I.
Muchas fueron las
voces que se expresaron sobre este título ni bien apareció en las calles.
Varias hicieron encendidos comentarios convirtiéndolo en un libro, cuanto menos,
polémico. No había manera de
dilucidar acerca de los argumentos esgrimidos –a favor y en contra- sin hacer
la experiencia de leerlo. Fiel a mi estilo, dejé acallar los fuegos primigenios
y sus probables influencias dejando pasar cinco años, un tiempo que supuse prudente
para intentar ser algo más objetivo.
II.
La
lucha armada que sostuvo ETA en el País Vasco, con sus ansias de independencia
del resto de España, ha desgarrado el entramado social de sus gentes. A partir
del abandono de la misma, la sociedad vasca se ha visto en la enorme tarea de
reconstruir vínculos que supieron conocer mejores días. Los atentados contra
aquellos que no comulgaban con el independentismo a ultranza, o bien que no
colaboraban económicamente con la causa han dividido a la comunidad en víctimas
y victimarios. El origen del planteo de Aramburu, entonces, resulta claro:
¿cómo se sale de la antinomia y de sus secuelas?
III.
La historia, por lo demás, es simple. Dos
amigas íntimas, que viven en un pueblo en las cercanías de San Sebastián, forman
sendas familias y mantienen amistad hasta que el marido de una de ellas es denunciado
como traidor –primero- y asesinado luego por ETA, por negarse al aporte ‘revolucionario’
–una exacción de dinero destinado a proveer a las arcas de la organización militar-.
Para colmo, la otrora familia amiga cuenta con uno de sus hijos dentro de ésta y
su madre decide tomar posición a favor de él, sobreviniendo la ruptura.
IV.
El
tiempo ha pasado. Ahora que la organización ha abandonado las armas, la viuda
ha decidido volver al pueblo, aun a costa de que sus miembros sostengan el
mismo vacío que le habían propinado a partir de la aparición de la primera
pintada. Enferma, sólo desea saber si el hijo de su amiga participó en el
asesinato de su marido. Aquél, capturado hace ya tiempo y encerrado en una
cárcel, se niega a cualquier disculpa. Pero la acción de sus hermanos, la prolongada estadía
en el encierro y la renuncia de ETA corroen su interior.
V.
En algo más de una centena de capítulos que se distribuyen a lo largo de seiscientas páginas, Aramburu no sólo elabora una ficción sólida sino que cuestiona cómo dejar atrás lo ocurrido sin poner en pie de igualdad a víctimas y victimarios. La situación es asimétrica: éstos pueden pedir perdón, pero aun así no les devolverán a la vida a los seres queridos de los primeros. Destaco la construcción psicológica de los personajes, las veraces descripciones de la vida cotidiana y la manera de alternar la trama. Hacia el final, parece haber un intento de explicación del porqué del libro: que nadie se apropie de un relato político que tienda a simplificar lo ocurrido, ni que facilite el olvido y la desmemoria. Como ficción, impecable y recomendable.
Es un gran libro. El tema aún levanta ampollas en España y en el País Vasco. Aramburu lo trata de una forma totalmente creíble y sus descripciones de la vida en aquellos pueblos en aquellos años es totalmente acertada.
ResponderEliminarEmpieza a haber muchas novelas sobre el tema y trato de leerlas porque, como siempre me pasa con estos asuntos, trato de huir del blanco y negro y captar matices. En resumen, entender un poco más cada vez de algo que es difícilmente entendible.
Un beso.
Es una buena novela, con mucho de realidad y otro tanto de ficción. El maniqueísmo entre probos y réprobos a nada conduce, Rosa; ni allí, ni aquí -y puedo asegurarte por mi propia experiencia-.
EliminarComo dices, el lector profano -como yo- asiste a una situación que le resulta difícil de entender y en la que, peor, se vuelve incapaz de distribuir culpas.
Solo espero que el pueblo vasco pueda hallar un camino de superación de sus antinomias. Es mi deseo.
Besos para ti.
Genial tu reseña, y estupendo tu criterio a la hora de abordar una obra polémica, dejar pasar el tiempo. Yo fui de las que lo leyó al principio de los principios. Devoré el libro. En dos días lo había acabado. También es verdad que estaba enferma y me pasaba el día leyendo. Un abrazo
ResponderEliminarGracias por tu aliento, Esther. Como hombre maduro, la vida me ha enseñado que el tiempo es el único capaz de prodigarnos una mirada más diáfana sobre los hechos por los cuales nos hemos apasionado.
EliminarMe ha resultado una buena lectura, aunque reconozco mis limitaciones -debido a la distancia temporal y geográfica- de apreciarlo en su justa medida. No obstante, lo recomiendo como un primer paso para acercarse al problema de la independencia regional.
Un fuerte abrazo para ti.