miércoles, 15 de febrero de 2023

Cambio de registro. Oso, Marian Engel

 

Impedimenta, 2015

I.

            Varios comentarios entusiastas de diversos lectores hicieron suficiente ruido con la aparición en español de este título. En esta lejana geografía hubo que esperar a que el representante de la casa editora lo trajera como novedad en el mes de abril del siguiente año. Una novel amiga lectora confesó su perplejidad ante esta lectura e impulsó la mía. Por cariño a ella, hago llegar mi humilde opinión.

II.

                Lou es una joven bibliotecaria que se desempeña en un Instituto de Canadá. De vida austera tanto como anodina, utiliza su actividad como escondite de una personalidad solitaria, con escasas satisfacciones en el plano sexual y una serie de fracasos amorosos que fortalecen su encierro en sí misma. Una donación particular le brinda la oportunidad de viajar a una pequeña isla al norte de Ontario para inventariar la documentación y materiales legados. En la heredad no habrá nadie más que ella, una vieja india que la visitará a veces y un oso, que fuera compañía de sus últimos propietarios.

III.

               A poco de andar, es evidente que la soledad del paraje y la necesidad de subsistencia refuerzan la búsqueda de afecto y contención. Lou empieza a frecuentar a ese animal –una mascota sin domesticar- y entre ambos nace una relación que bordea la zoofilia, con el ejercicio de ciertas prácticas -¿transgresoras?- entre un ser humano y un animal salvaje. Ese cambio de registro que se opera en Lou a partir de este estrecho vínculo es el que le devolverá la confianza perdida y renovará su vida a futuro.

IV.

                Párrafo aparte merece el tono de la propuesta. Hay críticos que en su momento tildaron de obscena esta obra; no lo es. Engel ha optado por brindar a los lectores una narración límpida, despojada de cualquier consideración moral. En cierta manera, en la evolución de los acontecimientos narrados es tan cuidadosa que hasta hace parecer natural algo que en lo cotidiano no lo es. Ésa es la maravilla del texto: hacernos creer aquello que habitualmente no ocurre. Así, de aparecer algún juicio –o prejuicio- ético, correrá por cuenta de cada lector.

V.

               En suma, con un estilo conciso en sus párrafos, descripciones acertadas que no caen en lo chabacano y una tensión que permanece hasta el final, esta narración -que no alcanza las dos centenas de páginas- plantea dilemas morales a la vez que interpela sobre nuestra naturaleza, la que compartimos hombres y animales. Un libro que se lee en una tarde y deja material para la reflexión. Muy interesante.

4 comentarios:

  1. Querido Marcelo:
    Leí este libro hace un tiempo pero no anda por la cantina, porque era la época de la controversia y no tenía ganas de lidiar.
    El caso es que coincido por completo con tu opinión, y no era fácil salir del brete de contar una historia como esta. Caer en lo soez, lo ordinario, es muy fácil, cosa que además algunos autores hacen deliberadamente para provocar incomodidad. Sin embargo, esta autora optó por humanizar el relato y creo que ese fue su acierto.
    Es más, creo que tiene un cierto aire de fábula.
    Besitos comprensivos

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    1. Entonces, Guapa, eres de las mías. Yo suelo dejar pasar bastante tiempo antes de encarar una lectura polémica, por más que los fragores a favor o en contra despierten mi curiosidad. Personalmente, me es más fácil opinar después que toda la pirotecnia intercambiada se ha silenciado por el paso del tiempo. Allí solo cuenta tu apreciación, sin intentar agradar, ni dar coba a otros intereses de por medio.
      Coincido en que tiene aire de fábula, pero está muy bien narrado, sin juicio de valor. Deja que el lector se enfrente a sus propios prejuicios, si los hubiera.
      Besitos coincidentes.
      P.S.: He visto que has leído el último libro de N. Butler, pero no lo has expuesto en tu Cantina, ¿puede ser?

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  2. A mí me gustó. No me pareció para nada una lectura obscena, pues, como bien señalas, tal y como plantea la autora esa relación entre Lou y el oso, se lee como algo que surge de forma muy natural. Es lo bueno de la literatura, que puede recurrir a algo que en la vida real nos produciría rechazo para indagar, en este caso, en su protagonista de una manera muy introspectiva.
    Un abrazo

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    1. A mi también, Lorena. Si existiera algún prurito o prejuicio hacia aquello que describe, es propiedad exclusiva del lector. Por otra parte, la continuidad narrativa y el cuidado extremo en no caer en estereotipos es lo más granado del texto.
      Un abrazo para ti.

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