Anagrama, 1979
Pocas
veces he tenido la ocasión de encontrar una primera edición de un libro; es el
caso presente. Quedé sorprendido al ver éste, el volumen n° 22 de lo que era una
incipiente colección de títulos editados por esta casa fundada en 1969 por
Jorge Herralde. De hecho, me resultó difícil de reconocer, pues se encuentra lejos
de su habitual portada con la que solemos identificar sus ediciones. Así que lo
llevé, más por sorpresa que por su contenido.
El Marqués le pide a su buen
servidor Bautista que le lleve una carta dirigida al conde, Don Demetrio López
del Costillar, vecino suyo y propietario de otro castillo de las inmediaciones,
para entregar en mano y esperar que el destinatario, asombrado por su
contenido, haga devolución de la misma, si es que ha de efectuar algo. Lo
cierto es que el Marqués se encuentra aislado desde hace veinte años y ha
decidido enviar misivas a los que fueran sus antiguos amigos y conocidos con el
objeto de reingresar en la sociedad –si ello fuera aun posible- que él mismo
había decidido abandonar en el pasado. Para esto, comienza con el Conde con
quien en otro tiempo ha sostenido algunas diferencias importantes.
Lo que sigue es casi un ciento de
páginas de monólogo del Marqués, dando todo tipo de instrucciones, dictando el
curso de las acciones a seguir por su ayuda de cámara en cada alternativa que
brinde la visita al Conde, sin perder la compostura ni la hidalguía que
corresponde a un emisario, puesto que cualquier acto que ofenda el pundonor o
la reputación de éste sería infligir una ofensa que iría en desmedro de su
señor.
Escrito de corrido, en un único
párrafo de principio a fin, el texto colecciona una serie de absurdos y
reflexiones disparatadas -aunque probables-, que convierten al propósito
original en una narración descabellada, muy propia del surrealismo. Máxime,
cuando el contenido se encuentra cifrado –se han cambiado letras y signos, de
manera de hacerlo incomprensible- y hasta puede ocurrir que el castillo del
Conde haya sido demolido durante todos estos años de ausencia.
Con estilo coloquial y socarrón, el
conjunto resulta una burla mordaz sobre la pacatería aristocrática, la que
Tomeo aprovecha para reírse del protocolo y dejar en claro que, a su parecer,
esa clase está constituida por poco menos que brutos con título de nobleza. La
disposición de las frases y un adecuado uso de la jerga que fortalece la
identidad de clase del protagonista, devienen en una sorna desopilante con
alusiones a personajes y guiños al lector, que hacen a esta lectura por
momentos entretenida y graciosa.
Las librerías de viejo en tu ciudad son envidiables. ¿Dónde encontraste esta joya? ¿En Av.Corrientes, en Santa Fé o en Palermo?
ResponderEliminarAbundan las librerías de viejo en Baires. Muchas de ellas publican en Mercado Libre, aunque no todo lo que tienen. Un ejemplo: en una de ellas estaban casi toda la obra de Cela; en otra, casi todo Sagan. Tienes que tener tiempo para recorrerlas, mucho tesón y buena fortuna. Éste lo tenía una gran librería del barrio de Villa Devoto, que acostumbra a guardar un par de volúmenes antes de la devolución. Un beso, Agnieszka!
EliminarTengo que visitar más las librerías de viejo (lo hago por internet buscando algo concreto) para encontrarme con sorpresas como ésta.
ResponderEliminarNo he leído nada de Tomeo, nunca me atrajo y no sé los motivos. Quizás deba dedicarle atención ¿no?
Besos entre orillas!!
Es que el diario trajín impide visitarlas puesto que a uno no le queda tiempo -y a veces, ni ganas-.
EliminarNo se si Tomeo sea de tu agrado; por lo pronto, dicen 'los que saben' que lo mejor de él es 'Amado monstruo'.
Besitos fríos desde Baires, U-to!