Periférica, 2016
I.
Dicen que las letras de Thackeray no
iban a la zaga de las de Dickens, los representantes más conspicuos de la
literatura inglesa de la era victoriana. Sólo que el realismo naturalista del
último carece de cierta nota satírica que sí ha sido el sello distintivo del
primero. Y esta brevísima obra demuestra palmariamente ese costado burlón, tras
una mirada perspicaz de esa clase media que intentaba copiar a la aristocracia,
sin poseer los recursos necesarios. La escasa extensión de páginas me permitió
intercalarlo entre otras lecturas.
II.
El señor Timmins comete el error de comprar
cosas y algún regalo a su esposa con unos ingresos extra que la profesión leguleya
le ha deparado. Este simple hecho dispara en la señora Timmins la tantas veces
postergada realización de una cena en su casa, donde pueda ponerse de
manifiesto la prosperidad de la familia, a la vez que originar envidia en sus
amistades más cercanas. Para ello, no escatima los pocos fondos disponibles aún
–sin tomar en cuenta las deudas que mantienen con los proveedores de lo
cotidiano- para llevarla a cabo, participando a una veintena de conocidos –por
los que no sienten apego alguno- en una casa minúscula y económica, de algún
barrio periférico, donde resulta imposible sentar a más diez personas en su
sala y con paredes cuyo espesor es tan delgado que permite escuchar los sonidos
en las casas vecinas.
III.
Thackeray describe con maestría y oficio a una
típica familia de clase media con aspiraciones sociales. Allí está el marido
permisivo y mediocre, su esposa insatisfecha y una suegra entrometida, dándose
aires cuando el presupuesto no lo permite, con el único objeto de aparentar más
de lo que pueden. De más está suponer lo que ocurrirá: la velada se transformará
en algo no deseado y el costo será el ridículo.
IV.
Con un puñado de personajes
perfectamente delineados, situaciones grotescas y escenas hilarantes, aunque no
desopilantes, Thackeray se burla de toda una clase social que intenta vivir más
allá del alcance de su propio bolsillo, algo que aún mantiene cierta vigencia
en diversos estratos. De estilo coloquial, ameno y fluido, resulta una buena
opción para adentrarse en el universo literario del autor cuando se dispone de
un par de horas de ocio.