Grijalbo, 2006
Lo
apunté hace tiempo y lo adquirí al poco. Había leído las líneas de Azalea Real que lo recomendaban como un thriller
histórico y, como combinaba mi pasión por la lectura con mi devoción por
esta bebida, me pareció oportuno despuntar ambos vicios al coincidir con el
ingreso a mi despensa de un paquete de café estupendo –del carajo, en jerga porteña moderna-.
La historia se ambienta en Ámsterdam
en 1659. Allí Miguel Lienzo, un portugués judío emigrado de España debido a la
persecución de la Inquisición, se desempeñaba como comerciante de la bolsa de
valores local y gozaba de renombre hasta que lo perdió todo al derrumbarse el
mercado del azúcar. Ahora vive de prestado en la casa de su hermano menor, que lo
envidia y desprecia, junto a su cuñada encinta, en un sótano que se inunda al
crecer el agua en el canal. Una tarde es convocado por Geertruid Damhuis, una
joven y bella viuda, para proponerle un negocio que lo resarcirá de su mala
fortuna: introducir el café en Europa.
Pero ambos no la tienen todas
consigo. La comunidad judía de origen portugués impide el contacto entre sus
miembros y los holandeses nativos –y Geertruid lo es-. Para colmo, su hermano
Daniel se asocia a los emprendimientos del miembro más influyente de esa
comunidad, Parido, que es rival acérrimo de Miguel desde que éste fuese pescado
in fraganti en amoríos con la
doncella de quien fuera su prometida, la hija de aquél. Y, por supuesto, puede
lograr la expulsión de Miguel si encuentra motivos suficientes.
Además, Lienzo no cuenta más que con
deudas y, si bien tiene un buen plan para alzarse con el monopolio del café,
debe derivar parte de los fondos acercados por Geertruid para saldar viejas
cuentas, con lo que todo se vuelve apariencia, la que debe sostener mientras
espera que se realice el supuesto negocio. Así, debe mantener la fachada y, si
se puede, vivir de la mentira hasta entonces.
Liss también se vale de Alonzo
Alferonda, un usurero crápula, al que Lienzo acude para solventar gastos, pero
quien le debe la vida al salvarlo de la Inquisición y permitirle escapar cuando
jóvenes. Alferonda es el encargado de hacer acotaciones a finales de ciertos
capítulos para hacerle conocer al lector detalles que los propios protagonistas
dejan en el tintero.
Con estilo coloquial y el uso de ciertos
modismos propios de la época, el autor construye una novela que tiene todos los
elementos necesarios para una historia de suspense: intrigas, secretos,
traición, amenazas y hasta una historia de amor. Con personajes bien
delineados, clima en constante tensión y giros por doquier, el libro resulta de
lectura fluida, atrapante por momentos pero siempre equilibrado. Un libro para
llevar de viaje o leer durante las vacaciones.
No lo conocía y suena fenomenal. Hasta ahora todas las novelas más o menos históricas ambientadas en Ámsterdam me han gustado mucho, sobre todo "La casa de las miniaturas" de Jessie Burton y "Mil otoños de Jacob de Zoet" de David Mitchell (en realidad trata de holandeses en Japón - te lo recomiendo sobre todo si no lo conoces aun). También es fascinante "Ámsterdam" de Russell Shorto, la "biografía" de la ciudad.
ResponderEliminarun abrazo y gracias por la recomendación
Tengo ambos, Agnieszka, tanto 'Mil otoños' como 'La casa de las miniaturas'; sólo esperan su momento -como otros mil-.
EliminarGracias, por nada. Siempre creo que estoy en deuda contigo; nunca has de apuntarme tanto como yo a tus lecturas.
Un abrazo.
Pues sí que pinta interesante, sí. Si me sigo pasando por tu blog, y ten por seguro que lo haré, voy a acabar con una lista de pendientes eterna. XD
ResponderEliminarBesos.
Bienvenida a la eterna lectura, entonces!
ResponderEliminarVeo que ambos nos realimentamos mutuamente. Espero que lo encuentres y lo disfrutes.
Un beso.
Este libro tiene aroma a libro de transición, de pasar sin dejar rastro y de eso ya junto muchos. Es un tipo de historia que no me llama la atención, así que ahora soy yo la que se ahorra plata o paseo a la biblioteca.
ResponderEliminarOlor a café recién hecho, qué bueno.
Un besito
Sí, puedes dejarlo pasar. Eso sí, al menos, podrías invitar el café y, de paso, me muestras la biblioteca, ¿vale?
EliminarUn beso!
Sobreentiendo que se trata de un judío converso ¿no?, en el siglo XVII los judíos hace tiempo que habían sido expulsados excepto los que se habían convertido, también eran llamados marranos!!
ResponderEliminarPor cierto, vi en Lisboa un monolito, que fotografié, dedicado a la matanza de 5.000 judíos en 1506 que es cuando fueron obligados a marchar o a convertirse.
Me parece que tu apreciación es positiva, así que lo envío a mi nube mental. Me encanta el café negro que he tenido que restringir.
Besos y un fuerte abrazo!!
No, U-to; justamente lo contrario. Se han ido de Iberia porque no quieren convertirse en marranos y disfrazaron sus prácticas religiosas, pero las sostienen.
EliminarEs una novela entretenida, bastante de época y de la sociedad de ese tiempo.
¿Cuál ha sido la razón de haber restringido el café? Hay pocas cosas de las que no voy a renunciar; el café es una de ellas. Los libros son otra. Y los vinos, pues...
Un gran beso!
Entendí que emigrado de España en el siglo XVII, se habían ido, por tanto, hacía casi doscientos años de Iberia.
EliminarMe alteraba mucho porque abusaba. Pese a ello mantengo la delicia de un café solo al día, al mediodía.
Besos!!!
Quise decir que Lienzo pertenecía a una comunidad judía que mantenía sus prácticas religiosas y sus estudios de la Torah, expulsada de España y Portugal por eso mismo y radicada en Ámsterdam.
EliminarLos abusos y excesos siempre conducen a alteraciones, U-to. Pero dime... ¿cómo dejar de leer?
Otro beso!
Tomo nota, amigo... Tomo nota...
ResponderEliminarUn tema que me atrae, desde siempre.
Un abrazo
Y lo mejor, es que resulta entretenido. No deja grandes cosas, pero para un viaje será buena compañía.
EliminarUn abrazo, Ildefonso!
Amigo Marcelo.
ResponderEliminarYa sabes que mi mujer, Araceli, proviene de una familia de cafetaleros en el norte de Perú, cerca de la Amazonía. Así que la palabra Café tiene mucha presencia en mi vida, antes de conocer a mi mujer también, siempre me ha entusiasmado esa pócima negra y humeante, de un aroma delicioso.
No creo que ahora me embarque en esta lectura, sin embargo la tendré en cuenta, por si alguna vez la llevo como compañera de viaje... A veces el problema no reside tanto en el libro (¿Bueno... malo?) como acercarse a él en un momento inadecuado.
Un abrazo allende los mares y cuídate.
No sabía, Paco, que Araceli provenía de tal familia. Pero dile a ella que me recordó una famosa telenovela colombiana, 'Café con aroma de mujer' -¿puedes creer, amigo, que he visto todos los capítulos de ese culebrón?-.
EliminarCoincido en que hay momentos para cierta lectura. Como compañera de viaje es más que apropiada.
Recibe un fuerte abrazo!
Ah! Y hazme un favor, Paco. Incluye en la plantilla de tu blog un correo para los seguidores, así se nos anuncia cuando subes algo nuevo. Otro abrazo.