Anagrama, 1992
Este
título apareció hace mucho tiempo; dicen que pocos tuvieron noticia de él por
estas costas. Al lanzarse en el Viejo Continente un nuevo trabajo del autor
alguien de la blogosfera refirió a éste. Estaba a punto de llevarme otro libro
de la librería cuando lo vi y, en la solapada complicidad establecida entre su
brevedad y mi curiosidad, me incliné por él.
Confieso que me sentí perplejo,
confuso, al concluir los dos primeros relatos, de un total de once que compila
este libro, por cierto heterodoxo. A medida que me adentraba en ellos iba
comprendiendo un poco más hacia dónde me llevaban. El libro está atravesado por
un collage de imágenes que tienen mucho de desesperanza, de nostalgia evocativa,
de infancia inconclusa y, por qué no, de ejercicio literario que intenta
construir ficciones a partir de percepciones y sensaciones. Así, tanto puede
servir a esos fines una carta para un escritor muerto, la búsqueda de un
balneario en medio de una guerra, la alarma de un viajante, el sinsentido de
una pareja en la que ella perdió la historia, una sociedad clandestina que
trafica refugiados o la elección de la más linda de la clase del menos
agraciado de los candidatos, entre otras.
Con frases cortas que definen
sentires y generan atmósferas, como microfotografías de objetos varios, unas
superpuestas a las otras –una especie de ‘puntillismo’ que va delineando una figura
más abarcadora que sólo se aprecia al tomar la debida distancia-, Tizón compone
personajes cotidianos, cercanos a cualquier lector pero lejanos en sus
circunstancias. Como si los cánones del relato hubieran sido abandonados o
descentrados y se valiera de esa pérdida de nitidez para alcanzar una cadencia
propia, una pulsión. Es esa forma desenfocada de la narración lo que la vuelve
ajena y a la vez original.
Particularmente, me han gustado los
últimos relatos, donde con pocos elementos y magros recursos el autor logra
transmitir plenamente la esencia de emociones y situaciones, haciendo que el
lector se vuelva un espectador partícipe aunque silente de lo narrado.
Fluido, con una prosa que mantiene
cierto carácter poético y propone tiempos distintos según protagonistas y
entornos, el libro adquiere sustancia al pasar las páginas. Quizá no del gusto
del lector del cuento tradicional, pero sin duda novedoso y –asumo- algo
vanguardista, resulta una bocanada de aire fresco para los cultores del género.
Siempre he estado confuso y tú tampoco pareces haber quedado del todo entusiasmado pero me lo voy a anotar, tirando de tu experiencia y con especila atención a los últimos relatos. Un abrazo, Marcelo.
ResponderEliminarMe ha parecido algo distinto, que quizás requiriese una segunda lectura. Los cuatro últimos relatos pagan el libro, Yossi. Dale una oportunidad. Un fuerte abrazo!
EliminarMe gusta mucho el cuento, habrá que echarle una ojeada
ResponderEliminarLo recomendaría, porque es algo distinto, aunque no se si es 'apto para todo público'. Saludos.
EliminarPersonajes cotidianos dentro de un envoltorio vanguardista... vaya Marcelo, menos mal que tu entusiasmo es comedido. A me me has convencido ;)
ResponderEliminarBesos!
Con este libro tuve la misma sensación que cuando te inicias en algo; algunas veces no sabes hasta haber pasado un tiempo si estuvo bien. Yo creo que sí, pero reconozco que puede que no a todo el mundo le ocurra lo mismo, Ana. Como siempre, cuestión de experiencia personal. Un beso grandote!
Eliminar¿Una mujer que perdió la historia? Eso me tienta por muchas razones.
ResponderEliminarVeremos si encuentra camino esta propuesta (es que el camino anda un tanto abarrotado ahora mismo).
Besos!!
Me permito sugerirte que lo dejes en la mesa de luz junto a tu cama y, antes de dormir, desgranes un cuento por noche. Sobre todo, porque tengo una idea de cuánta actividad desarrollas durante el día. Probablemente, de esta manera, lo apreciarás mejor que yo. Un beso grande, U-topía!
EliminarQué guapo eres. Otro beso grande.
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