Anagrama, 2001
Fue
uno de los primeros libros que incluí en mi prístina lista de títulos, allá a
fines de 2009, cuando aun no incorporaba más que algunos, porque parecía ser
EL libro de Piglia a leer. Como, en
general, soy poco dado a encarar obras de autores nacionales contemporáneos, el
volumen durmió un sueño de más de cinco años. Quiso el destino que Piglia
decidiera publicar sus más de trescientos cuadernos de diarios, que cubren más
de cincuenta años, en tres volúmenes editados por la misma editorial, justo
cuando concluí su lectura. Dado lo complejo del material, dividiré la reseña en
diversas partes.
TRAMA
Emilio Renzi es un joven escritor
que en su primer libro narra una historia familiar. Su tío, Marcelo Maggi,
protagoniza la novela, dado que él, casado con la hija de un aristócrata local,
decide abandonarla para irse con una prostituta. Detenido por un robo fraguado y
encarcelado, al cumplir su condena se
instala en una ciudad de frontera desde la que mantiene con su sobrino un
intercambio epistolar. En verdad, Maggi intenta escribir la historia de Enrique
Ossorio, secretario privado de Rosas, a quien se acusa de traidor o doble
agente, que fugó hacia Brasil y, llevado a California por la fiebre del oro, se
hizo rico, volviendo a Copiapó, Chile, donde se suicida poco antes de la
caída de Rosas en 1852. Su nieto, Luciano Ossorio, receptor final de los
papeles de su abuelo, es el suegro de Maggi -con quien mantiene fluidas
conversaciones mientras dura la relación, y a quien lega el contenido-. El
resto, se trata de lo ocurrido con Renzi al llegar a la ciudad fronteriza para
encontrarse con Maggi y con los papeles de Ossorio.
ESTRUCTURA
El libro se divide en dos partes. En
la primera, titulada Si yo mismo fuera el
invierno sombrío, Piglia nos pone en antecedentes. Al inicio, Renzi narra
en primera persona la historia de Marcelo Maggi y su mujer. Luego, pasa al
intercambio con su tío, quien le sugiere entrevistar a su suegro, el ex-senador
Luciano Ossorio; el segundo capítulo recoge los pormenores de esta entrevista.
El tercero, intercala papeles de Enrique Ossorio -ya en poder de Maggi- con algunas
apreciaciones personales, la imposibilidad de coordinar el trabajo para darle
forma literaria y la aparición de Arocena, un oscuro investigador que viola la
correspondencia intentando hallar un mensaje cifrado en el contenido.
La segunda, Descartes, comienza con la llegada de Renzi a la ciudad de
frontera, narrada por el polaco Vladimir Tardewski –una suerte de Witold
Gombrowicz literario-. Después, Renzi retoma el protagonismo para que entre
ambos surja lo más interesante del libro, reunido en torno a la crítica
literaria. Allí, Piglia/Renzi se da el lujo de postular que Borges fue el escritor
que vino a cerrar una forma de hacer literatura argentina en el siglo XIX; que
es Roberto Arlt quien indica el camino a seguir para el siglo XX –escribiendo
desde otra óptica y con otras normas narrativas-, y se permite sugerir a través
de Tardewski/Gombrowicz un encuentro entre Hitler y Kafka en la Praga de los
años ’20. También, contrapone el razonamiento de Descartes –donde la base de
todo cuestionamiento lógico es la duda- con el pensamiento de Hitler, quien
sostiene que todo debe ser planificado, sin dejar resquicio a duda alguna.
ESTILO
La novela es poliédrica y compleja.
Utiliza elementos del género policial y del epistolar, mezclando cuestiones
filosóficas y devaneos metafísicos en medio de monólogos, cartas, diálogos y
demás elementos discursivos. Por otra parte, Piglia hace un uso extensivo del
narrador interdiegético. Lo sobresaliente siempre es la crítica literaria. La
mención a Wittgenstein y su obra sobrevuela toda la segunda parte,
probablemente la más rica.
TRASFONDO
Confieso que había leído la mitad
del volumen cuando me acerqué a la Jefa de Carrera del Profesorado de Letras
-con quien comparto afinidades literarias- y le transmití mi desconcierto.
