Akal, 2009
Al
parecer, nadie había recalado en esta novela hasta que V. Nabokov la incluyó
entre las cuatro más representativas del siglo XX -a su criterio-, acompañada nada
menos que del Ulises (Joyce), Metamorfosis (Kafka) y la primera mitad
de En busca del tiempo perdido (Proust).
Y es verdaderamente descomunal. Primero,
deseo prevenir al lector interesado. Existen dos traducciones en el mercado,
que responden a sendas versiones. La primera fue publicada durante 1913 – 1914,
mucho más extensa. Luego, el autor recortó su propio trabajo para hacerlo más
dinámico, con lo cual la obra se volvió más inteligible, a costa de perder
vuelo literario. La presente, de más de setecientas páginas, obedece a la inicial. Para
comparar, utilicé una versión digital de la segunda (bajo el sello de
Alfaguara)… y no hay atisbo de comparación.
La novela se ambienta en San
Petersburgo alrededor de 1905 y abarca algunos meses del mismo. Biely coloca a
sus personajes en un período de efervescencia política. El argumento es
bastante simple: Apolón Apolónovich Ableújov es un funcionario de la autocracia
zarista, responsable de hacer llegar a los confines del Imperio sus decretos y,
por esa razón, un hombre impopular. Con algo más de sesenta años de edad,
cuenta con un único hijo en la veintena, Nikolái, con quien mantiene escaso
diálogo y sospecha que es un opositor político. Su esposa, Sofía Petrovna, lo
abandonó tres años atrás para vivir un romance con un artista italiano.
Nikolái, un introvertido estudiante kantiano, debido a una promesa formulada en
un arrebato pasional recibe un encargo difícil: debe hacer estallar una bomba
en los aposentos de su padre.
En rigor, es una novela poliédrica.
Desde el punto de vista literario, hay una realidad dialéctica que opone al hijo
contra el padre (recuerda al Turguéniev de Padres
e hijos y al binomio Bloom/Dedalus del Ulises);
al orden zarista contra el caos revolucionario; a la ciudad contra las islas
aledañas; a la geometría contra la niebla y esa linealidad de la avenida Nevsky
–propia de una construcción occidental- con el acontecer zigzagueante de sus
habitantes, que asumen una protección fetiche a través de la estatua de Pedro I
el Grande –El jinete de bronce, según
Pushkin-.
Además, el entorno pantanoso de la
geografía, con sus vapores mefíticos, es el caldo de cultivo de percepciones
oníricas donde los objetos se corporizan y despiertan fantasías en las mentes
de sus protagonistas. El trasfondo social –de lucha colectiva y reivindicación-
subyace en toda la obra, con una atmósfera de muerte que refleja el final de un
ciclo y el despertar de otro. Son esos vientos de cambio los que soplan a lo
largo de las páginas. La necesidad de dar una respuesta a los oprimidos, alcanzar una cuota mayor de bienestar y adentrarse en el capitalismo en el que las otras potencias europeas
ya habían ingresado.
Con cierta dosis de ironía,
misticismo –ya presente en el trabajo anterior-, crítica social y esperanza de
renovación, Biely construye una obra que lo excede; a nivel de lo mejor escrito
en el siglo XX. Fluido aunque algo enrevesado, con repeticiones que podrían
haberse evitado, el libro se disfruta mucho. Para leer con tiempo y sin prisas.
Sé que el tercero también lo tenés, jeje. Este me llama mucho más que el primero pero no sé cuánto sentido tendría leerlo solo.
ResponderEliminarY por supuesto, de abordarlo lo haría con el grande, o todo o nada, es así.
Besitos que apuestan fuerte.
Los tres libros pueden leerse por separado, Norah; no hay una ilación que los vincule.
EliminarSí, la edición de Akal es la mejor, lejos. Hay buenas aclaraciones a pie de página para una mayor comprensión.
Conociendo un poco tu perfil lector, creo que es el más cercano a tus gustos. Además, resultó el más interesante. Espera al próximo y decides, ¿si?.
Un besote, Guapa!