Esta
reseña apareció hace casi cinco años en un espacio desaparecido. No obstante,
he decidido hacerlo conocer puesto que en su momento fueron varias las personas
a las que llegó por primera vez un testimonio disidente de la más brutal
represión de Stalin respecto de sus opositores. Una lectura que mantenemos con
U-topía disparó esta resurrección. ¡Enhorabuena!
Cantus Árcticus*
Quien accede a unos versos como los
siguientes, escritos en 1934,
“Vivimos sin sentir el país bajo
nuestros pies,
nuestras voces a diez pasos no se
oyen.
Y cuando osamos hablar a medias,
al montañés del Kremlin siempre
evocamos.
Sus gordos dedos son sebosos
gusanos,
y sus seguras palabras, pesadas
pesas.
De su mostacho se burlan las
cucarachas,
y relucen las cañas de sus botas.”
no
puede dejar de imaginar el anunciado desenlace, sobre todo si el destinatario
de tamaña diatriba no es otro que Josep Stalin, en pleno ejercicio del poder
omnímodo. Realmente, dieron ganas de conocer la poética de un miembro
“opositor” –ridícula palabra en aquellos tiempos de censura, destierro y
muerte- al régimen soviético y despertó mi curiosidad sobre la literatura contestataria
de la dictadura stalinista. Allí surgieron escritores como Pasternak, Ajmátova,
Gumiliov, Brodsky, Tsvietáieva y este rudo poeta de origen polaco, que acabó
sus días en un campo de trabajos forzados en 1938, a la edad de 47 años. Me
refiero a Osip Mandelstam, del que
he leído “Cuadernos de Voronezh”
(Igitur, 2002).
El pájaro de fuego
La obra es una colección de poemas, en
edición bilingüe, que el autor lleva a cabo cuando es desterrado a la ciudad
homónima. Está escrita en tres cuadernos escolares, tomando como modelo la
Divina Comedia, y en donde cada cuaderno representa el Infierno, el Purgatorio
y el Paraíso respectivamente.
Entre estos poemas se cuentan aquellos
que evocan a su tierra, las mujeres amadas, su condición de desterrado, sus
conocimientos sobre Pushkin, Dante, Lermontov y otros autores, muchos de los
cuales recrea, como éste de Ovidio,
“Privándome del mar, del vuelo y
del correr,
Y dando al pie el apoyo de una
tierra herida,
¿Qué habéis logrado? Excelente
cálculo:
No podréis arrancar mis labios
trémulos.”
El libro también cuenta con un extracto
tomado de “Páginas de mi diario”, de Anna Ajmátova donde recuerda a Mandelstam
y un Epílogo en el que se resume la vida del autor y los poemas dedicados a
Stalin que le valieron su segundo y último destierro a Vladivostok.
El cascanueces
Asombra la forma con que Mandelstam
expresa simbólicamente sus ideas, muchas de las cuales serían inaccesibles al
profano si la edición no estuviera acompañada de una serie de notas
explicativas que permiten comprender cuáles son los motivos de las alusiones. En
el caso de,
“Con temblorosos
racimos de uva
Nos amenazan estos
mundos,
Y de ciudades furtivas,
Dorados lapsus,
delaciones,
Bayas de hielo tóxico,
penden
Las elásticas tiendas
de campaña de las constelaciones,
los dorados sebos de
las constelaciones.”
los
“racimos de uva” representan el gas tóxico usado en la Primera Guerra Mundial,
y “los dorados sebos” aluden al sebo de las cartillas de racionamiento y, por
ende, elípticamente, al hambre.
Por otro lado, el uso de las palabras
en las descripciones en varias ocasiones está dotado de cierta musicalidad que
demuestran los vastos conocimientos del autor sobre la literatura clásica, y de
la destreza en el manejo de los versos y su simbolismo.
In
tempus præsens
El
presente no parece un tiempo para poesías; con su vorágine cotidiana nos
conduce más hacia otros géneros que éste, cuyo dominio de la métrica y rimas
ameritan mayores esfuerzos tanto en la escritura como en su significancia. Sin
embargo, mi sensación fue que en sus líneas el lector vive la nostalgia del
exilio, de los amigos y los amores que sólo perduran en el recuerdo, de
reconocerse un paria sin querer renunciar a decir lo que los demás murmuran
pero todos callan. Con esta obra, Mandelstam se convierte en una de las voces
que aun hoy clama en ese desierto que conlleva toda clase de opresión y
sometimiento a los semejantes.