Cuando repasé las líneas y hallé esa pregunta -¿cómo hablar de lo indecible?-, comencé a darme cuenta hacia dónde
Piglia nos obligaba a mirar. Escrito en pleno Proceso de Reorganización
Nacional, el autor habla con solipsismos, evasivas, acerca de lo que ocurría a
su espalda: tortura y desaparición, aquello de lo que nadie se animaba a
hablar.
Ambientada en 1979, donde se
encuentran Luciano Ossorio, Renzi y Maggi, la historia se retrotrae a 1850 con
Enrique Ossorio y sus papeles. Todos sus personajes son marginales pero
conservan una versión distinta de los hechos; asumen así la versión de los que no
tienen voz. Porque la historia se convierte en relato oficial: se vierte en palabras una forma de ver y explicar la
realidad; aunque no sea espejo de lo Real, sino la manera en que el Poder se
apropia del discurso para indicar cómo la sociedad debe ver esa realidad.
Por momentos, profundo, y de a ratos,
distendido, el libro fluye lentamente. ¿Qué valor tiene el lenguaje a la hora
de relatar hechos? ¿Se puede narrar lo real, lo que ocurre realmente, o sólo
podemos acercarnos desde una interpretación subjetiva? ¿Nos podemos librar de
la propia historia con solo contarla? Son algunas de las preguntas que me dejó
Piglia para reflexionar. Un libro distinto.
Siempre he pensado que se narra sobre lo que uno interpreta, de alguna manera casi siempre hay algún filtro que no permite hablar de lo que ocurre "realmente". Me ha parecido curioso encontrar ese pregunta porque hace nada discutía sobre ella.
ResponderEliminarNo he leído al autor, Marcelo. Su última publicación me llama ala atención pero aún no estoy pro cogerlo. Tu reseña me sirve de introducción a sus letras y por lo que veo es para ir preparada.
Besos
En lo personal, Piglia me gusta más como crítico literario que como escritor, pero éste es un texto señero... y arriesgado para la época en que fue escrito. Afortunadamente, los censores de ese momento político no supieron comprender el trasfondo.
EliminarRespecto de narrar lo real, ya el propio Joyce -y antes de él, Shakespeare- sostenía que el lenguaje es una representación que permite cierta comunicación pero no apropiada para la descripción de la realidad. Es un tema que viene dando vueltas hace siglos, Marilú.
Ojalá te animes con alguno de sus títulos.
Un beso grande!
Hola Marcelo. He sobrevolado tu blog muchas veces, con placer, y hoy me asiento, a ver si escribo algo. Me intimida un poco tu erudición, pero hoy voy a superarla :)
ResponderEliminarCon Piglia me ha pasado que he leído con gusto su reportajes en la revista Ñ (soy argentino como tú), me compré lo que es más explícitamente de crítica, y que está al alcance de mi comprensión (El último lector). Pero, pero... no disfruto de sus novelas, a pesar de haberlo intentado más de una vez. Me parece que cae (demasiado) en ese vicio pos-borgeano que aún pesa en la literatura argentina: intelectualizar demasiado, poner en la licuadora tantos elementos extranarrativos, que el resultado es un híbrido, demasiado híbrido. Imagínate que si tú, que tienes una formación en Letras tuviste que pedirle ayuda a una especialista, qué nos queda para los lectores de a pie. Y cuando algo está tan lleno de códigos implícitos, tanto esoterismo cansa. Seguramente tiene un público de gente que genuinamente lo entiende y disfruta. Tal vez algún día llegue a eso, pero hoy no me quita el sueño.
Bueno, quería pasar por tu casa y dejarte mis saludos. Siempre leo tus comentarios en otros blogs, y me parecen muy atinados y cordiales. Esto no es un tiro por elevación para que pases por el mío. Yo no soy propiamente un bloguero, soy un voayeur, un visitante en busca de buenas reseñas, que disfruto por partida doble: por encontrar buenos libros, y por las reseñas mismas, algunas una obra de arte en sí mismas.
Un abrazo
Hola, Josebla. Bienvenido! Me alegra enormemente que hayas decidido animarte a escribir, porque siempre es bueno que los lectores estemos atentos y comunicados -y no solo lectores-.
EliminarGracias por tus líneas que sirven de aliento; es fantástico saber que lo que uno plasma en un escrito le es útil a otro lector y dispara opiniones que, como la tuya y la de los demás que participan, sólo pueden enriquecernos a todos. Esa es la finalidad de este blog.
