I.
Es uno de los títulos más
queridos de la docente que lo propusiera, y si bien mantuve mis recelos -pues tamaña
obra nunca hubiera estado dentro de mis opciones-, el compromiso con el texto y
el contexto de quien liderara su análisis habría de aportar no pocos detalles a
una sustanciosa mejora en la interpretación de las novelas de caballerías y,
por consiguiente, en la lectura del Quijote.
II.
La obra de marras fue escrita hacia el año
1180 y da origen a una de las tradiciones más célebres que ha llegado hasta
nuestros días: nada menos que la de Los
caballeros de la Mesa Redonda, con el Rey Arturo a la cabeza. Y junto a él,
dos figuras destacadas: la de un aprendiz de caballero encarnado en la figura
de Perceval (el Parsifal, de Richard
Wagner) y el prudente, leal y solícito sobrino de Arturo, el caballero Gauvain
(Galván).
III.
Esta novela medieval se divide en
dos partes bastante nítidas. En la primera, el lector asiste a lo que podría
tildarse de novela de iniciación, donde
un jovenzuelo, que no ha salido de una suerte de jardín edénico llamado la Yerma
Floresta Solitaria merced a que su madre sobreprotectora –que ya había perdido
a otro hijo y su marido con motivo de ser reclutados para las Cruzadas- ha intentado
guardarlo de cualquier motivo de partida, entra en contacto con unos caballeros
y decide convertirse él mismo en uno de ellos. Este joven no tiene nombre, pero
se transformará en Perceval luego de ser ordenado caballero por un descreído
rey Arturo.
La versión digital, gentileza de EpubLibre
IV.
En la segunda mitad, se narran las aventuras
de un protagonista único llamado Gauvain, sobrino del rey Arturo y, como tal,
un caballero con todas las dotes necesarias para construir un arquetipo de la
caballería cortés. Fiel a su tío, no dudará en ponerse al servicio de damas
necesitadas de protección ni tampoco le temblará el pulso a la hora de
desenvainar su espada al servicio de lo que se considera justo. Así, el
conjunto será el material pionero para las novelas de gesta, ésas cuya profusa
lectura parecen haberle secado el cerebro a don Alonso Quijano.
V.
En un estilo ameno y coloquial el erudito editor Martín de Riquer, quien tuvo a cargo no solo la traducción sino la habilidad de pasar un texto escrito en forma de poema a una prosa narrativa manteniendo la poética del original, nos ofrece además una explicación de la obra en su Introducción, enriqueciendo su trascendencia. En conclusión, una breve novela que despierta la atención del lector y la admiración sobre un texto tan lejano en el tiempo como fecundo. Para no dejar pasar.
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