que hacen que una persona quede a la espera de una respuesta adecuada a lo que ha sido para ella trascendente –v.g., relaciones sexuales de por medio- de parte de otra que vive mucho más el presente sin preguntarse acerca de lo que sus actos generan en los demás. Con una prosa fluida y aristas filosóficas que llaman al debate entre géneros, el libro fluye bien. No obstante, me pareció demasiado apegado al enfoque femenino.

VI.

        Coda anecdótica. Mi ex decía que todos aquellos que fueron pareja solían reaparecer cual fantasmas en el horizonte cuando se enteraban de que estabas sola. Los llamaba cadáveres insepultos. Toda una definición, ¿no?

sábado, 11 de febrero de 2017

Pentalogía Alexiévich. 3. Los innecesarios. Los muchachos de zinc, Svetlana Alexiévich


Debate, 2016

I.

            El primer período de la Guerra Civil de Afganistán cubre los años 1978 a 1992, donde el partido socialista en el poder, tras una revuelta de los islamitas, solicita socorro a su vecino aliado, la U.R.S.S. El Politburó, a cargo de Leonid Brezhnev, decide enviar efectivos en defensa del comunismo amenazado, en calidad de ‘soldados internacionalistas’. Abusando de la negligencia y el desconocimiento de la población y apelando a un mal entendido patriotismo, fueron enrolados y enviados al frente jóvenes bisoños. Más de quince mil de ellos perdieron la vida y muchos volvieron mutilados de las tierras afganas. Los cuerpos de los occisos –o partes de los mismos- fueron devueltos a cada familia en un ataúd de zinc sellado.

II.

            Fiel a su particular estilo, Alexiévich reúne en esta ocasión los testimonios no sólo de aquellos que pudieron regresar y contar las atrocidades cometidas y sufridas en Afganistán sino también el de las madres que recibían los cuerpos, dando así lugar a la expresión de dolor y repudio por la pérdida de vidas humanas en lo que hoy se considera una guerra inútil.

III.

            Es que, valiéndose de la figura y del culto al héroe, una cantidad ingente de jóvenes se vio en la disyuntiva de empuñar las armas en un país ajeno o ser tildado de cobarde y, por ello, expulsado del Partido –lo que equivalía a ser deportado de los escasos beneficios y de la vida social-. Así, muchos también incentivados por la buena paga o, simplemente, por adherir al comunismo, se alistaron voluntariamente, sin saber que eran conducidos a una muerte segura.

IV.

          El cuestionamiento sobre el rol ejercido por los soldados rusos que tomaron parte –a quienes llaman afganos- ha cambiado sustancialmente pocos años después, pasando de héroes y mártires, a asesinos, drogadictos y otros epítetos, puesto que aquél era un ejército de ocupación; no peleaba por su patria sino en nombre del sacrosanto comunismo. No por nada, el Politburó terminó considerando la decisión de brindar ayuda como un error, y endilgó a los sobrevivientes y muertos el estigma de criminales e innecesarios, para acallar las quejas del pueblo; más, a partir del retiro de las tropas y la derrota de lo que dio en llamarse el Vietnam ruso.

V.

       Algunos años más tarde, Alexiévich saca provecho de cuanto se le relata. Intenta esclarecer si la lucha y la guerra son parte del alma rusa. Ordena los testimonios en tres capítulos e incluye en forma de epílogo los juicios civiles que tuvo que enfrentar por la publicación de esta obra considerada literatura documental. En todos los casos, deja en claro que los responsables únicos de tamaño horror han sido las autoridades soviéticas, no los jóvenes ni sus familias, quienes no dejan de criticarle a la autora el renombre y los ingresos percibidos por este libro.

lunes, 6 de febrero de 2017

La otra realidad. La flor púrpura, Chimamanda Ngozi Adichie


Debolsillo, 2006

I.
            
          Tanta alharaca por esta joven escritora nigeriana, llenando espacios en la blogosfera con ecos de sus trabajos más recientes, me forzaron a ir por ella. Fiel a mi principio de iniciar por el comienzo, encontré éste, su primer trabajo, y lo llevé. El sello de portada que advierte al incauto que se trata de un best seller, obra más en contra que a favor para lectores que hurgan un poco más allá de las letras destinadas al público masivo –aunque bajo esa denominación también pueden hallarse algunas notables excepciones-.

II.

            Situada en Enugu, una ciudad nigeriana, la vida de los hermanos Kambili y Jaja semeja más un entrenamiento militar y religioso que la típica adolescencia de dos teen agers que asisten a la escuela. Hijos de uno de los hombres más ricos y reconocidos del lugar, deben cumplir con una estricta agenda que, además, incluye las plegarias y elude el ocio.

