Adriana Hidalgo, 2013
I.
El rol femenino ha cambiado,
afortunadamente. La mujer ha cobrado un protagonismo decisivo tanto en la
defensa de sus derechos como en la incesante búsqueda de igualdad de género.
Temas como el debate sobre el aborto, la legislación sobre acoso y violencia
sexual; el acceso a puestos de gestión o a cargos electivos otrora ninguneados, denotan el avance que su
esfuerzo ha permitido a la hora de abrirse camino a nuevas posibilidades. Así,
la literatura latinoamericana recoge también esos nuevos aires. El libro de
marras se enmarca entre ellos.
II.
La protagonista, al borde de los
cuarenta años, narra en primera persona parte de su historia. Acaba de volver a
su casa, tras un parto y una internación de mes y medio debido a complicaciones
de salud. Su hermana e Iván, un ruso que es su pareja, se hacen cargo del bebé.
Ella no posee instinto materno; no
siente nada por su hijo ni tiene idea de cómo atenderlo. Antes de Iván tuvo un
par de historias: con un primo abusador y tránsfuga, primero, y luego con
Pedro, un sociólogo con quien convivió algo más de un año. Vino en plena
adolescencia desde un pueblo a vivir en Buenos Aires en casa de una pariente
anciana, hasta que murió, y trabó amistad con Mara, una actriz, y Ludmila, de
final trágico.
III.
Hay varios planos a destacar. En
principio, está la estructura del relato donde, a la vez que se habla en
presente, existe un permanente flashback sobre
las demás historias previas. Luego, el estilo narrativo resulta descarnado, sin
juicio de valor, sobre lo que le sucede a la protagonista. Como si ella pudiera
verse a sí misma como un observador neutral. Finalmente, la composición psicológica
de los personajes principales resulta más que acertada. La narradora, al
acercarse a algo que le produce dolor, decide ponerse entre paréntesis –una obsesión a hacer cálculos
matemáticos- para así soslayarlo.
IV.
Existe una doble pendiente en el
texto. ¿Puede todo llegar a un punto donde desbarrancarse nuevamente?, ¿hay una
tendencia a la repetición, o sólo es regodearse en el fracaso? Por otro lado, ¿es
una asignatura pendiente el sentir desapego por el hijo engendrado; el
percibirlo sólo como una apófisis que necesita de nosotros?; el bebé, ¿me acerca
a la pareja o me distancia?, ¿soportará el varón promedio que yo no quiera ser
madre? Buenas –y genuinas- preguntas todas. El texto –breve- da lugar a un
debate mucho más profundo.
V.
Con una prosa cortante y algo
sintética –propia de las limitaciones de la protagonista-, sin florituras ni
erudición, Dimópulos nos ofrece una mirada singular sobre los vínculos que
hacen a la vida cotidiana, incluyendo mujeres a quienes la maternidad no les
llama. Un libro excelente.
Lo bueno de esta oleada de feminismos es que su fuerza inunda la literatura, el teatro, el cine, las artes... El tema de la maternidad ha sido tan mitificado que queda mucho de que hablar para situarlo en su justo término. Que las mujeres no quisieran ser madres, o que no sintieran instinto materno era casi tabú. Es bueno que este tema salte al debate público, las novelas son una buena catapulta.
ResponderEliminarUn buen abrazo.
Nuevamente, coincido con tu apreciación. Me parece loable que las mujeres expresen su propia visión ante la maternidad. No tienen que ser sojuzgadas por la mirada machista que las restringe a la mera reproducción; para nada.
EliminarLo único que me gustaría es que, una vez aceptado el compromiso de engendrar un nuevo ser, se hagan cargo de las responsabilidades que genere -e incluyo en esto a sus parejas masculinas-.
Un fuerte abrazo.
Es cierto que últimamente se están poniendo temas sobre la mesa respecto a cómo nos sentimos las mujeres y a nuestro papel en lo familiar, lo social y lo laboral que hace poco nos hubiera parecido impensable. Los sentimientos confusos, la complejidad y lo contradictorio de la maternidad es uno de ellos. Lógicamente ese interés y esa necesidad de expresarse y de plantear cuestiones se ha trasladado entre otros ámbitos al literario. Parece además que en este caso la autora ha sabido poner el dedo en la llaga de un modo acertado. Me quedo con su nombre, el cual desconocía (no así la editorial pues tengo una maravillosa biografía literaria de Clarice Lispector de la misma).
ResponderEliminarUn abrazo
A la protagonista, el bebé le resulta tan extraño como alimentar a un cactus, por decirlo de alguna manera.
EliminarEntiendo que no todas las mujeres sienten la necesidad de ser madres, como entiendo que hay varones que tampoco sienten esa necesidad. Hoy en día existen múltiples elecciones que no abogan por una descendencia, o que no la podrían hacer factible sin renunciar a placeres personales.
Me parece bueno que la literatura recoja estas situaciones, de manera que podamos debatirlas a partir de su conocimiento.
Un abrazo para ti, Lorena.
Siempre he pensado si los temas o los movimientos o las modas en la literatura son reflejo de una necesidad social o, digamos, son un impulso telúrico, que diría NERuda, o, s lo peor, son parte de un movimiento de ventas. Escéptico, y ya mayor, como soy he visto moverse tantos impulsos que se desaparecen como olas en la orilla -muchas veces apagados por los propios editores que o ya no ven negocio o ven que se les va de las manos-,por ello los miro, digamos, con cuídado. ELlo no quita para que aparezcan novelas que merezcan la pena; ganar temas a la nada anterior siempre es un tema positivo.
ResponderEliminarGracias Marcelo
Yo también me he vuelto escéptico a la hora de la inserción de temas de actualidad con miras a incrementar las ventas, Wine; por eso leo poco nuevo y casi nada de best seller.
EliminarEn este caso, me pareció genuino el planteo de no querer ser madre -o, de serlo, no poner empeño en saber cómo-. Creo que el presente, refleja la realidad del grupo de mujeres que no quieren ser madres, o se han visto en el albur sin interés. No lo he percibido como un negocio editorial; por eso lo tildo de excelente.
Como tú dices, es un libro que le gana a la nada o, quizá, ofrece otra mirada sobre un tema que cada vez más gana adept@s.
Un gran abrazo, Maestro.
Es que los niños... Vaya, que muy bien todo eso de la libertad y la independencia y lo que quieras pero no sentir nada por tu propio hijo te convierte en un monstruo. No es de extrañar que hable como observadora de sí misma.
ResponderEliminarBesitos enfadados (con ella)
El camino del debate se vuelve escabroso, Guapa. Se de varias mujeres cercanas a mi que no tenían intención de ser madres, pero bueh... Y de otras que, a los hijos, ni pelota. Y no hablo de mi género, que para borrarse de las obligaciones pues... No sé si monstruo; a veces, las cosas no son lo que esperabas que fuesen. No puedo opinar mucho, porque no tengo descendencia.
EliminarAún así, el libro está muy bien.
Besotes comprensivos.
Un tema complejo, la maternidad y sus filias y fobias, que planteado desde la perspectiva literaria incita interesantes reflexiones, veo que te ha gustado el abordaje de su autora.
ResponderEliminarUn abrazo, pibe ;)
Cuando un texto plantea un sentir posible, y lo acompaña de una estructura que permite ir y venir en el tiempo, de manera de poder comprender el por qué del protagonista, no puedo menos que recomendarlo.
EliminarQue pueda comprender no significa que lo justifique, Paco, pero al menos promueve el debate. Eso sólo lo logra la buena literatura.
Un abrazo, chaval!