Alianza, 2012
I.
El último volumen de esta tetralogía
encuentra a Shigekuni Honda ya anciano en un Japón totalmente cambiado.
Ambientado hacia 1970, la historia comienza en la bahía de Suruga, donde Tôru
Yasunaga, un joven de escasos dieciséis años, oficia de empleado portuario
encargado de registrar llegadas y partidas de buques, accionando los mecanismos
para el arribo, amarre y descarga de cada uno de ellos. Parco y circunspecto,
sólo cuenta con la amistad de Kinué, una joven decididamente fea quien, como
mecanismo de defensa, sólo habla de su belleza.
II.
La muerte de la mujer de Honda -de
setenta y seis años a la sazón- lo ha dejado sólo y aprovecha esa circunstancia para viajar. En uno
de esos viajes decide visitar el mirador donde trabaja Yasunaga y, al
conocerlo, queda prendado tanto de su aspecto físico como de su carácter. Mas una marca de nacimiento le hace sospechar que podría ser la
reencarnación de Kiyoaki o Isao; por ello decide adoptarlo como hijo y
heredero.
III.
Mishima narra en esta ocasión cómo alguien con
dinero y recursos puede disponer de la voluntad ajena, hasta llegar al extremo
de corromper el destino de los demás. Honda y Tôru construyen un vínculo basado
en la desconfianza recíproca y, con ello, en acciones que solo están destinadas
a lastimarlos mutuamente. Dos momentos resultan destacables: uno, cuando Honda toma
conciencia que Tôru no es la reencarnación de Kiyoaki o Isao; el otro, al
adueñarse Tôru de los bienes de un Honda ya decrépito convirtiéndolo en objeto
de su crueldad.
IV.
Con el mismo estilo poético de
siempre, Mishima nos cuestiona acerca del paso del tiempo, de cómo encarar la
vejez, del verdadero valor de la vulgaridad moderna y si el suicidio puede ser
una manera válida de hacer frente al dolor de la existencia y al desencanto que
conlleva la frustración de las ilusiones.
V.
Finalmente, el conjunto de la obra
está atravesado por un aire trágico, el de quien ha perdido hasta la última
ilusión y ve pasar los días sin esperanza alguna. No amerita justificación el darse muerte por mano propia mas, hilando fino, el lector
puede hacerse una idea bastante buena de cómo se sentía Mishima minutos antes
de tomar esa decisión. En ese aspecto, su último libro refleja de forma
inequívoca su desesperación y su derrota. Una obra para la posteridad.
¿Y por qué tenés que venir ahora a hacerme poner triste? Aun así, me gusta lo que cuenta. No sé si uno debe disponer de su propio final o no, depende de tantas cosas...Pero vivir sin ilusión alguna tiene que ser muy angustioso, sin tener esa cosa, que aunque a veces haga daño y rara vez se cumpla, te empuja a aguantar el día a día.
ResponderEliminarEl muchacho ya me cae mal de antemano, también te lo digo.
Descubriré el resto.
Besitos conmovidos.
Mishima estaba en contra de la modernización occidental del Japón y no tenía manera de frenar ese movimiento.
EliminarSu protagonista se debatió a lo largo de varios volúmenes en saber si el espíritu de su amigo habría de reencarnar; al darse cuenta de que no, abandona cualquier intento de sobrevida. Tôru percibe esto; por eso se vuelve cruel. Pero es Honda quien lo corrompe desde el principio, Norah, a través de la imposición de sus normas y modales.
Haz tu experiencia y nos cuentas, ¿vale?
Besitos aclaratorios.
Descubrí hace poco a este autor, espero poder leer más libros suyos y este es una buena oportunidad. Me llama la atención esta forma japonesa de enfrentar la vida. Y preocupa la falta de alegría. Puede ir en este autor o en la cultura en general. Saludos.
ResponderEliminarEl estilo poético de Mishima sobresale en la letras de origen japonés, Ana.
EliminarSospecho que no es falta de alegría; más bien es una manera de ser en una cultura laboralmente ultracompetitiva -hubo un tiempo en que fueron líderes en accidentes cardiológicos-, que ha tenido que lidiar con un pasado lleno de respeto por las tradiciones.
Hay mucho de nostalgia por el 'Japón anterior' en la mayoría de (buenos) escritores japoneses.
Un abrazo.
La literatura oriental es una de mis asignaturas pendientes. Con lo poco que he leído, aunque me ha parecido bueno, no siempre he conseguido conectar del todo, aunque también me he llevado alguna que otra alegría. Este libro que reseñas se ve interesante por los temas que trata aunque supongo que sería bueno comenzar por el primero de la tetralogía.
ResponderEliminarUn abrazo
Todos los volúmenes se pueden leer independientemente unos de otros, Lorena. No es necesario hacer el esfuerzo de leerlos al completo. Quizás el primer volumen sea el más poético, y éste, donde la historia concluye, sean los más representativos.
EliminarComparto tu dificultad de 'conectar' con autores orientales; a veces la situación personal no es propicia.
Confieso que yo también me pregunto por la propia vejez y lo que ello nos podrá deparar con una sociedad que ensalza la juventud y denosta todo aquello que suene a obsoleto. Un tema que da para debate, sin duda.
Gracias por pasar por este rincón.
Recibe un fuerte abrazo.
POr lo que has contado de esta tetralogía, no deja de ser la biografia de Mishima, no la vital pero sí la de las ideas, o de la evolución de su pensamiento más intimo.
ResponderEliminarEn los casos de tantos escritores suicidas que han existido y que he leído, uno se queda con una duda, o al menos a veces me lo planteo; ¿lo escrito es el reflejo de su pensamiento o su pensamiento se exacerba por lo escrito? bueno, supongo que nunca lo sabré.
un abrazo
gracias
cuídate Marcelo
Es difícil responder a tu pregunta, Wine. Sospecho que existe una suerte de retroalimentación entre ambas partes. Por un lado está la necesidad de autoafirmarse en el papel, y luego está la toma de conciencia de lo que se puso en el papel, que refuerza aquella necesidad. Cualquiera sea la explicación, me parece que la impotencia de hallar un cauce para intentar un cambio conduce a un callejón con una única salida...
EliminarEn ese aspecto, y no solo en lo literario, Mishima se convierte en un ejemplo a recordar.
Un fuerte abrazo.