III.

            Pero tras una aparente vida familiar ordenada y disciplinada se esconde un padre que habiendo abrazado con fervor el cristianismo, abjura del pasado fetichista y pagano de sus ancestros –e impide el ingreso a su casa y regula el contacto con el abuelo paterno de los chicos-; mantiene el control de los mismos a través del chófer, de manera de estar continuamente informado de sus actividades extraescolares; inflige castigos corporales brutales ante el incumplimiento de sus normas, y ejerce la dominación  y violencia de género contra su esposa.

IV.

            La estereotipada y rutinaria agenda cotidiana se desmorona debido a un golpe militar que amenaza la pax armada de los protagonistas, cuando el padre decide enviar a sus hijos a visitar a su hermana Ifeoma, madre de tres hijos y viuda, que vive en el campus universitario de otra ciudad. Tanto Jaja como Kambili despiertan a otra realidad, en un entorno donde se valora el juicio crítico e independiente, la vida se comparte con alegría y con menos apego a las reglas impuestas por el padre. Al regreso, ya nada volverá a ser lo mismo.

V.

             Una historia bien narrada y bien llevada, con sólidos argumentos literarios, que intenta ser una denuncia contra la violencia familiar y el abuso de malos tratos. De trasfondo, una mirada socarrona a la sociedad nigeriana –exportable a otras geografías africanas-, que se debate entre golpes de estado y persecución política. En estilo coloquial, el texto fluye amenamente. Un inicio que resulta prometedor para posteriores lecturas de otras obras de la autora.

miércoles, 1 de febrero de 2017

Pentalogía Alexiévich. 2. Las que no han tenido voz. La guerra no tiene rostro de mujer, Svetlana Alexiévich


Debate, 2015

I.

            De los combates, aciertos y errores, triunfos (más) y derrotas (menos) de la Segunda Guerra Mundial, hemos visto y aprendido a través de los films bélicos que Hollywood (en su mayoría) nos ha querido mostrar (vender); sobre todo, del protagonismo yanqui en la misma, como si ellos hubieran sido los (únicos) triunfadores. También hemos vibrado con la defensa aérea inglesa al intenso bombardeo de sus ciudades y la acción de la resistencia francesa una vez que los nazis ocuparon su territorio. Poco se ha exhibido, en cambio, del frente ruso, verdadero vencedor o, al menos, responsable de inclinar la balanza a favor de los Aliados. Pero mucho menos se sabe de las mujeres soviéticas que participaron junto a los hombres en la contienda.

II.

            Con este trabajo, Alexiévich viene a cubrir un enorme vacío que dejó la Gran Guerra Patria –así se la llama a la IIGM en Rusia- con todas esas mujeres que de alguna manera tomaron la valerosa decisión de enfrentarse a un enemigo poderoso y mejor equipado. El libro compila una serie importante de testimonios de las sobrevivientes, tomados entre 1978 y 1985, dándole de esta manera voz a las que, por prudencia, miedo o principio de conservación, callaron una vez alcanzada la Victoria. Porque hasta ahora, la guerra era sólo cosa de hombres.

III.

          No solo narran sus anécdotas aquellas destinadas a comunicaciones, enfermería, medicina y propaganda, sino también las que tomaron armas -francotiradoras, pilotos, tanquistas, etc.- y las que formaron parte de los partisanos, la milicia rural. Cada una, a medida que evoca sus recuerdos, le va entregando al lector jirones de su propia vida. Varias de ellas lloran; otras prefieren callar para no volver a sentir aquel dolor. Alexiévich sabe darle el espacio a todas para que se explayen, se tomen sus tiempos y prosigan con sus relatos. Como siempre, desgraba las pláticas una vez concluidas y las vuelca al papel sin su participación.

IV.

            Los testimonios abordan distintos temas: el horror de los bombardeos, las condiciones sanitarias, los motivos por los que se enrolaron en la milicia, los actos de heroísmo, el escaso reconocimiento de las autoridades, el frío y el hambre, el miedo a quedar mutiladas, el amor y el regreso a casa, entre otros. Para muchas, la guerra no concluyó el día de la Victoria; prosiguió desactivando minas del terreno y enfrentando a las otras mujeres –las que se quedaron en casa- que las tildaron de prostitutas.

V.

            Alexiévich agrupa la temática por capítulos en un libro que es fiel reflejo de lo vivido por todas esas mujeres que, fusil o gasa en mano, decidieron hacer suya la lucha contra la invasión nazi.