La Compañia, 2009
El
libro me llegó cuando esta novel editorial le ofreció este ejemplar ‘de
cortesía’ junto con ‘La misma sangre y otros relatos’ del mismo autor, a quien
fuera mi editor en ese tiempo. Sabedor de su escasa disponibilidad para encarar
su lectura, ambos fueron a parar a mis manos. Aprovecho entonces para agradecer
tanto a la casa editora como a quien me los facilitó, por tamaño deleite.
¿Alguna vez te ha ocurrido tener una
percepción, una intuición acerca de
algo que no puedes comprender racionalmente en ese momento, pero que con el
tiempo la vida te muestra de qué se trataba? Éste es el núcleo central sobre el
que rotan los siete cuentos aquí reunidos, de este gran narrador norteamericano,
que comparte temporalmente con Faulkner, McCullers, Caldwell y F. O’Connor no
solo las letras sino una forma de ver, una geografía común: el sur.
Lo interesante es que no existe un
desenlace de cada historia, como tampoco un orden cronológico; al autor no le
importa qué les sucede a sus personajes ni antes ni después de los hechos. Sólo
narra el momento en que ese despertar
cobra sentido, a partir del que la vida ya no puede volver a ser la que era
porque ahora se sabe el por qué.
Todas las historias comienzan con una cierta evocación. Así, un hombre observa
a un grupo de niñas en la Villa Borghese, en Roma, y se remite a un hecho de su
infancia, acaecido entre su hermana y él; o la carta en que se comunica la
muerte del abuelo, del que se recuerda la pesca y su pie torcido. Hay algo de
magia y de fetiche,
‘Rhody había venido y
se había ido tantas veces que sus pies habían trazado su propio camino,
pequeño, a través del campo de Bailey. Lo llamábamos ‘el camino de Rhody’.
Corría paralelo al camino principal, que iba derecho al pueblo. Nunca lo
usábamos, lo dejábamos para ella; pero, si hacía mucho que ella se había ido,
Mamá le decía a alguno que fuera al pueblo. “Puedes ir por el camino de Rhody;
las malezas están cubriéndolo; a lo mejor eso la trae a casa”.’
La casa de muñecas que un huésped
abandona; un hombre capaz de permanecer en lo alto de un mástil durante días;
la falta de lengua que desespera e impide una buena comunicación; la asistencia
de un enfermero a un herido de guerra, son algunos de los temas que Goyen desarrolla
en sus relatos, provistos de una prosa magnífica y de una búsqueda ávida por
encontrar sentido a lo que resulta inexplicable; una circunstancia donde todo
se nos aclare, se nos revele.
Tan ameno y fluido como conmovedor,
el libro se disfruta como un verdadero manjar. Lentamente, saboreándolo. Un
posfacio de Marcelo Figueras brinda una suerte de interpretación, que realza la
vivencia de lo leído, aunque la colección no requiera otros condimentos.
‘Si pudieran ver mi cara, encontrarían
en ella todos los rastros de mis pensamientos. Surcos profundos allí donde los
pensamientos, pesados como un vagón lleno de carga, hundieron con fuerza sus
ruedas en mi carne. Huellas de ruedas allí donde los pensamientos han girado
sobre sí, encerrados en sus propias celdas de palabras. En mi cara encontrarán
lugares donde los pensamientos han combatido y luchado, alterando la carne.
Tumbas de pena, lápidas de pesar y esperanzas que terminaron en un duelo.
Pequeñas banderas e insignias de alegría, cráteres de pesar y el amplio espacio
de mis dichas generosas. Si se acercan, verán las cruces de las muertes
sufridas por la gente que agonizó ante mis ojos. Esta cara marcada y poblada
es, entonces, el paisaje de mi vida. Pueden mirarla como a un mapa y
descubrirán los países donde he vivido. Uno de esos países se llama Amor.”
Sublime.
Sublime dices. Y de qué forma tan expresiva convences sobre este libro. Tengo por ahí los Cuentos completos de William Goyen, que espero ir leyendo en pequeñas dosis. Espero encontrar también esas percepciones y sus razones en ellos ;)
ResponderEliminarBesos
Pues entonces puedes disfrutar de buena lectura. Estos seguramente estarán incluidos en ese ejemplar que posees.
EliminarOjalá los disfrutes tanto como yo, Ana. Un beso.
Me has dejado casi sin aliento (ya tengo aquí la libreta en la que apunto libros imprescindibles) con tu reseña y con ambos fragmentos, el de Figueras es extraordinario.
ResponderEliminarY sí que me ha pasado, soy mujer de intuiciones que me he pasado media vida intentando controlar con la razón. Ahora dejo que fluyan y el resultado es bastante satisfactorio.
Un abrazo grande!!
Me han dicho ayer mismo que no era tan fácil de hallar; no obstante, creo que por allí hay un ejemplar que reúne todos los cuentos de Goyen. Para no dejar pasar, U-to. Te encantará!
ResponderEliminarUn beso enorme para ti!
Goyen es un escritor de tiempos lentos, que pide lectores que degusten las palabras y las imágenes. Recomiendo la lectura de "De buena madera", y sí, los cuentos que has comentado son magníficos en su sencillez. La casa del aliento es una novela de Goyen, inhallable por estos pagos, cuya búsqueda me llevó un tiempo, pero que valió la pena.
ResponderEliminarOtro título que apunto, Adriana. Éstos publicados por La Compañía son exquisitos. Goyen es un autor del sur de los E.E.U.U. algo opacado por Faulkner, O'Connor, Caldwell y McCullers, pero tiene cosas maravillosas. Es garantía de buenas letras.
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