Losada, 2009
Cuarto
volumen de la obra, en la que el tema central es la homosexualidad. Proust,
observador minucioso de su entorno social, divide el tema en dos, según sea su
género: destina el término Sodoma a
la homosexualidad ejercida entre varones y el vocablo Gomorra para aludir a la practicada entre mujeres, en franca derivación
del origen bíblico de los mismos.
La obra consta de una Introducción,
donde se explica que la homosexualidad tiene raíces desde el inicio del mundo y
algunos de ellos la practican aun a pesar de sí mismos, junto a cuatro
capítulos en los que se abordan distintas visiones del tema, mientras se retoma
el relato arrastrado del libro anterior.
Nuevamente, el texto es poliédrico.
Por una parte, narra las desventuras de su narrador con Albertine Simonet, su
último amor, a la que sospecha lesbiana y desgrana todas las alternativas que
se suceden. Por otro, centra su observación en el comportamiento de Monsieur de
Charlus –hermano del duque de Guermantes- a quien, debido más a su curiosidad
que a un celo profesional, el narrador descubre homosexual.
En todas las líneas, repasa los
pormenores de lo que acontece en los salones de las damas de la aristocracia,
focalizando su mirada en los intereses mezquinos de arribistas, las envidias de
las rivales y revelando una suerte de vivencia particular: un tren carreta que, debido al trazado de su
recorrido, recoge a todos los invitados a uno de los salones distante de París,
al que es necesario asistir para ‘ser alguien’. Como si ese tren cobrara vida
propia.
El estilo mantiene su aspecto
coloquial e intimista, adoptando las formas de un diario o de una confesión, y
si bien las circunstancias no dejan de ser significativas, el grueso del
volumen me ha parecido no estar a la altura de los anteriores. Iteraciones,
reelaboraciones y detalles que resultan intrascendentes acompañan a pocos datos
de relevancia, como si hubieran estado destinados más a ocupar páginas que a
entregar una descripción más completa del fenómeno social.
Destaco la misma fluencia de
exposición y relato que los tomos precedentes pero por momentos se vuelve
tedioso y superficial. Un libro en que el abordaje de la homosexualidad se
queda a medias aguas entre la crítica despiadada y la comprensión y aceptación
más anodina. Con una traducción impecable, habrá que esperar a su continuación
para saber si ha tenido sentido leer el -hasta aquí- más de millar de páginas.
Qué lástima no haber sabido que estabas releyendo Proust para haberme unido desde el principio, me hubiera encantado, me habría adaptado a tu ritmo. En enero releeré el segundo tomo así que voy muy por detrás. Un abrazo, marcelo.
ResponderEliminarNo importa, Yossi. Se que podremos compartir otras lecturas en estéreo. Intento acabarlo a razón de un volumen por mes. Así, concluiré la lectura a mediados de diciembre -espero-.
ResponderEliminarOjalá mis líneas inspiren tus relecturas.
Un fuerte abrazo desde aquí!
Marcelo, admiro tu constancia. Yo no pasé del primer volúmen en su momento y estoy segura de que esta parte de Sodoma y Gomorra, más aún en los tiempos que corren, hubiera sido muy... chirriante para mí.
ResponderEliminarBesos!
Gracias por tus líneas. Ana. Con títulos como éste, a veces no tienes otra opción que mantener la constancia, sobre todo para ver dónde va a derivar todo finalmente. Te adelanto que el siguiente es mucho mejor; está a la altura del primero.
EliminarUn beso grande!
Por fin empiezo mañana el segundo volumen, veremos que me depara su lectura y si seguiré o no. El aburrimiento es lo peor que me puede suceder en la vida, también en la lectura.
ResponderEliminarLa homosexualidad es un tema que en aquel momento no debió ser fácil de tratar, así que tiene su mérito.
Abrazos!!
Ojalá puedas compartir hasta el final este 'camino de Proust' -parafraseando al de Santiago-, para que nos cuentes tus sensaciones. Imagino que tratar la homosexualidad no era moco de pavo, pero Gidé ya había publicado en 1902 'El inmoralista', un pionero en el género -además, sabía en carne propia de qué iba la cosa-.
ResponderEliminarPrometo que el próximo valdrá la pena ser leído.
Un beso grande, U-to!