domingo, 13 de diciembre de 2015

Infancia en guerra. Gárgaras con alquitrán, Jáchym Topol


Lengua de Trapo, 2008

              Lo rescaté de un comentario aparecido en la blogosfera acerca del autor, y conseguí dos de sus obras, editadas por el mismo sello, cuando en verdad intentaba hacerme de un ejemplar de ‘Hermana’, libro emblemático que sacó a Topol del anonimato. Deambulando una noche en medio de mi biblioteca, lo encontré e inicié su lectura.

           Ilja es apenas más que un mocoso, un niño cerca de los diez años, que comparte su vida con otros refugiados en un pueblo perdido dentro de la Checoslovaquia de Dubcek. Las monjas que los asisten en el Hogar, una suerte de orfanato, obligan a hacer gárgaras con jabón de alquitrán a los niños que mienten. Un buen día de 1968, el ejército invasor soviético traslada a las monjas –a quienes jamás volverán a ver- y los niños quedan desvalidos, a merced de sí mismos. Algunos morirán a manos de otros niños o de los soldados –checos o rusos- y el resto se valdrá de sus propios recursos para salir adelante, ya sea con unos u otros.

         Topol utiliza sabiamente los sucesivos cambios de bando de Ilja para mostrarnos la crudeza de la guerra, enfocada desde los dos frentes en pugna con realidades totalmente distintas: allí están las fuerzas del Pacto de Varsovia, intentando disciplinar a una díscola sociedad checa que combate con todas sus armas la opresión del oso ruso con una vanguardia militar que cuenta con mucho brío pero sin pertrechos adecuados y que no resultan de eficaz oposición al poderío desplegado por los primeros.

            Con elementos simples y cotidianos, el autor construye un relato verosímil, narrado desde la observación de un pequeño, a quien toca ser testigo ocular de actos de violencia de toda índole, atropellos, vejaciones varias y que aprende a sobrevivir en medio de una guerra sin otra ayuda que su sentido común y cierta dosis de inteligencia.

             Los deseos de diversión y de tranquilidad, los sueños y las fantasías del pequeño Ilja se intercalan con la agresión brutal, las violaciones a los derechos y la codicia de los militares rusos, cuya ocupación va ganando terreno a medida que la escalada bélica se torna más cruenta. 

              De estilo directo y coloquial no carente de lirismo, Topol va desgranando las reales características del conflicto. Un libro que evidencia los horrores de la guerra desde la mirada por momentos aguda y siempre inocente de un niño a quien la vida obligó a crecer rápidamente.


12 comentarios:

  1. Respuestas
    1. No tengo noticias de la Chequia de Dubcek, ni de la que vino después. Sólo tengo una vaga referencia por Vaclak (Havel) de qué pasó. Y no me agrada.
      Libro descarnado si los hay, Agnieszka, aunque sospecho que no me encontrado aún con todos los horrores rusos.
      Será cuestión de hacer lectura -y experiencia-.
      Un beso.

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  2. Qué cosas más bonitas me traes...
    Solo con el título confieso que leí la reseña por ser vos, que si no, ni eso. Ni media pena por lo que le pasara a esas monjas, y yo que pensaba que las de mi cole eran malas.
    Hablando en serio, no, no entiendo mucho tampoco por qué reflejar todo eso tan condensado y de forma tan obvia en un libro, esas ganas de sacudirle al lector un puñetazo en con cada página.
    O soy yo, que soy una blandengue, puede ser, pero tiene que haber de todo ¿no?
    Besos a montones para vos.

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    1. Tía, como en todo el mundo, hay gente y gente. Con esto quiero decir que hay monjas que se conduelen con/por el prójimo -y actúan en consecuencia- y otras que no.
      El valor del libro tiene que ver con una realidad de toda guerra; es más, creo que puedes o no empatizar con el protagonista, pero no deja margen en el testimonio que da cuenta de los horrores.
      Es un texto comprometido, nada para pasar el tiempo. Pero, bueno, es parte de mi perfil de lector, ¿verdad?
      Un beso grandote y un abrazo para vos, Norah.

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  3. El siglo XX nos trajo "cosas" terribles, experiencias demoledoras... Ahora, poco a poco, van aflorando, a pesar de que casi nadie quiere ya recordarlas

    Buena reseña la que nos brindas

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    1. Sí, Ildefonso. Y lo peor es que nuestra memoria suele ser muy frágil. Esto pasó en el '68, pero Bosnia? Irak? Siria?
      Gracias por tus líneas.
      Saludos.

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  4. Es tan actual. Hablamos de los horrores del S.XX, pero el siglo XXI también va cosechando muchos. Europa cerrando sus puertas a millones de refugiados, cuántos morirán de frío este invierno. La historia no cesa de repetirse. Y nuestras futuras generaciones se llevarán las manos a la cabeza, como hacemos nosotros con otras épocas...

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    1. Mucha verdad hay en tus palabras, Esther. Lamentablemente, parece que el género humano no termina jamás de aprender las lecciones de la Historia.
      Un beso.

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  5. Deduzco que ese niño (Ilja), allá por el 68, estaba contemplando la invasión del ejercito soviético para aplastar los sueños que esos millones de checos habían depositado en la Primavera de Praga.
    Pienso que la mirada de un niño hace aún más incomprensible, y desde sus ojos se acentúa el sinsentido, de imponer mediante la violencia y la guerra un concepto de sociedad a unos ciudadanos que quieren ser libres para manifestar lo que piensan, lo que opinan, lo que leen y, en definitiva, lo que quieren ser.
    Hacerlo a través de la mirada de un niño siempre es, para el escritor, una apuesta arriesgada, por el hecho de que se imponga la mente del escritor adulto sobre esa mirada inocente del niño, la mente del escritor y la inocencia del niño han de convivir en un sutil equilibrio. Gracias Marcelo por presentarme a este escritor desconocido para mí. Un abrazo.

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    1. Escribir -y describir- los horrores de la guerra desde la mirada de un niño debe ser todo un desafío para un escritor adulto. No obstante, lo logra en este texto, Paco. Y los cambios de bando tomados más como aventura que como necesidad de supervivencia lo hacen más creíble aún.
      Un gran abrazo!

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  6. Me he quedado un poco descolocada con lo de guerra. La resistencia del socialismo de rostro humano fue breve y no violenta, así que la invasión no encontró oposición militar. No acabo de entender el asunto.

    Me llama la atención que ese proceso se lleve a la novela a través de un niño. Muy interesante.

    Me parece penoso el poco apoyo que recibió este intento democratizador en la Europa Occidental que temía más ese socialismo de rostro humano en plena guerra fría. Ni hablemos de los intelectuales de izquierdas que seguían apoyando a la URSS.

    Cuando estuve en Praga busqué el rastro que quedaba de la famosa primavera de Praga y tuve la suerte de encontrar una exposición sobre la revuelta muy interesante.

    No conozco al escritor y por lo que leo sobre él tiene una trayectoria interesante.

    Un gran abrazo!!

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    1. Pues tanto el niño protagonista como el entorno donde se mueve hablan de guerra. Quizás la necesidad de creer en un enfrentamiento -que según el texto tenía mucho de emboscada y guerrilla- para mantener en alza el espíritu, haya sido el disparador del concepto.
      Topol escribe con acierto, U-to. Es posible que deforme la mirada de Ilja adrede, para darle mayor verosimilitud. Libro original.
      Un fuerte abrazo!

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