* Único encabezado cuyo
autor no es de origen ruso en la presente reseña, pero es acorde con la
tragedia del poeta.
Junto con Ajmátova dos genios trágicos. Te recomiendo las memorias de la mujer de Mandelstam, Nadiezhda (Esperanza), gracias a quien podemos leer los versos del poeta. Es muy importante no olvidar lo que pasó. Saludos
ResponderEliminarTengo leído algo de Ajmátova, Agnieszka; sólo que no me he atrevido hasta ahora publicarlo. Aunque debería.
EliminarMe propones pasar por la casa de la esposa de Mandelstam y mucho me temo que se me volverá a formar un nudo en el estómago.
Resulta aleccionadora tu sugerencia, para un país de memoria frágil y fácilmente olvidadizo. De todo. Tomaré en cuenta tu propuesta.
Un beso grande!
Es curioso, acabo de leer un ensayo, “Guerra y Lenguaje” (autor Adan Kovacsics) y uno de los temas centrales tiene muchos paralelismos con lo que cuentas de Mandelstam, por una parte autores a los que la Gran Guerra (la I Guerra Mundial) persuade para que conviertan su literatura, el talento de su escritura, en una suerte de “arma propagandística”, un instrumento bélico, y acceden, o claudican. Pero otros autores, y aquí entra Mandelstam, asumen que su literatura y su pensamiento no pueden desligarse de lo que, en verdad, les dicta su conciencia en los más íntimo de su ser, y esa dignidad en su comportamiento supone su condena, lo saben, lo asumen. Prefieren morir por su verdad que vivir para encubrir una mentira. La guerra, tan real, siempre nace de una gran mentira. Me apunto el libro, sin dudarlo.
ResponderEliminarGracias Marcelo y un abrazo.
Me alegra saber que nuestra lecturas tienen puntos en común, Paco, porque eso potencia el enfoque en temas de mayor trascendencia.
EliminarLo de Mandelstam ha sido tal cual lo señalas; muere en el intenso frío de Kolyma.
Hay un grupo de autores rusos disidentes que será conveniente visitar.
Recibe un fuerte abrazo!
De los y las poetas que mencionas, he leído solo a Marina Tsvietáieva. No conozco una biografía tan terrible como la de esta poeta. Su poesía es muy hermosa pese a tanto sufrimiento.
ResponderEliminarQué dificil es la disidencia en un régimen totalitario.
Suelo leer poesía, pero hace días que no lo hago, tendré que volver a ella.
Me gusta tu viejo formato (y el nuevo).
Abrazos!!
Creo que si nos ponemos a ahondar en los disidentes rusos de la época del NKVD, Beria y Stalin, tendríamos tanto material para leer como para padecer.
EliminarCada tanto me gusta leer poesía; cambia mi mirada de las cosas y me permiten pensar en que otra realidad podría ser posible.
He tenido varios formatos antecesores al actual. Seguramente los haré aparecer bajo esta etiqueta. ¡Gracias por haberme recordado a Mandelstam!
Un fuerte abrazo para ti, U-to!
La verdad, amigo, es que no he leído practicamente nada de estos autores de unos tiempos terribles. El siglo XX, al menos en algunas facetas, se manifiesta como el siglo del espanto... Qué atrocidades hubo... Cuesta pensar que algunas mentes fueran capaces de disentir en medio de esas atrocidades...
ResponderEliminarUn abrazo, y el agradecimiento por tus palabras
Lo que me llevado a leer a Mandelstam ha sido la curiosidad de cómo se puede seguir siendo disidente bajo una opresión omnímoda y hacerlo a través de la poesía.
EliminarUn gran abrazo!
Aunque asuste lo que digan, ciertos escritores y poetas del siglo XX son extraordinarios. Lean a Marina Tsvétaïeva, única.
ResponderEliminarHay alguna cosa de Tsivietáieva leída por aquí a la derecha. Gracias por la recomendación.
EliminarY no dejen de leer los dos toos del diario de Nadedja Mandelstam, la esposa de Osip Mandelstam. Testimonio increiblemente preciso -precisión nada melodramática-, dia tras dia, de lo que vivieron, Osip y ella, los amigos, los vecinos, la gente que cruzaban, durante demasiados años.
ResponderEliminarAlgo de eso también cuenta Ajmátova. Queda apuntado.
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