I.
Tropecé con este título en 2010,
mientras buscaba un libro de ensayos en los que la autora exponía su mirada
acerca de los niños y la literatura infantil. Me conformé con él, después de no hallar aquél y, como contenía un
sesgo detectivesco, me pareció interesante disponer de una alternativa donde
una artista intenta averiguar qué fue de la vida –y de la muerte- de quien
fuera su modelo a seguir. En aras de bajar la lista de pendientes de larga
data, decidí encararlo.
II.
Polly Alter, poco después de cumplir 39 años
descubre su tendencia a relacionarse más con mujeres que con hombres.
Historiadora de arte, se ha divorciado de su marido -que ha ido a vivir a Denver-,
y mantiene cierto equilibrio interno con su hijo de catorce años quien, en las
últimas vacaciones, ha quedado deslumbrado por las posibilidades que su padre
le ofrece quedándose con él. Paralelamente, Polly entabla una suerte de sororidad con Jeanne –una amiga
confidente-, que derivará en una iniciación lésbica sui generis (mientras ésta ocupe su casa).
III.
A todo esto, Polly ha ganado una
beca para escribir un libro sobre Lorin Jones, una pintora con quien se
identifica, muerta joven en circunstancias poco claras. El trabajo de campo la
lleva a entrevistar a miembros de su familia, marchantes amigos, mujeres rivales
y hasta a un seductor crítico de arte que ha sido su marido. A medida que se
adentra en la investigación, las dudas acerca de lo que le narran la ponen en resonancia
con su propio acontecer, de manera que no solo se interpela sobre su
biografiada sino también sobre su propia historia y comportamiento.
IV.
Ambientada hacia fines de los ’80 en E.E.U.U.,
cuando el flagelo del SIDA se hallaba en su apogeo, Lurie nos ofrece una mirada
sobre las relaciones de dominación entre seres humanos –que incluyen la práctica
sexual y el mundillo del arte, entre otros-, la necesidad de ser amado y valorado,
y todas aquellas realidades personales que conducen a identificarse con el
objeto de análisis. En ese aspecto, la autora no ahorra nada a la hora de
exponer las contradicciones de su protagonista.
V.
Con un estilo coloquial, ameno y por lo demás fluido, Lurie nos entrega un texto interesante, que tiene mucho de simbiosis entre musa y artista, sin eludir una dosis de feminismo no militante pero sí presente que acompaña sus páginas. Con escenas bien descriptas, diálogos y reflexiones importantes, el conjunto resulta una novela por momentos emotiva y empática. Más que apropiada lectura para unos días de descanso.
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