martes, 21 de febrero de 2017

Pentalogía Alexiévich. 4. Huérfanos y despojados. Últimos testigos, Svetlana Alexiévich


Debate, 2016

I.

            Imaginemos que, instalados en nuestra zona de confort, los días se suceden sin mayores sobresaltos hasta que, de buenas a primeras, alguien grita: ¡la guerra!, y en cuestión de horas nos invaden y bombardean, debiendo evacuar nuestros hogares, sin poder llevarnos otra cosa que lo puesto. Si ya le debe resultar difícil a un adulto, ¿cómo lo vive un niño?

II.

            La autora se encarga, en esta ocasión, de entrevistar en Belarús a todos aquellos sobrevivientes que, siendo niños durante la Gran Guerra Patria –la IIGM- debieron abandonar repentinamente su cotidianeidad para salvar su vida. Muchos de ellos no lo lograron; otros muchos quedaron huérfanos después de que el ejército nazi fusilara sin miramientos a sus padres y hermanos, o lo hiciera a través del continuo bombardeo de las aldeas. Una gran cantidad debió ser albergada en alguno de los numerosos orfanatos dispuestos por el gobierno soviético.

III.

            El libro se compone de un centenar de testimonios de quienes, contando entre dos y catorce años de edad, pudieron sobrevivir a la masacre de sus familias y su hábitat, viendo cómo ardían sus propias casas y cómo el ejército invasor vejaba sistemáticamente a sus pobladores vecinos.

IV.

             Alexiévich tampoco omite los testimonios de aquellos que, por ser de origen judío, fueron conducidos a los campos de concentración nazi, ni de quienes se criaron entre la milicia rural. Por sus páginas transitan la muerte, el frío, el hambre y el despojo, así como la solidaridad del pueblo y la esperanza de alcanzar la victoria final.

V.

              En estilo descarnado y por momentos bastante cruento, el conjunto de entrevistados –algunos de los cuales se niega a recordar lo sucedido por lo que suscita en su interior- brinda una mirada de primera mano de cómo han vivido los horrores de la guerra quienes se encontraban en el mayor estado de indefensión y vulnerabilidad. Para leer y no olvidar.

6 comentarios:

  1. No a ese nivel, pero tengo aun vivos, en mi madre, relatos de la guerra civil cuando ella era niña, y mi padre y mi abuela estuvieron en Gernika (en su casa, que entonces desapareció) durante el bombardeo de la Legión Condor, luego el exilio en Francia, la carcel... Las guerras duran toda la vida.
    La guerra en Rusia fue particularmente furios y cruenta, la enfermiza y sádica crueldad de los nazis alemanes y de sus ejercito o de las multinacionales Waffen SS o de los ejercitos de voluntarios, y las tácticas de guerra soviéticas para con con sus soldados fueron los que provocaron esas elevadísima mortandad. Si yo fuera ruso, nunca perdonaría a los alemanes, como no perdono a...

    un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Cualquier guerra, Wine, siempre deja resabios, rencores y resquemores. Si no hubiera existido el Pacto de Versalles, el nazismo hubiera demorado bastante su ascenso al poder. Es como si la guerra se autoalimentara continuamente de su pasado.
      No se si duran toda la vida, pero subsisten en la memoria y, muchas veces, es esa memoria el caldo de cultivo de una nueva guerra.
      La vida en los orfanatos y el despojo a que fueron sometidos los pequeños sobrevivientes resulta conmovedor.
      Respecto del tratamiento que recibían los soldados soviéticos si desertaban o intentaban volver queda en evidencia cuando le preguntaron a un soldado cómo es que el Ejército Rojo llegó a Berlín; respondió: 'era menos riesgoso enfrentarse a los alemanes que intentar regresar a la U.R.S.S.'.
      Un abrazo.

      Eliminar
  2. Creo que ya nos conocemos y sabes de sobra lo que voy a decir. Ni imaginar quiero la situación que nos planteas al inicio. Pienso que en principio un niño si es lo bastante pequeño, lo lleva mejor si consigue estar con su familia, imagino que ven menos hasta dónde llega la tragedia.
    Pues comparado con este, el de Chernobil parece novela rosa.
    Madre mía, esta mujer me lo está poniendo muy difícil.
    Besitos complicados

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estoy de acuerdo contigo en que es mejor que un niño pequeño esté con su familia. Pero... ¿y si todos han sido capturados o muertos?, ¿cuál es la red que los ha de contener?
      Libro duro, sin dudas. Hasta ahora, no hay ninguno que no cuestione al género humano en lo que hay en él de animal y de maldad. El de Chernóbil tampoco es tan viable. Espera al último y decides, ¿si?
      Un beso poco esperanzador.

      Eliminar
  3. Hola Marcelo.
    La voz de los más pequeños, aunque resulte muy duro, debe ser escuchada en situaciones como esta, como bien dices, "leer y no olvidar" hay historias que necesitan llegar a la gente, a los lectores, para que arraigue en la conciencia el despropósito de la guerra.
    Un abrazo pibe!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Paco!
      Habiendo tantos testimonios de menores a los que la guerra ha dejado huérfanos, me pregunto cómo es que aún se sigue luchando desoyendo estas voces... Debe ser que los intereses a los que responden las guerras no se ocupan de otra cosa que defender sus beneficios o capturar unos nuevos.
      Cuídate, amigo!

      Eliminar