El cuenco de plata, 2014
I.
Decidí que 2024 fuera el año para encarar
la totalidad de esta colección del autor, cuyos once volúmenes –hasta la fecha-
se hallan en español. Es intención de quien suscribe proveer una entrega -con carácter
mensual- de cada libro hasta fines de año. Yendo a este primer volumen, en
verdad es una relectura doble, puesto
que, tras alzarse con el Premio Goncourt en el 2002, pude leerlo tiempo después
en una edición bajo otro sello, aun en mi haber.
II.
El nombre del volumen lo toma de una suite
perteneciente al Cuarto Libro de Suites para clavicémbalo, de François Couperin,
publicado en 1728, y se halla en consonancia directa con su contenido, basado
en las supuestas palabras proferidas por Siagrio, el último rey romano, quien
en 486, antes de ser degollado, exclamó: “Quaesivit
cum moriebatur ubi essent umbrae” (mientras expiraba preguntó dónde están
las sombras). El texto abunda en frases en latín, con sus correspondientes
traducciones.
III.
En su interior, el autor desgrana
reflexiones, muchas de las cuales tienen origen en episodios históricos,
fábulas, leyendas como así también en elucubraciones personales, que son
presentadas como destellos y que tienen como nervio conductor la penumbra de la
meditación y las sombras del reino desconocido: el más allá, la muerte, las
creencias, todo ese universo oculto a nuestra razón. Quignard explica que
existe un primer reino, uterino y prenatal, del que no llevamos recuerdo; por
ello, toda nuestra vida transcurre en el segundo y último reino.
IV.
Destaco el collage de elementos disparadores
de meditaciones, donde se entremezclan el señor de san Cirano, Jesús, el Terror
francés, las guerras mundiales del siglo XX –incluyendo el atentado a las Torres
Gemelas-. Todas ellas, tienen a la luz
de la democracia y la ley como protagonista, por oposición a las sombras del instinto animal y del ser
antes de nacer.
“Los vivos no son sombras. Tal vez son muertos envueltos en vestidos que brillan”.
V.
Por momentos polémico e inconexo, es un libro que busca el debate de ideas y la crítica; irreverente tanto con los hitos históricos como con los hechos del presente (Little Boy incluido); un texto que gira en un incesante torbellino cuya secuencia pareciera no guardar lógica alguna. Sin embargo, convoca a un ejercicio reflexivo del lector, poniendo énfasis en la evolución de nuestro pensamiento y nuestro acontecer. Los amantes del discurrir filosófico, de parabienes. Una obra con material para meditar.
Un libro que no parece sencillo de leer. Lo que si que me llama la atención es el reto de los 11 libros en un año a uno mensual. Me gusta la programación de ese tipo. Espero leer sobre los demás y seguir meditando. Un abrazo.
ResponderEliminarNingún libro de Quignard es sencillo, Ana. Dispara un puñado de reflexiones tras cada párrafo. Lo maravilloso del francés es que te obliga a pensar. A tomar partido. A no dejarte engañar. A no hacerte trampa a vos mismo. Creo que es por eso que lo sigo. No veo en la literatura de hoy alguien que nos fuerce a ir al interior de nosotros mismos.
EliminarTendrás mis honestas opiniones a lo largo del año sobre el resto del material. Un abrazo para ti.
Querido Marcelo.
ResponderEliminarSigo con las reservas de neuronas bastante justas. Este tipo de libros tan reflexivos y sesudos me dan sueño, no me sacan del lugares en los que no quiero estar como sí lo hacen las obras de ficción. Espero a otra obra más asequible para mí.
Besitos pacientes
Maja, entiendo tu punto de vista y tu circunstancia. No te preocupes; hay de todo disponible en la literatura de hoy. Por fortuna!
EliminarBesitos comprensivos.