viernes, 24 de octubre de 2014

En busca del tiempo perdido. 4. Sodoma y Gomorra, Marcel Proust


Losada, 2009

         Cuarto volumen de la obra, en la que el tema central es la homosexualidad. Proust, observador minucioso de su entorno social, divide el tema en dos, según sea su género: destina el término Sodoma a la homosexualidad ejercida entre varones y el vocablo Gomorra para aludir a la practicada entre mujeres, en franca derivación del origen bíblico de los mismos.

           La obra consta de una Introducción, donde se explica que la homosexualidad tiene raíces desde el inicio del mundo y algunos de ellos la practican aun a pesar de sí mismos, junto a cuatro capítulos en los que se abordan distintas visiones del tema, mientras se retoma el relato arrastrado del libro anterior.

           Nuevamente, el texto es poliédrico. Por una parte, narra las desventuras de su narrador con Albertine Simonet, su último amor, a la que sospecha lesbiana y desgrana todas las alternativas que se suceden. Por otro, centra su observación en el comportamiento de Monsieur de Charlus –hermano del duque de Guermantes- a quien, debido más a su curiosidad que a un celo profesional, el narrador descubre homosexual.

               En todas las líneas, repasa los pormenores de lo que acontece en los salones de las damas de la aristocracia, focalizando su mirada en los intereses mezquinos de arribistas, las envidias de las rivales y revelando una suerte de vivencia particular: un tren carreta que, debido al trazado de su recorrido, recoge a todos los invitados a uno de los salones distante de París, al que es necesario asistir para ‘ser alguien’. Como si ese tren cobrara vida propia.

              El estilo mantiene su aspecto coloquial e intimista, adoptando las formas de un diario o de una confesión, y si bien las circunstancias no dejan de ser significativas, el grueso del volumen me ha parecido no estar a la altura de los anteriores. Iteraciones, reelaboraciones y detalles que resultan intrascendentes acompañan a pocos datos de relevancia, como si hubieran estado destinados más a ocupar páginas que a entregar una descripción más completa del fenómeno social. 

              Destaco la misma fluencia de exposición y relato que los tomos precedentes pero por momentos se vuelve tedioso y superficial. Un libro en que el abordaje de la homosexualidad se queda a medias aguas entre la crítica despiadada y la comprensión y aceptación más anodina. Con una traducción impecable, habrá que esperar a su continuación para saber si ha tenido sentido leer el -hasta aquí- más de millar de páginas.

6 comentarios:

  1. Qué lástima no haber sabido que estabas releyendo Proust para haberme unido desde el principio, me hubiera encantado, me habría adaptado a tu ritmo. En enero releeré el segundo tomo así que voy muy por detrás. Un abrazo, marcelo.

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  2. No importa, Yossi. Se que podremos compartir otras lecturas en estéreo. Intento acabarlo a razón de un volumen por mes. Así, concluiré la lectura a mediados de diciembre -espero-.
    Ojalá mis líneas inspiren tus relecturas.
    Un fuerte abrazo desde aquí!

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  3. Marcelo, admiro tu constancia. Yo no pasé del primer volúmen en su momento y estoy segura de que esta parte de Sodoma y Gomorra, más aún en los tiempos que corren, hubiera sido muy... chirriante para mí.

    Besos!

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    1. Gracias por tus líneas. Ana. Con títulos como éste, a veces no tienes otra opción que mantener la constancia, sobre todo para ver dónde va a derivar todo finalmente. Te adelanto que el siguiente es mucho mejor; está a la altura del primero.
      Un beso grande!

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  4. Por fin empiezo mañana el segundo volumen, veremos que me depara su lectura y si seguiré o no. El aburrimiento es lo peor que me puede suceder en la vida, también en la lectura.

    La homosexualidad es un tema que en aquel momento no debió ser fácil de tratar, así que tiene su mérito.

    Abrazos!!

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  5. Ojalá puedas compartir hasta el final este 'camino de Proust' -parafraseando al de Santiago-, para que nos cuentes tus sensaciones. Imagino que tratar la homosexualidad no era moco de pavo, pero Gidé ya había publicado en 1902 'El inmoralista', un pionero en el género -además, sabía en carne propia de qué iba la cosa-.
    Prometo que el próximo valdrá la pena ser leído.
    Un beso grande, U-to!

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