Edición del autor, 2013
Lo
apunté cuando Ana nos hizo conocer su parecer. El autor, atento a nuestros
comentarios, se dignó invitarnos a leer su breve obra, por cuanto la ofreció en
formatos digitales disponibles a quien así lo deseara. Ante tamaña gentileza,
le advertí que mi irrenunciable naturaleza de lector nómade podría posponer su lectura ad infinitum, siendo el suyo uno más del millar de títulos que aquí
esperan su oportunidad. No obstante, la brevedad jugaba –y jugaría- a su favor.
Un lluvioso sábado de abril pasado, típicamente otoñal en estas latitudes, lo
porté en la tablet y decidí recorrer el camino junto al protagonista mientras
me trasladaba hacia y desde mi casa materna.
Esta novela sabe a informe no oficial de quien ha visitado
un pueblo con motivo de estudiar la factibilidad de erigir un hotel en las
inmediaciones y ha notado ciertas particularidades de sus pobladores. En
principio, hay una figura omnipresente, Grossman, director del teatro, que cuenta
con el beneplácito de toda la gente. Además, está el Alcalde, quien parece
cómplice de Grossman. Pero existen irregularidades:
muertos que resucitan –aunque son física y etariamente distintos-; gente que
periódicamente cambia de roles; un fiscal que tiene su propia teoría acerca de
las muertes –sin investigar-, y un acceso de mano única que permite el ingreso
pero hace poco menos que imposible encontrar la salida.
Con un puñado de escenas
desopilantes, Galtero construye un texto con mucho de surrealismo y absurdo por
doquier, siendo la sólida coherencia interna y la tensión sostenida hasta el
final sus mayores aciertos. El narrador percibe lo que ocurre, pero también él
se siente influido por el poder que emana del entorno. El libro completo es una
alegoría, una visión fantasmal y funambulesca de la sociedad, donde todos somos
actores y lo único que queremos es hallar la salida de esta realidad. Una fuga
que nos conduzca hacia otras posibilidades.
La portada del libro que Galtero me hizo llegar
Particularmente significativo me parece el siguiente párrafo,
‘Es un pueblo de actores y
la mayoría no ha subido a un escenario en su puta vida. Imagínate, aprovechan
cualquier ocasión para interpretar un papel. El que sea, les da igual. Son
malos, se equivocan, repiten lo mismo diez veces si hace falta, cada vez peor
que la anterior. Por eso hay tantas versiones, porque están probando. No les
importa la verdad, les importa aparecer, les importa el dinero y les importa
que los aplaudan.’
¿qué
diferencia, entonces, a un miembro de la farándula y a otro de la política?
Por momentos mordaz, con buen uso de
la ironía y del sarcasmo, Galtero nos adentra en un mundo ficticio que ofrece
una mirada tragicómica de la realidad cotidiana desde otra perspectiva. Algo
que no ocurre generalmente, pero quizás pudiera ocurrir. Debe ser que la
realidad se empecina en superar a la ficción.
Acompaña a esta edición un epílogo
que es en sí mismo un relato. El conjunto, entretenido.
No hay diferencia entre la farándula y los políticos. En España por lo menos no hablan de su vida sexual, como El Cartonero (¿siguen llamándole así?) Todavía. Pero lo peor es que tampoco parece haber mucha diferencia entre los políticos y los reos. El libro parece entretenido. Sería un buen cambio en mi vida lectora marcada últimamente por dramas familiares. Un abrazo!
ResponderEliminarSi, aún le decimos así. Lo cierto es que aquí los policías se han convertido en ladrones; los políticos y jueces se pasan a la TV y opinan. Parece que esta tierra es docta en opinología; cualquiera opina de cualquier cosa con tal de tener aunque más no sea unos segundos de cámara.
ResponderEliminarRespecto del libro, me comunicaré contigo vía privada, por si te apetece. Sí, es divertido y tiene cosas muy interesantes.
Un gran abrazo, Agnieszka.