El texto esperaba desde hacía una docena de años,
porque parecía más apropiado para la lectura en grupo que para encarar de
manera solitaria. Así fue como en un puñado de lectores convocados por una
librería local surgió la idea de visitar obras universales y su líder no tuvo
mejor idea que iniciar la faena con este título. Lo más trabajoso fue optar por
la versión cinematográfica, debido a las varias realizaciones existentes
basadas en esta novela. La Fortuna hizo que la elección recayera sobre la
mirada de un director de culto, Wim Wenders, más que nada debido a una
curiosidad personal: cómo se narra una historia norteamericana con artistas en
idioma alemán original –para colmo, filmada en Galicia-. Todo un desafío este
Pelibro.
Libro
Nathaniel Hawthorne (Debolsillo, 2009)
Esta novela, ambientada en Salem,
Massachusetts, hacia fines del siglo XVII, narra la historia de Hester Prynne,
una joven mujer casada con un marido ausente, quien da a luz, fruto de una
relación clandestina. Condenada por su sociedad por adúltera, es obligada a
llevar sobre su pecho una gran letra A mayúscula, símbolo de su ignominia y
vergüenza frente al resto del pueblo. Indagada públicamente sobre quién ha sido
el padre de la criatura, Hester mantiene un hermético silencio. Por ello es
conminada a vivir fuera de la aldea, junto a su hija, quien a la sazón ya
cuenta con algunos años.
Hawthorne
inicia este breve trabajo comentando cómo llegó el narrador a un escrito, base
de esta historia ocurrida un siglo antes, en una suerte de Introducción que
lleva por título ‘La aduana’, donde relata los pormenores de la actividad de la
misma, describe con algo de sorna a sus empleados, y los azarosos motivos que
lo pusieron a cargo durante un período de su vida.
Lo
cierto es que su protagonista, al ser vilipendiada socialmente, sólo puede
sobrevivir en una casa deshabitada en las afueras del pueblo. Para mantener vestida decentemente a su hija,
Hester se dedica a coser y, siendo del agrado de la aldea tanto su trabajo de
costura como su absoluta circunspección, comienza a ganarse la vida con esta
actividad.
Pero
Hester no está sola. Además del alcalde y su hermana –verdadera amante de la
brujería- se encuentra el pastor Arthur Dimmesdale, reconocido clérigo por su equilibrada
mesura –y adorado por las jóvenes, quienes ven en él a un buen candidato, y un
médico recién llegado, Roger Chillingworth, que oculta para todos –salvo para
Hester- al verdadero marido de ella. El afán de descubrir al padre de la hija
de su mujer llevará al galeno a ejecutar una despiadada venganza.
Este
triángulo amoroso plantea distintas clases de culpa: la pública, que sobrelleva
Hester con esa letra; la secreta, elegida por el pastor al no confesar su
pecado y mantener la imagen sacerdotal y la privada de Roger, cuya sed de
venganza consume su vida.
En
un estilo frontal y directo, Hawthorne ofrece una crítica a la hipocresía
puritana, a la solemnidad y pacatería de una sociedad que ha perdido la alegría
de vivir. Esta edición se acompaña de un pequeño prólogo a cargo de Rafael
Reig.
Film
Wim Wenders (Varias, 1973)
Siendo varias las versiones
disponibles, me incliné por ésta por el renombre y la magnitud de la obra de su
director que excedía, con holgura, la de cualquier competidor, aun a sabiendas
que el propio cineasta siempre la consideró un gran fracaso –no se si se
extiende al aspecto comercial; pero estoy seguro que no debe haber quedado nada
conforme en el plano estético-.
Como toda puesta en pantalla, la
oferta presenta altibajos. Dentro de las fortalezas que encuentro en el film se
hallan la intención de Wenders de sostener la ambientación original del siglo
XVII, con geografía y vestuario a la altura; responder fidedignamente al espíritu
con que Hawthorne nos legó su escrito y representar adecuadamente la atmósfera
puritana, llena de prejuicios y recelos que hacen al entorno donde se mueven
sus personajes principales. Es más, ni el texto del autor ni esta propuesta de
Wenders explotan la posible sensualidad y erotismo que supuestamente envuelve a
Hester Prynne –y que Senta Berger, en el apogeo de su belleza, bien podría
haber encarnado-.
Sin embargo, la filmación en
idioma alemán parece desacertada –imagino a todos los espectadores yanquis
haciendo lo que pocas veces hacen: leer subtítulos-. Las interpretaciones de
los protagónicos cumplen con el guion, pero no alcanzan la fuerza expresiva del
drama y la tragedia que sí están presentes en la novela, haciendo que el
conjunto no obtenga mayor relieve y todo resulte demasiado chato. Para colmo,
Wenders se toma ciertas licencias, cambiando parte del final y la rapidez con
que resuelve en pocos minutos de celuloide todo el emotivo desenlace obligan a
pensar si se había quedado sin presupuesto. Acompaña un elenco que no será
recordado por sus actuaciones, una fotografía bien llevada pero no superlativa
y una banda sonora con tonos New Age,
muy propios de la época.
En suma, algo más de hora y media
de una obra que, sin caer en la más abyecta mediocridad, no termina de despegar
de cierto grado de tibieza. Los seguidores del director, de parabienes.
Testimonio del Pelibro 39
Libros
en Estéreo, 12/09/25
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