Muchnik, 2001
Azuzado
tanto por el éxito que ha tenido una de sus últimas obras, así como por la
visita que el autor, auspiciado por la Embajada de Irlanda en Argentina, ha
efectuado a nuestro país el pasado mes de agosto, decidí ponerme en campaña y
conseguir los libros disponibles en el mercado. El amable diálogo sostenido con
el público en esa ocasión, desató mi curiosidad de ver sobre cuáles eran sus
temas y la elección recayó en éste, uno de sus primeros trabajos.
McCann firmando autógrafos en Buenos Aires; al fondo, el embajador Justin Harman
Conor Lyons es un joven que vive en
Estados Unidos y se toma un par de semanas de licencia para visitar al viejo, quien vive en una casa
derruida en Mayo, un pueblo de la campiña irlandesa, en lo que estima será su
último encuentro. Conor nos relata en primera persona la sórdida decadencia de
su padre –astrado, sucio, apestoso-, cuya única tarea es capturar un gran pez
al que supuestamente ha visto río arriba. Entretanto, un narrador se ocupa de
contarnos la historia de Michael, quien fuera criado por dos hermanas
protestantes y de las que heredó una vieja cámara de fotos con la que decidió
recorrer mundo, más como aventurero que como profesional.
Así, el lector acompaña el derrotero
de éste, quien comienza a sacar fotos a la gente del pueblo a mediados de la
década del ’30, se muda a España durante la Guerra Civil y se traslada al
desierto de Chihuahua, en México, en busca de una mujer que ha visto en una
foto. A quien encuentra es a Juanita, otra mujer con la que se casa y a la que
fotografía desnuda infinidad de veces a través de los años -debido a su
proverbial belleza-, como burdo intento de detener el paso del tiempo. Hasta
que un buen día Juana, cansada de esperar el regreso a México, abandona el
hogar sin dejar huella.
McCann elabora un personaje –Conor-
que a su vez crea a otro –su padre-. Los pormenores de esta relación, que
intenta ser recuperada después de muchos años de ausencia e indiferencia, se
intercalan con la historia de Michael y lo acontecido entre él y su esposa y
los motivos que llevaron a ésta a salir de la escena familiar. Padre e hijo se
convierten así en dos coyotes, esos perros
que cantan al decir de los indios mexicanos, aullando cada cual por motivos
distintos la ausencia de Juana, a quien jamás volvieron a ver.
Con diálogos escasos de palabras,
muchos gestos sobreentendidos y una sólida construcción de sus personajes,
McCann despliega un abanico de metáforas sobre el amor, el egoísmo, el arte, la
memoria y la vida cotidiana en una novela que alcanza cotas importantes de
lirismo y llama a la reflexión sobre los vínculos familiares, los afectos y las
pasiones que nos unen y desunen. Como iniciación a sus letras, un libro más que
prometedor.
En Transatlántico, que es la que he leído de este autor, también entremezcla realidad con ficción como parece que ocurre en esta, por lo menos en lo que hace referencia a la guerra civil española. me parece que lo hace con maestría.
ResponderEliminarPor otro lado, a mi logró conmoverme con sus personajes y parece que también es el caso de esta que tú comentas. Me parece un buen escritor del que podemos esperar mucho. Me recuerdas que tengo que seguir leyéndolo.
Qué placer escuchar a los escritores y tú disfrutaste en esta ocasión.
Abrazos!!
Sí, escucharlo y verlo ha sido toda una experiencia. Sobre todo, cuando uno balbucea unas pocas palabras y él asume lo que le quieres decir.
EliminarMe ha gustado el libro; plantea un acercamiento entre padre e hijo, que se reconocen, que se deben algo y lamentan una gran ausencia. No sé cómo será el resto de la obra, pero sin duda es grato leerlo.
Cuando pueda, te haré llegar mis apreciaciones acerca de Rosanvallon. Sí, por supuesto que fui!
Un beso grande, U-to!
Pues yo con el Transatlántico me di un morrazo de cuidado. Me pareció que quería contar muchas cosas y no acababa de contar ninguna como esa gente que empieza a platicar de un tema y acaba con otro que no tiene nada que ver. Aunque es verdad que escribe bonito. Me ha gustado lo que cuentas de la relación del padre, creo que lo mejor del libro ¿no? Ya poco lo de la guerra civil, qué manía con las guerras, y lo de Juana pues no sé, creo que la entendería, a mí no me gusta que me hagan fotos ni con ropa...normal que se fuera y no volviera nunca.
ResponderEliminarUn besito con abrigo para vos.
Me pregunto cómo se vería desnuda una tía que se cabrea con facilidad... Ja, ja!
EliminarYendo a McCann, es muy afable con el público. No asume poses de escritor; de hecho, otra foto que anda por aquí en la que estamos juntos la sacó su propio hijo (vino con su mujer y sus tres hijos).
Lo de guerra civil vuestra es un condimento más. Rescato la reelaboración de la relación entre padre e hijo. Es el nervio central de la novela.
Cuando siga leyendo el resto de la obra -sólo me falta hallar 'El bailarín'-, sabrás de mis apreciaciones en este humilde espacio. Éste ha sido mi debut en su universo.
Pégate una vuelta por sus letras nuevamente, Norah. Lo vale.
Un beso de 30°C para ti.
No sé, si conoces alguna preguntale y a ver qué te dice.
Eliminar;)
Ja, ja, ja!!
EliminarNo he leido nada de este autor... Tomo nota de tus palabras
ResponderEliminarUn saludo
Es un libro bien narrado, Ildefonso. La atmósfera es más que apropiada. Buena ocasión para iniciarte en sus letras.
EliminarUn abrazo.