Dunken, 2011
Me
llegaron comentarios acerca de este poemario hace más de una década. Quienes lo
debatían, indicaban lo abstruso de las interpretaciones posibles y ponían
énfasis en la caótica disposición de sus temas. Parecía que el universo estaba
contenido en su interior, lo que picó mi curiosidad. Pero no había versión
disponible en el mercado, por lo que hubo que esperar por él. Y por quien
escribe, para que alcanzara la madurez lectora para encararlo.
Este breve pero interesante libro
está compuesto de setenta y siete poemas escritos por Vallejo hacia 1920.
Aborda un innúmero de temas inconexos, como la situación de los pobres, la
realidad de los reclusos en la cárcel –donde él pasó una temporada-, la
evocación de una infancia feliz junto a su madre, la soledad y el dolor que
supone toda pérdida, etc. En ese sentido, sus páginas se reparten entre amores,
nostalgia y cierto tono de reproche a la vida por brindarnos sólo angustia y
desesperanza.
Yendo a lo estrictamente literario,
sin duda Vallejo ha querido romper con el molde de lo que hasta ese momento
sugería el canon estético tradicional. Para ello se ha valido de una deliberada
búsqueda y ejecución de la incorrección gramatical, a través de errores
ortográficos, saltos de líneas, letras mayúsculas intercaladas entre las
minúsculas, voces interrumpidas. Por otra parte, al no seguir un derrotero
ordenado, con poemas despojados de métrica y con evocaciones que recurren aquí
y allá, Vallejo pareciera elaborar una poética
de la resistencia: resistencia a los estereotipos vigentes; resistencia al
trasiego racional de la existencia –y, por elevación, al positivismo imperante en
la época-, pues el azar y lo incidental modifican irreversiblemente el devenir
del hombre.
Finalmente, es un texto complicado,
algo sombrío, plagado de imágenes y asociaciones que comulgan entre sí para
ofrecer una visión singular del acontecer humano. Aquí, un regalo,
Quemadura del segundo,
en
toda la tierna carnecilla del deseo,
picadura
de ají vagoroso,
a
las dos de la tarde inmoral.
Guante de los bordes borde a borde.
Olorosa
verdad tocada en vivo, al conectar
la
antena del sexo
con
lo que estamos siendo sin saberlo.
Lavaza de máxima ablución.
Calderas
viajeras
que
se chocan y salpican de fresca sombra
unánime,
el color, la fracción, la dura vida,
la
dura vida eterna.
No
temamos. La muerte es así
El sexo sangre de la amada que se queja
dulzorada, de portar
tánto
por
tan punto ridículo.
Y
el circuito
entre
nuestro pobre día y la noche grande, a
las dos de la tarde inmoral.
La poesía si no me la canta Leonard Cohen o Chavela Vargas no me entero o no la entiendo. Además de lugares sombríos ya vamos bien servidos.
ResponderEliminarEste no me lo llevo.
Besitos luminosos
De cuando en cuando despunto el vicio de la poesía, Norah. ¿Te he contado que durante un año largo acompañé con mi presencia la movida de los jóvenes poetas locales?
EliminarEncara otros libros, que hay para todos los gustos.
Hoy puedo enviarte un beso seco. Anótalo!
¡¡¡Qué causalidad!!! también tengo una reseña de poesía... No hemos coincidido en el escritor, ya sería mucha coincidencia, pero sí en el género.
ResponderEliminarHe leído poemas de Vallejo pero no recuerdo si he leído un poemario completo (miraré). Si no recuerdo mal es modernista ¿no? En todo caso su poesía no es fácil, se requiere lectura lenta, lenta.
Abrazos!!
Vaya, vaya! Acabo de darme una vuelta por tu casa y he visto tus líneas sobre el poemario de Cuenca.
EliminarVallejo quiso romper con la poética tradicional; por supuesto, su arte requiere de una lenta digestión. Pero me ha gustado mucho, mucho.
Un fuerte abrazo!
De este autor he leído solo poemas sueltos... Tendría que profundizar en él...
ResponderEliminarUn abrazo, amigo
Este poemario resume gran parte de su obra. No lo pierdas, Ildefonso!
EliminarUn fuerte abrazo!