viernes, 11 de julio de 2014

En busca del tiempo perdido. 1. Del lado de Swann, Marcel Proust


Losada, 2011


           Inicié esta loca quimera de leer a Proust poco después de haber leído una encuesta formulada a cien escritores en español que exponían diez títulos que habían cambiado su vida; casi un tercio de ellos la incluía como obra señera. Si tan importante habrá sido para autores respetables, mi curiosidad impulsó la decisión, que arrastró a Utopía y, por su intermedio, a Carlos, otro lector amigo.

            La obra consta de siete volúmenes. Éste, el primero de ellos, está estructurado en tres partes bien definidas: Combray, Un amor de Swann y Nombres de tierras: el nombre. Todas ellas están escritas en primera persona del singular, tanto como testimonio de tiempos idos como de evocación.

Combray

            Este comienzo hace alusión al lugar de descanso veraniego de un relator enfermizo –suponemos el propio Proust-, quien contaba con pocos años a finales del siglo XIX. Descendiente de una acomodada familia francesa, pasaba sus vacaciones escolares allí, junto a tías y demás parientes, en busca de mejores aires que el de París de la época. En ella, Proust repasa todo un manojo de recuerdos de infancia que, al crecer, fueron quedando atrás y que rememora, desde la sensación de mojar una magdalena en el té –párrafo tan célebre como trillado- hasta lo que puede encontrarse en los alrededores, o la descripción detallada de los sentimientos que vinculan a los miembros de su entorno.

            En este sentido, el autor hace gala de múltiples recursos estilísticos para dotar a sus descripciones de pinceladas que conjugan una sabia exposición de los pormenores con una minuciosa observación de lo que lo rodea, cualquiera sea su objeto, geografía o seres humanos.

            Un padre apegado a normas, una madre más contemplativa pero sumisa y un puñado de personajes secundarios, nos ofrecen un retrato de una típica familia de la clase alta francesa finisecular, donde el hijo es un poco menos elemento que se debate entre ser algo más que un estorbo o encarnar lo inoportuno.

Un amor de Swann

            Considero a ésta la parte más sustanciosa, donde Proust pone la mirada en la sociedad de aquel tiempo. Charles Swann, un joven conocido de todos, que pugna por figurar en los ‘salones’ de la alta sociedad, es el centro del relato y se vuelve protagonista. Arribista, sin sólida formación pero con excelentes modales, buen gusto y gestos de cortesía y urbanidad, va forjando su futuro haciéndose un lugar en medio de la burguesía parisina y los círculos que ésta suele frecuentar.

            Con la aparición de Odette de Crecy, una lánguida y esbelta mujer de la que Swann queda prendado, se inicia toda una serie de descripciones y reflexiones sobre la naturaleza del amor –real o fingido- y el análisis de sus implicancias en el corazón del enamorado. Así, la gama de sentimientos encontrados, los juegos de seducción, el rol de las mentiras, el sexo y los celos en la relación que se está gestando se combina con las acciones del entorno social –que aprueba o no ese vínculo- y los efectos a distancia que pueden ser capaces de provocar. Si el lector recorre todas las líneas de esta parte, encontrará un manual de sensaciones por las que todo el mundo –quien más, quien menos; más tarde o más temprano- ha pasado en algún momento de su vida.

Nombres de tierras: el nombre

            Es la más breve, aunque no la menos importante. Si bien Swann y Odette vuelven a ser el centro de atención, ahora ha pasado algún tiempo y Proust nos cuenta qué ha sido de ellos. Acompaña a este segmento el abandono de la infancia del relator y su entrada en la adolescencia, la iniciación sexual y el descubrimiento del amor. Un amor, por lo demás, prístino e ideal, con grandes cuotas de inocencia y pureza, con quien es la descendiente directa de Swann y Odette.

         Así planteado, el libro deja abierta una consecución para los acontecimientos venideros, seguramente presente en el volumen siguiente.

Análisis y conclusiones

               El libro es denso. Sus oraciones –con multitud de subordinadas, que repiten y amplían los conceptos o las imágenes- se vuelven difíciles de atravesar, por lo que requiere un gran esfuerzo de concentración –imposible de leer en lugares donde el bullicio pueda dispersar la lectura-.

            Además, todo el texto parece un ejercicio de aquello que Henry James ha definido como flujo de conciencia, en el cual el escritor expone no sólo los hechos sino que los acompaña con su propia interpretación, como si nos hiciera conocer qué piensa él de cada personaje en cada momento. A esto debería agregársele un importante desarrollo del monólogo interior, ese recurso tan propio de los textos de Schnitzler.

