Salamandra, 2013
Lo
apunté al leer las líneas de Marisa, aunque había pasado ya mucho tiempo cuando
lo encontré. Dudé al abrirlo, porque no recordaba muy bien la trama. Pero llamó
mi atención descubrir que el verdadero título fuese Nagasaki. Era la primera vez que hallaba un libro en el que su
título en español no tuviera nada que ver con el de origen. Y si bien esperaba
que estuviera ambientado en esa célebre ciudad del Japón, me resultaba curioso
que su autor fuera francés. La combinación de ambas sorpresas decidió su
suerte.
Shimura Kobo es un cincuentón que
habita un barrio de Nagasaki. Se desempeña como meteorólogo y vive solo en una
modesta casa. Su vida se ha vuelto rutinaria, producto de una serie de
desencuentros y mala fortuna amorosas. Un día, nota que del refrigerador le
están faltando cosas, como si alguien consumiera sus alimentos: yogur, jugo de
naranja, etc., mas no acusa otra ausencia del resto de los efectos personales.
Alarmado por un posible hurto, instala una cámara que puede controlar desde su
ordenador en su oficina. Desde allí, descubre que una mujer se pasea dentro de
la casa en las horas en que él trabaja. El resto de la historia se resume en la
denuncia y posterior captura de ‘la intrusa’.
Con una prosa concisa y fluida, Faye
nos adentra en una serie de reflexiones: ¿por qué habitamos las casas que
habitamos?, ¿cómo nos apropiamos de nuestro espacio?, ¿cómo elegimos el lugar
en el que decidimos vivir?, ¿cuánto influyen los momentos felices en el
recuerdo del lugar donde alguna vez vivimos?, ¿qué sentimos cuando ese lugar
tan grato es demolido, o cuando alguien se nos entromete sin permiso? Estas son
las cuestiones a responder en este breve y emotivo libro.
El marcado contraste entre la experiencia
personal respecto de la vivienda de sus protagonistas y los motivos vinculados
al sentido de la propiedad que cada uno alega, unidos a la naturaleza
nostálgica y evocativa de un pasado más auspicioso que el vacío y angustioso
presente, son los sustanciosos condimentos que permiten que el texto vaya mucho
más allá de la propuesta narrativa del autor. Con líneas sobrias, sin excesos
ni minimalismos, y un final brillante, Faye entreteje un sentido y profundo
relato sobre la propiedad y los afectos, sin omitir una mirada acerca de la
soledad y la frustración. Un libro para tomar en cuenta.
Tomado en cuenta pues, qué duda hay. Reflexiones culminadas en un final brillante, no se puede uno negar.
ResponderEliminarUn besote de verano
Es un libro breve pero con cierta profundidad, Norah. Creo que te irá bien. No es sólo el sentido de la propiedad lo que está en el tapete, sino la manera de apropiarnos del lugar que habitamos. es muy interesante.
EliminarUn beso grande en este inicio de invierno.
Parece una propuesta muy interesante. La idea de encontrar a un intruso en mi casa, alguien que toca mis cosas, invade mi intimidad, es una de mis peores pesadillas. Conozco a una persona, que al ver su piso "violado" por un ladrón, se negó a volver a vivir allí, con todos los problemas de compra-venta y mudanza incluidos. Tiene que ser algo muy duro. Prefiero comprobar cómo lo afrontan otros, qué emociones despierta esa situación. Y más si se trata de alguien de una cultura tan distinta a la nuestra. Voy a buscar a "La Intrusa". Muchas gracias la recomendación!
ResponderEliminarES muy duro, Agnieszka. En 1999, justo al cumplirse un año de mi mudanza entraron a este apartamento, en mi ausencia, para robar. Te sientes muy impotente al ver tus cosas esparcidas por todas las habitaciones -objetos personales, ropa, libros, etc.-. No se cómo sentirá una mujer el ser violada, pero trato de asociar mi sensación de entonces con ello.
EliminarEn este caso, no se trata tanto de una violación a la privacidad -que de hecho lo es, pues la intrusa vive dentro- sino de una 'ocupación', una suerte de 'usurpación del hábitat', tal como lo plantea Faye. Descuento que te gustará.
Gracias a ti por darte una vuelta. Ojalá lo disfrutes!
Besos para ti.
Este libro lo tengo siempre entre los pendientes, como a mano, por aquello de que es cortito y lo puedo leer en cualquier momento. Pero he visto algún comentario no tan positivo como el tuyo que le ha dejado ahí, en standby... Ahora renuevas el interés, así que lo mismo está próxima su lectura.
ResponderEliminarA mi siempre me ha parecido que nuestras casas es el último bastión. Si violan ese espacio la indefensión es total y absoluta...
Besos!
Hazle un lugar, Ana. Puede que no sea todo lo profundo que uno desearía, pero el mero hecho de que expongamos nuestro parecer acerca de cómo vivimos la pertenencia de nuestras casas aquí mismo, al menos justifica que se le de la oportunidad. No ocupa mucho tiempo y nos deja pensando.
EliminarUn beso grande para ti.
Si sigues haciendo propuestas interesantes, Proust irá más lento. La retengo en la mente y te dejo la responsabilidad dentro de un tiempo de recordármela :))
ResponderEliminarMi espacio es para mi imprescindible, no me gusta que lo invadan y que toquen mis cosas (de hecho hablo de una pequeña habitación de un piso normal y corriente), así que no sé cómo aceptaría a una "intrusa" rondando por ese espacio. Sin embargo no es un robo en sentido estricto (también padecí uno y la sensación es muy desagradable) por lo que he entendido y siempre estoy dispuesta a los interrogantes que deja una lectura.
Besos!!
Sabes bien que no es mi intención que relegues a Proust. Te lo recordaré cuando Marcel haya quedado atrás. Si, es un libro breve que te deja algunas preguntas que solo tú puedes responderte.
EliminarBesos para ti, U-to!