Alfaguara, 1997
Lo
puse dentro del morral al seleccionar qué libros llevaría en mis merecidas
vacaciones. Dio la casualidad que Esther –quien descubrió este título- se
comunicó conmigo por vía privada y me recordó que aun lo tenía pendiente. Sentí
que era la ocasión de dejarme acompañar por otros lectores amigos, que me han
sugerido algo más que buenos títulos y lecturas, y cargué con varias propuestas
aparecidas en otros espacios.
Jakob Beer, un niño de cinco años,
juega con Bella, su hermana mayor, una noche de otoño de 1939, en las cercanías
de las ruinas de Biskupin, Polonia. La irrupción de soldados alemanes que
capturan y se llevan a toda su familia, sólo dejan un resquicio en una pared
para Jakob, que tras largo deambular termina ocultándose en el barro de
Biskupin. Allí lo encuentra y protege un arqueólogo griego, Athos Roussos,
quien lo transporta a su casa -ubicada en una isla griega- y lo educa, en medio
de mapas, libros, objetos de arte y piezas botánicas.
El volumen se divide en dos partes.
La primera narra las alternativas de Jakob y Athos desde su salida de Polonia
hasta establecerse en Toronto, Canadá, a cuya universidad es convocado Athos
para enseñar. El aprendizaje de idiomas –para lo que cuenta con especial
habilidad- permite a Jakob encontrar un modo de ganarse la vida. Hacia la
muerte de Athos, Jakob comienza a dedicarse a la poesía, que encarna la memoria
de aquellos que se quedaron sin voz debido al horror nazi.
Anne Michaels en Bahía Tacul, Bariloche, Argentina
En la segunda parte, Ben, un
profesor de meteorología de origen judío en contacto con Salman -amigo de
Jakob-, es enviado a rescatar los cuadernos que quedaron en la lejana isla
griega, a la inesperada muerte de éste y de su esposa. Relatadas en primera
persona las peripecias del viaje, unidas a la propia historia familiar de Ben
–hijo de padres que sobrevivieron al Holocausto- y su admiración por la poesía
de Jakob, la trama deriva en un reencuentro entre generaciones, donde el común
denominador es la identidad, el sentido de pertenencia a una comunidad que,
como una huella dactilar, imprime su sello allí donde vaya. Una huella en la
que sus miembros se reconocen, independientemente de la geografía, el lenguaje
y las fronteras.
Escrito en estilo ameno y coloquial,
el libro no omite descripciones de los hechos sucedidos dentro de los campos de
concentración nazis, imágenes que pueden conmover y herir al lector sensible.
Michaels, en base a investigaciones, ha sabido construir entre estas dos
historias un puente que supera lo anecdótico y nos lleva a descubrir cuán
importante puede ser la vida de otros seres en la propia cuando el pasado común
se presenta como una marca de nacimiento.
Una obra que no solo resulta
agradable a la comunidad judía en general, sino que la humanidad que destilan
sus páginas, con una multitud de frases que entrañan conocimiento y
experiencias de vida, se ofrece a todos aquellos lectores que conservan en la
memoria sus propias raíces.
Una lectura que se disfruta mucho
más si, en tono bajo mientras se lee, transcurren los acordes de la sinfonía n°
2, de Gustav Mahler, ‘Resurrección’. Nada más apropiado.
Me encanta que nos recomiendes libros incluyendo la música ambienta. Me apunto las dos cosas Marcel.
ResponderEliminarGracias y un beso!
No siempre es así, pero toda vez que puedo lo acerco, Ana. Es un muy buen libro. Ojalá lo disfrutes tanto como yo. Y la música! Un besote.
EliminarMe alegra que te haya gustado. Un abrazo
ResponderEliminarSi, Esther, mucho. Gracias por descubrírnoslo. Un beso.
EliminarA este paso me voy a acabar mudando a tu tierra, lecturas, música, ese paisaje...este libro sin embargo ya sabes que no, holocausto y demás penurias bélicas no los llevo muy bien. Besitos
ResponderEliminarSólo son partes, Norah. La mayoría hablan de cómo encontrar el equilibrio y la identidad. Pero si te parece fuerte, pasa. Cuando quieras, puedes hacer la experiencia de venir aquí y disfrutar del 'combo' libros, música, paisaje. Lo dijo el Nano Serrat: 'Aquí os espero, si queréis venir'. Un beso para vos.
EliminarMuy interesante, lo apunto en mi libreta, sección "espera".
ResponderEliminarLas personas que sufren experiencias tan duras en la vida pueden acercarse
a un equilibrio personal que no siempre es fácil de conseguir. Parece que lo que plantea es la identidad humana más que territorial y eso me interesa especialmente.
Esas fotos son preciosas (se me ha olvidado decírtelo en la anterior de Chirbes) y logras un bello atril.
Besos!!
Si, justamente. La propuesta supera el estrecho marco de la diáspora judía; tiene más que ver con la resiliencia y la búsqueda de la identidad que con el origen de quien ha sufrido semejante dolor.
ResponderEliminarSi supieras las cosas que tuve que hacer para lograr que con el viento el libro se quedara en ese rústico e improvisado atril! Un beso enorme!