            Finalmente, su lectura pone de relieve nuestra manera de hacer experiencia; es decir, la importancia de los sentidos a la hora de evocar, rememorar; la idealización de un pasado feliz –que bien pudo no serlo, pero al que el tiempo otorga el beneficio de posibles comparaciones con el presente- y la nostalgia –con cierto dejo melancólico- de aquello que fue y que ya no puede ser. Es por eso que el conjunto adquiere un carácter universal, en el que cualquier lector, más allá de su propia historia, puede reconocerse.

             Párrafo aparte merece la traducción, efectuada por Estela Canto –escritora-. No sólo se apega a las líneas del autor francés, sino que se ha tomado la molestia de encontrar los términos adecuados a los giros expresados en el idioma original, con lo que se embellece el texto sin perder identidad ni transformarlo en algo irreconocible. Puede que, por momentos, resulte algo lírico, poético; pero suma fluidez. Un gran libro, sin ninguna duda.

8 comentarios:

  1. No sé si fue éste el propósito, pero yo, como muchos creo, siempre que veo/como una magdalena, me acuerdo de Proust y sus 7 volúmenes.

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    1. El estilo literario de las descripciones es fantástico. Uno logra 'ver' lo que se narra. Proust conduce con maestría los tempos del relato y, si bien alterna el leit motiv entre evocaciones y digresiones varias, lo cierto es que compone un cuadro de época exquisito. Lo difícil es mantener la concentración; por lo demás, un libro para tener en cuenta, Agnieszka.
      Un beso.

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    2. Creo que no me expliqué bien. Quería decir que a veces me parece que Proust quería que nos acordásemos de él siempre que comamos una magdalena, que en algunos lugares es el dulce por excelencia. Lo leí hace años, en el instituto. Me encantó. Su manera de describir la realidad, las referencias poéticas - no encuentro otro igual. Como bien dices, es también muy interesante el retrato de la sociedad que dibuja- cosa que a mí más me interesa. Me estoy planteando un reto para 2015- volver a leer algunos libros. Creo que voy a incluir a Proust en la lista. Gracias por recordármelo!

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    3. Comparto contigo el placer de leer sus descripciones, tan líricas como minuciosas. Pero además posee un conocimiento de la psiquis humana que, realmente, resulta llamativo. Las apreciaciones sobre el amor, el dolor y el juego de seducción son brillantes. Si puedes releerlo, Agnieszka, aunque sólo sea algunas partes, será lectura provechosa. Un abrazo grande.

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  2. Muy buena reseña, querido compañero de lectura.
    En lo substancial estoy de acuerdo contigo, sin embargo "Un amor de Swann", se me hizo reiterativo y algo pesado. Disfruté mucho con "Combray" y "Nombres de tierras...".

    También destaco la necesidad de concentración y de leer sin prisas. Por fortuna al estar de vacaciones he podido dedicar mucho tiempo seguido a su lectura y eso me ha favorecido sin duda alguna.

    Su preciosismo y lirismo a la hora de escribir provoca fragmentos que te dejan sin aliento, pero es cierto que también hay contenido y que su conocimiento del alma humana aflora de manera constante.

    Un abrazo grande!!

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    1. Gracias por aceptar esta humilde propuesta, U-to. He leído tu reseña y me asombró cuán complementaria es a ésta, aunque con la misma percepción. Es mucho más cálida y emotiva -como habitualmente-. Espero que los lectores se hayan dado cuenta de que haciendo click en Utopía -en el texto-, te lleva a ella.
      Lo que me gustó de Swann, fue que la descripción del juego de seducción, conquista y abandono posterior está perfectamente descripto Y la sorpresa al iniciar la tercera parte y encontrarme con el matrimonio entre ambos, ahora con una hija, cuando la relación parecía sin futuro en el final del anterior, pues me descolocó totalmente.
      Será cuestión de proseguir con la historia. Mi propuesta sigue en pie.
      Gracias por tus líneas y aliento. Un beso muy grande!

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    2. Si no recuerdo mal en "Combray" aparece mencionada la relación de Swann con Odette y el encuentro de la hija de ambos con el niño enfermizo-Proust.

      Desde luego el segundo lo voy a leer pero voy a dejar pasar un tiempo (quizás un mes o mes y medio), pero no pasa nada porque los ritmos sean diferentes. Ya hablamos de cuándo lo leerás tú.

      Besos!!

      Pdt: no sé si eres futbolero, yo no lo soy, pero ayer estaba con Argentina por muchos motivos, entre otros mi amistad contigo :))

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    3. Si, ahora que lo dices, está en un párrafo como al pasar. Lo que uno no puede imaginar es cómo se alcanza un vínculo tal cuando era tan imposible de proseguir, según su narrador...
      Aparento ser más futbolero que lo que soy en realidad. Gracias por haberme acompañado en esa ilusión, que se renueva cada cuatro años. En verdad, no tuvo mayor trascendencia. Pero agradezco que hayas estado conmigo.
      Avísame cuando comiences el segundo volumen, ¿si?
      Un abrazo grande, U-to!

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