Chai, 2022
I.
A propuesta de un club lector,
éste era el texto a compartir el pasado mes de enero. Decidí incluirme debido a
la buena experiencia que había tenido con otra de las obras de este autor, una
colección de relatos, a más de tener el ejemplar en papel esperando desde casi
un año atrás. No soy aficionado a las novelas de autoficción que, de un tiempo a esta parte, pululan en el negocio
editorial, pero después del esfuerzo que supuso la lectura anterior, necesitaba
algo más ágil.
II.
Dividido en siete capítulos, con una extensión
total que apenas alcanza las dos centenas de páginas, el propio autor –
narrador intenta no solo quitarse de encima la opresión que ha generado en él la
figura de su madre, Lou, sino de exorcizar su omnipresencia ahora que ha
muerto, a través de un ejercicio de escritura que le permita, si cabe, comprender
un poco más la vida de ella y, de esta manera, también la propia y la del resto
de su familia.
III.
Ambientada mayormente en medio de
parajes de la Florida, E.E.U.U., en cada capítulo, Don va repasando su historia
mientras construye el perfil de la personalidad de su madre: una mujer
excéntrica, poco convencional, que se casó dos veces con el mismo hombre -hasta
su ruptura definitiva-, de talante agresivo –no por nada sus dos hijos
remontaron vuelo apenas pudieron-, alcohólica y fumadora obsesiva.
IV.
El narrador cree que, con esa muerte, se ha de
liberar de todo lo que Lou ha representado para sí y vivir una vida más plena,
pero hasta la imposibilidad de hallar una cama confortable le remite a su madre.
A partir de allí, desfilan las aventuras con el tío Eldridge –hermano de su
padre-, un novio de su madre y la historia de un cuadro, los estrambóticos
diseños de indumentaria que Lou pretendía vender, las historias del abuelo
materno, las diapositivas que guardaba su padre, las sucesivas mudanzas. Todo
descripto con cierta melancolía, pero siempre focalizado sobre la figura
materna.
V.
En estilo coloquial y ameno, con algunas escenas tiernas y una pizca de humor mesurado, Antrim bucea en sí mismo y saca afuera sus miedos, sus resentimientos y también cierta dosis de remordimiento y culpa por no haber sabido estar más presente cuando su madre lo necesitaba hacia el final de sus días –algo que muchos de nosotros nos cuestionamos con frecuencia-. Este intento de comprensión no elude la rotunda influencia que las madres pueden ejercer sobre sus hijos. Un libro breve, bien narrado, emotivo, que deja un sabor agridulce.
Querido Marcelo:
ResponderEliminarNo he leído aún nada del autor. También me despierta cierto recelo cualquier moda literaria, ahora con la autoficción. Sinceramente, la vida de los escritores me da igual, lo que quiero es que inventen y me lo cuenten.
Estoy de acuerdo de que siempre nso queda esa sensación de culpa por no habernos portado lo suficientemente bien pero somos humanos y por tanto imperfectos. Cuesta asumir esos errores.
Me gusta la propuesta, el lugar y el tipo de libro aunque la sensación agridulce no es mi favorita en las lecturas.
Guapísima,
EliminarEntonces me atrevo a indicarle que el libro de relatos de Antrim puede ser de su agrado. Recuerde siempre que quien le escribe no suele ser lector de narrativa breve.
Algo que está entre Carver y Cheever, con algo de humor.
No es que éste no me gustara; pero existen muchas novelas que abordan la relación entre madre e hijo y, si bien a la hora de abordarlo resulta original, se ha vuelto tan recurrente en estos últimos tiempos que el propio tema satura a los lectores, en mi humilde opinión.
Péguele una hojeada si lo ve por allí. Mis colegas lectores locales dicen que está mejor hacia el final; coincido.