Yendo a Piglia, ésta ha sido mi primera aproximación. Tengo 'Prisión perpetua' y mi costado de amante lírico me exige hacerme de un ejemplar de 'La ciudad ausente', sobre el que se basa la ópera homónima de Gerardo Gambini.
Comparto plenamente contigo -con vos- que aun la literatura argentina no ha podido sacudirse esa necesidad de intelectualizar sus obras. Tal vez la generación más joven de Neuman, Pron, Bizzio, Ronsino y algunos más lo logren.
Por último, estoy formado en Exactas -termodinámica, análisis químico y mecánica cuántica son mis temas-. De Letras, nada; de erudición, menos. Lo que lees aquí es lo que me dejó cada una de las lecturas y un ejercicio -no sin esfuerzo- por tratar de extractar lo mejor que puedo las sensaciones y reflexiones que sedimentaron ellas.
Gracias por darte una vuelta. Nos seguimos leyendo.
Un fuerte abrazo!
El lenguaje es como plastilina, lo utilizamos para dar forma a nuestra percepción de la realidad. No he leído nada de Piglia y veo que le valoras más como crítico literario que como escritor, pero también te ha dejado unas reflexiones más que interesantes. Dudo, Marcelo :)
ResponderEliminarUn abrazo
El lenguaje es una aproximación, pero como tal, resulta limitado. ¿Cómo puedo poner en palabras la emoción que inunda de lágrimas mis ojos, de manera que tú, Ana, puedas captar qué siento, cómo siento? Difícil, ¿verdad?
EliminarHay más! ¿Podemos exorcizar nuestros propios demonios con solo ponerlos en palabras, de manera que ellos pierdan el poder que tienen sobre nos?
Piglia adolece de ser un poco enrevesado, como si eso fuese necesario para hacer 'buena' literatura. Pero éste me pareció bien narrado, con ciertas apreciaciones personales que han vuelto jugoso al texto.
Si tu duda es existencial, Ana, te recuerdo que Descartes albergaba la misma duda, que ha sido la base de su filosofía.
Un gran abrazo.
Te agradezco tu respuesta. Y veo la de Ana. Bravo: la mitad del mérito de un buen blog es la interacción, pienso yo (autores disputan, obvio). Y respecto del asunto de cómo las palabras nos "ayudan", yo encontré un principio de solución a este dilema leyendo a Vigotsky. Seguramente lo conoces, tal vez mejor que yo. Para mí su planteo de cómo el conversar, el "poner en funcionamiento el lenguaje" genera pensamiento nuevo (y con ello alternativas y hasta emociones nuevas), fue revelador.
ResponderEliminarUn abrazo
No estoy muy al tanto de Vigotsky, aunque me suena a un nuerolingüista ruso. De todas maneras, sí, el poner en palabras nuestras sensaciones genera un espacio para pensar nuevamente. Gracias por señalarlo, José.
EliminarOtro abrazo.
No he leído nada de Piglia, así que estoy por estrenarme.
ResponderEliminarEl lenguaje es el intento más aproximado que expresa nuestro pensamiento y nuestras emociones, sin embargo tiene sus limitaciones en si mismo, por no añadir que luego el receptor, quienes leemos, interpretamos y sentimos en función de nuestras propias experiencias y emociones. Y así se monta un "cacao" impresionante que resulta difícil dilucidar.
Sortear la censura de una dictadura no es nada fácil, si él lo consiguió ya es un gran mérito.
Abrazos!!
Fue un experiencia rara, U-to. De a ratos sentía que algo me perdía y volvía páginas atrás. Al final, creo haber captado un poco la esencia del planteo y coincido en que es difícil comunicar a otro la realidad de algo.
EliminarPor supuesto que valoro su valentía de intentar hacer conocer la realidad cuando esa misma realidad era horrorosa, lo que ponía en juego su vida. Volveré a Piglia dentro de un tiempo.
Un beso!
Este es de los pocos que me faltan del autor. Me encanta Piglia, aunque a ratos parezca un tanto enrevesado en sus modos
ResponderEliminarBesos
¡Qué bueno que opines que sólo es enrevesado de a ratos, Silvia! Aquí se tiene la certeza que, si así no fuera, no podría ser considerado 'buen' escritor. ¡Claro!, después de Borges, escribir linealmente se consideraría un retraso, ¿no? Al menos, para los entendidos.
EliminarOjalá lo puedas encarar en breve, así nos allegas tus excelentes líneas al respecto.
Un beso.