Acantilado,
2009
Fue ver la nueva publicación de
esta autora en la blogosfera y dispararse un fogonazo de luz en mi memoria.
Sabía que algo había leído de su autoría, pero ya no recordaba qué. Para mi
fortuna, hallé esta vieja reseña elaborada al calor de mis prístinas
apreciaciones literarias y me pareció oportuno compartirla con el pueblo lector.
Vi
el segundo título de la autora sobre un escaparate y me pregunté si no sería
mejor comenzar por el primero, pues su portada aludía a éste como un premiado éxito
editorial. No fue de acceso fácil, pero al hallarlo en una librería
palermitana, ni siquiera los pícaros ojitos y toda la seducción de la joven
vendedora podían amenguar mi estupor de tener que desembolsar el equivalente a €
25.- (euros, leíste bien), simplemente para saciar mi curiosidad de saber si la
oposición entre el misticismo de Kawabata y la posmodernidad de Murakami sería
superada por esta escritora, encarnando entonces la filosófica –y necesaria- síntesis
de los anteriores, tal como lo sugeriría su apellido.
¿Puede
nacer el amor entre dos seres que se llevan treinta años de existencia? Y si
fuera posible, ¿cuál es la naturaleza de ese amor? Esta es, en sí, la esencia de
la propuesta en la que Kawakami intenta indagar. No por nada, agrega de
subtítulo “una historia de amor”. Porque de eso se trata. Una mujer de treinta
y ocho años se reencuentra con su maestro –supongo que uno de sus profesores de
la adolescencia- después de muchos años. Un “maestro” que, por otro lado, no
era santo de su devoción. Entre ellos se va entablando una relación donde el
azar y el cálculo tienen mucho protagonismo, junto a un “querer no querido”; un
encuentro ansiado aunque librado tácitamente a las normas que establece el
acaso. Y el amor fluctuando al son de medias expresiones.
Así,
los casuales encuentros iniciales entre ambos personajes principales van
lentamente deviniendo en una búsqueda –que también es aceptación- de ese otro,
capaz de colmar las expectativas más inmediatas, con la ansiedad -mas también
templanza- que otorga el saber que es efímero. Todo el texto está transido de
una melancolía propia del sentir japonés, donde cada momento compartido toma el
cariz de lo absoluto; esa profundidad que brinda el estar juntos, siendo ése el
último y principal motivo.
Narrada
por la propia protagonista en primera persona, la historia intercala paisajes,
situaciones, sentires y placeres que construyen un texto más nostálgico que
romántico. En esa prosa demorada, lenta, radica el especial encanto que pone de
manifiesto el arte del relato en cada uno de los escritores de origen oriental.
Hay sutilezas no exentas de cierta magia, capaces de aportar condimentos al
transcurrir la trama. Frases que se vuelven imágenes,
“Era como si
encargara varias piezas de ropa hechas a medida y al probármelas descubriera
que unas eran demasiado cortas y otras eran tan largas que las arrastraba por
el suelo al caminar. Entonces me quitaba la ropa, estupefacta, comprobaba de
nuevo las medidas y me daba cuenta de que eran exactas. Así me sentía con mi
familia.”
Cada capítulo parece inconexo con el
anterior, como si la historia se compusiera de un collage de imágenes más que
de una película continua. Desfilan en el texto un cierto cuestionamiento a los
mandatos familiares, la mirada analítica sobre una sociedad tradicional y
conservadora como pocas y la necesidad de darle cauce a la realización
personal, todo ello en un entorno de placeres gastronómicos y visitas varias
que deleitan al lector a la vez que van estructurando la psicología propia de
cada personaje.
En suma, una narración emotiva y lánguida, muy del gusto de personalidades sensibles y reflexivas.
Lo de los treinta años de diferencia mejor no voy a contestar. Por lo demás creo que es un tipo de narración que podría gustarme por la forma de narrar. De Murakami no quiero saber nada ya, sus compilaciones de relatos son una tomadura de pelo.
ResponderEliminarUn beso para vos, seductor de libreras.
El estilo narrativo de Kawakami es interesante; hay mucha sutileza entre lo que se dice y lo que no. Digamos que es bien oriental.
EliminarSabes bien que tampoco soy partidario de Murakami; me parece que siempre busca agradar -molar, creo que se dice-.
La seductora era la librera; yo sólo tengo un corazón arrabalero...
Un beso, Maja.
Ya.
EliminarTreinta años no es nada, para parafrasear a Gardel, el gran uruguayo (jajaja). Me gusta lo que nos cuentas de la novela, así que apuntada queda.
ResponderEliminarun abrazo
Con la primer frase te has de ganar el epíteto de 'Refutadora de leyendas', ja, ja!
EliminarEs una buena novela; no sé cómo han de ser las siguientes. Pero ha sido un buen comienzo. Y tú, ¿podrías amar a un hombre 30 años mayor -que no fuera tu padre, claro-?
Un abrazo, Agnieszka.
El amor no entiende de edad, creo. Lo que pasa es que las diferentes experiencias generacionales hacen difícil la convivencias a largo plazo. Excluyendo, obviamente, casos claramente pecuniarios.
EliminarEn este tiempo de soledades, treinta años no son nada... Nada es, realmente, nada...
ResponderEliminarTomo nota, amigo
Es un libro singular; sobre todo, en lo que hace a las vivencias de los personajes.
ResponderEliminarUn abrazo, Ildefonso.
Hola Marcelo.
ResponderEliminarCreo que ya te comenté mi gusto por la literatura oriental, nipona en este caso. Ese "tempo" narrativo, que parece como una vida al ralentí (se aprecia en Kawabata, Mishima, etc), me gusta, se acopla bien a mi carácter.
Apunto el título, me atrae lo que cuentas.
Cuídate amigo.
Es la cadencia narrativa la que resalta en el texto, Paco. Son esos silencios cargados de significado, esa emoción contenida los que atraviesan cada página. Un libro que resume muy bien el estilo oriental de literatura.
EliminarUn gran abrazo, amigo!
La leí hace unos cuatro años. Fue un regalo de alguien muy sofisticado y a la vez muy cruel (un mala relación).
ResponderEliminarMe llamó la atención la escritura de la autora, una escritura lenta, suave, que parece que se desliza como si fuera una boa y que se te va enroscando sin darte cuenta, atrapándote en su cadencia. Los personajes van definiendo su perfil también lentamente pero con rasgos muy definidos y claros. De la misma manera la autora construye un ambiente alrededor de ellos, y de otros personajes secundarios, que doma las emociones tras una aparente calma. La calma, la belleza, la ternura y la intensidad de su amor acaban produciendo una empatía hacia dos personajes aparentemente invisibles y de poca fuerza e intensidad. Esto es lo que escribí en el momento de leerlo. Tengo un recuerdo agridulce de la novela por los recuerdos que me trae.
Abrazos!!
Pensaba mientras te leía, U-to, cómo quedan impregnados ciertos títulos con el acontecer de nuestra vida. Coincido contigo en que el ritmo narrativo es el que lleva a la empatía hacia los personajes, tan disímiles y tan contenidos.
EliminarLamento el sabor amargo de la experiencia personal, porque salpica un libro muy interesante, como cuando se mancha algo guardado celosamente.
Un fuerte abrazo para ti!