Este
Pelibro surgió de la lectura del título de marras –propuesta en un taller-, al
unirse a un comentario sobre el film ‘Las Horas’, basado en éste. La curiosidad
me llevó a investigar y hallar la versión cinematográfica a cargo de Marleen
Gorris, con la participación protagónica de Vanessa Redgrave en el rol de Mrs.
Dalloway.
Libro
Virginia
Woolf (Cátedra, 2003)
En rigor de verdad, ha sido una
relectura, puesto que han pasado más de quince años que lo encaré por vez
primera y, siendo sincero, lo he disfrutado más en esta ocasión que en aquélla.
Todo ocurre un miércoles de mediados
de junio de 1923, en el que Clarissa Dalloway ha dispuesto dar una fiesta en su
casa. Con algo más de cincuenta años, casada con Richard y con una hija
adolescente, el lector asiste al derrotero de Clarissa en pos del final del
día, donde desplegará toda su magia, su don de gentes y su proverbial cualidad
de anfitriona para convertir la velada en una gala inolvidable. A su vez, sin
conocerse el uno al otro, también es la historia de Septimus Warren Smith, un
joven que ha vuelto de la guerra, ha visto morir a su superior y amigo –Evans-
en Italia y queda traumado por el hecho. Si bien se ha casado con una joven
italiana, sus accesos de temor y locura lo conducen a un suicidio anunciado.
El texto contiene dos
características destacables: un flujo de
consciencia de cada uno de los personajes, con los que el lector va
construyendo la historia y la personalidad de los demás –lo que resulta una
novedad y un acierto a la vez-, y cómo hechos exteriores –por ejemplo, la
pertinencia del uso de un sombrero en la mañana- disparan pensamientos
interiores.
Además, la novela abunda en escenas cotidianas
que son interpretadas de distinta manera según el observador y un uso adecuado
del flashback, donde la trama situada
en el presente trae el pasado, cuando jóvenes, de los actores principales, de
manera de tener un panorama mucho más concreto a la hora de establecer cómo son
las cosas y por qué.
Por otra parte, la sexualidad
también está presente. Clarissa ha apartado el sexo de su vida tras la
maternidad. En realidad, Woolf deja entrever que su experiencia con su amiga
Sally Seton cuando adolescentes poseía altas dosis de homosexualidad y
Clarissa, plenamente consciente, decidió no explorar ese costado y sacrificar
cualquier pasión en aras de estabilidad emocional y seguridad económica. Es por
eso que eligió a Richard Dalloway como marido y no a su eterno enamorado y
amigo, Peter Walsh, con quien mantuvo siempre mayor identidad, porque no habría
podido satisfacer estos aspectos.
La figura de Septimus W. Smith es la
contracara de Clarissa. Mientras ésta apuesta por la vida y el género humano, Septimus
se va degradando hasta desaparecer. Es cierto que su final está signado por una
acción nefasta de su médico, pero las secuelas de guerra avanzan en ese
sentido. Woolf sabía muy bien de qué hablaba: ella misma lo había vivido en
carne propia.
Con una prosa algo fraccionada –con
la que cuesta engancharse al principio- pero una historia magníficamente tejida
y personajes psicológicamente bien construidos, Woolf exhibe una mirada
contemporánea de la alta clase media inglesa, algo snob y hueca, que alardea en
la periferia del poder –sin ser parte de él- y del entorno de esa gran urbe a
la que declaró su amor: Londres. Un libro para leer y releer.
Film
Marleen Gorris (First Look
Pictures, 1997)
Resulta todo un
desafío intentar llevar a la pantalla grande una novela como la de Woolf, tan
rica en monólogos interiores y en la construcción de cada personaje gracias a
las opiniones ajenas que, independientemente de la versión que Gorris deseaba
mostrar, cualquier propuesta está destinada a poco menos que el fracaso.
No obstante, el guión -a cargo de
Eileen Atkins- se apega bien a la trama central de la novela, teniendo en
cuenta las limitaciones que impone un marcado uso de la voz en off –factible en el texto escrito,
pero de imposible realización a lo largo de todo un film- y la necesidad de ir
y venir en el tiempo –el verdadero responsable de la historia- sin perder
ilación.
Con un magnífico vestuario de época
y una fotografía a la altura de los requerimientos cinematográficos, la
película alcanza ribetes emotivos con importantes trabajos en los roles
protagónicos. Allí, destacan la siempre vigente Vanessa Redgrave, dando vida a
una perspicaz anfitriona, sin demasiadas aspiraciones pero conocedora de las
personas; una Natascha McElhone soberbia en el rol de Clarissa joven; sólidas
actuaciones de Rupert Graves encarnando a Septimus Warren Smith y un maduro
Michael Kitchen en la piel de Peter Walsh.
Por otra parte, los diálogos se
llevan parte de los créditos -muchos de ellos han sido tomados de manera
textual del trabajo de Woolf- y las escenas más comprometidas de una incipiente
homosexualidad se resuelven finamente.
Necesario es decir que, si bien el
conjunto hace que el film se vuelva llevadero y llegue a destino sin altibajos,
la realización no alcanza los matices que sí están presentes en la obra
literaria. En aras de sobrellevar el argumento principal, descuida aspectos
importantes -como la inclusión de elementos externos que disparan reflexiones-,
lo que aplana la riqueza presente en el original.
En suma, un film cuya tensión no
decrece en ningún momento de la hora y media de duración, con una mirada algo
simple de la directora, basada en un texto proverbialmente más jugoso y más
comprometido tanto en lo personal como en lo social. Una película correcta, que
no quedará en los anales de la cinematografía pero se disfruta igual.
Testimonio del decimocuarto Pelibro