martes, 5 de julio de 2016

Impresionismo literario. El regreso, Joseph Conrad


Funambulista, 2009

            Lo vi en la blogosfera hace un tiempo y lo apunté por no disponer de otro título suyo, tras leer su clásico El corazón de las tinieblas unos años atrás. Lo cierto es que éste se incluye en otra obra suya, Cuentos de inquietud, pero la casa editora lo publicó en una edición en cartoné, tan cuidada y atractiva que no podía menos que llevarlo.

            Alvan Hervey es un londinense cuarentón, casado desde hace cinco años y con una vida acomodada. Cultor de vínculos sociales, se ufana del reconocimiento que le prodigan sus amigos y conocidos. Mas todo ese fulgor espurio se desmorona una noche, al encontrar en su casa una carta donde su mujer le notifica su abandono del hogar conyugal en pos de otra relación. El hecho en sí no se materializará, en definitiva, pues ella se arrepiente antes de consumarlo –de allí el títulos-, pero la confesión de infidelidad suscita todo tipo de sentimientos que pugnan entre sí.

          Esta nouvelle posee dos momentos nítidos. En el primero se narran los sentires y reflexiones de Alvan quien, en ausencia de su cónyuge, desata su furia y el pesar de haber sido estafado. Para ello, Conrad opta por utilizar la técnica del monólogo interior –pues para Alvan la servidumbre no debe enterarse aún de lo ocurrido-. Luego, alterna diálogos con una serie de gestos que tienden a reforzar la comunicación verbal.

            Yendo a la trama, el narrador define la realidad de la pareja en un párrafo memorable,

‘Se entendían mutuamente con cautela, de modo tácito, como un par de conspiradores circunspectos unidos en una conjura que hubiera de reportarles beneficios; eran incapaces de considerar un hecho, un sentimiento, un principio o una creencia salvo a la luz de su propia dignidad, gloria o provecho. Cogidos de la mano, se deslizaban por la superficie de la vida, en una atmósfera pura y gélida, a la manera de dos hábiles patinadores que dibujaran figuras sobre el hielo para admiración de los espectadores, y que ignorasen con desdén la corriente subterránea, la corriente tumultuosa y oscura, la corriente de la vida, profunda e inasequible a las heladas.’

            Alvan parece más pendiente de lo que dirán los demás, que de lo que anida en su interior. Mientras se debate entre qué debe hacer y su autocompasión, el retorno de la mujer infiel –cuyo accionar no ha superado el grado de tentativa- permite contraponer la vida superficial elaborada a partir de convencionalismos sociales, con la pasión que arrasa. Así, cada personaje asume una de estas posturas y el lector oscila entre ellos, pues la empatía inicial con el ofendido da lugar a la posterior comprensión del sentir de su mujer, al no hallar más que motivos vanos y huecos en el primero.

            Destaco la escasez de elementos para construir un relato que mantiene la tensión hasta el final. El uso de frases inconclusas, diálogos entrecortados y vacilantes, unido a la minuciosa descripción del entorno donde toma lugar la historia, y la multitud de registros auditivos y visuales que acompañan a escenas, tan intensas como una pincelada sobre una tela, hacen de esta obra un modelo de impresionismo literario. Conrad ejerce su maestría a la hora de expresar una emoción o una reflexión más con el silencio que con lo dicen sus personajes.

            Fluido y conciso, sorprende que un texto tan cotidiano haya sido escrito hace un siglo. Sin embargo, sigue siendo un fiel exponente de nuestro acontecer. Y de la buena literatura, claro.

8 comentarios:

  1. La gran literatura no envejece. Por eso es grande. Al mismo tiempo, hay emociones que no han cambiado a pesar del paso del tiempo. Saludos

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    1. El estilo literario y la manera de narrar de Conrad lo hace un escritor modelo para todos aquellos que se quieran dedicar a escribir ficción, a mi modo de ver. Si a eso le sumamos el contenido...
      Un abrazo, Agnieszka.

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  2. Qué interesante. La verdad es que creo que leí algo de Conrad hace mucho tiempo y es otro de esos escritores que debo leer y nunca encuentro el momento. Esta obra puede ser una buena manera de recuperarlo.

    Es muy interesante esa alternancia de empatía entre el hombre y la mujer que dices que te ocurrió mientras la ibas leyendo. Una nueva razón de que la "verdad" es siempre difusa y tiene muchos recovecos, eso siempre me interesa.

    Un abrazo muy grande!!

    Por cierto, apunto a Patricio Pron del que no sabía nada de nada.

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    1. Es que ambos personajes tienen parte de la razón y el lector oscila entre sus argumentos.
      Respecto de Pron, a mi me gustó mucho 'El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia', en el que hace un buen relato de los militantes de la izquierda peronista en los '70, sin sensiblerías ni enbanderamientos. Creo que es más accesible que éste.
      Un fuerte abrazo, U-to!

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  3. La idea se parece a La ley del menor salvando las distancias temporales.
    Pues parece que en el interior de este hombre había poco, pero en fin, ella también tendrá su parte, lo mismo solo quería llamar la atención. El caso es que pinta interesante aunque los diálogos a medias y las frases inconclusas me ponen nerviosa.
    Lo buscaré.
    Besos confusos.

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    1. El de McEwan tiene algo de éste, pero Conrad se circunscribe al plano conyugal.
      A veces, Norah, en algunos textos, los silencios y las pausas están llenos de contenido, como en este caso. Y los gestos!
      Besos despejados y llenos de sol -después de una semana de lluvias-.

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  4. Me gusta lo que leo y no me importaría darle una oportunidad.
    ¡Nos leemos! :-)

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