Había decidido preparar este Pelibro apenas pasaron los primeros
revuelos causados por la puesta en la pantalla grande, cuando las opiniones aún
se encontraban divididas. Obtener una copia del film fue fácil; más tiempo me llevó
hallar el libro, porque a la voracidad de los lectores que acabaron con los ejemplares
disponibles, se le sumó –como siempre- esa vorágine editorial de deshacerse
rápidamente del material de rezago enviándolo a librerías de saldos o a
desguace.
Libro
David
Mitchell (Océano – Duomo, 2012)
El libro se compone de seis historias
diferentes que transcurren en diversas épocas y geografías. Para ello, Mitchell
ha elegido un estilo narrativo distinto en cada caso. Todo se inicia con un
diario de viaje de un notario californiano por las islas Chatham y la Polinesia
en 1850. Continúa con un relato epistolar entre un par de amigos –o algo más
que eso- en la Bélgica de 1931; pasa a un policial de características
corporativas en la Nueva York de 1975; deja lugar a las andanzas de un turbio
editor londinense en 2012, para conducirnos a una entrevista de una androide en
una comunidad adelantada ambientada en Corea cerca del 2200 y concluye con la
confluencia de dos civilizaciones en una sociedad post-apocalíptica en el Hawai
–probablemente- del siglo XXIV.
Rescato como notable la construcción
escogida por el autor para narrar estas historias. Lo hace a través de once
capítulos en secuencia cronológica, pero desarrolladas en mitades, de manera
que sólo vamos sabiendo la mitad de cada trama hasta llegar al centro –la única
que se presenta completa-, para alcanzar sendos desenlaces con la segunda
parte, en regreso temporal. La sensación final es que la primera historia
contiene a la segunda y así sucesivamente.
¿Qué tienen en común todas estas
historias entre sí? El eterno juego entre el bien y el mal, entre el ansia de
poder y la solidaridad, entre la esclavitud y la libertad que cada sociedad ha
sabido desarrollar. En cada relato hay acciones que generan empatía; otras, el
más absoluto rechazo. Y todas ellas se vuelven elementos disparadores para la
historia siguiente, sin que los protagonistas tengan idea de ello. Es que una
acción realizada hoy tiene sus consecuencias en el futuro.
Los personajes poseen voces propias.
Está el leguleyo leal junto al estafador; el amigo compositor con el maestro
plagiario; la periodista honesta enfrentada a intereses económicos; el representante
endeudado y su hermano cínico; la androide ascendida
con su sociedad macabra y los restos de una cultura civilizada a punto de ser
esclavizada por impíos. En ese sentido, Mitchell despliega todo un abanico de
fortalezas y debilidades humanas a lo largo de cada capítulo.
En un estilo coloquial, fluido, con
escenas antológicas y algunas terribles, el autor expone al lector lo que somos
capaces los seres humanos, tanto en lo bueno como en lo malo, atemporalmente,
en cualquier situación, época y lugar. Un libro que puede parecer de aventuras
pero que deja mucho para reflexionar.
Film
Tom
Tykwer, Andy y Lana Wachowski (Warner Bros, 2012)
Para
empezar, debiera aclarar que si bien la copia del film que obra en mi haber es de
origen local, la portada responde al título de la versión española, pues aquí
se ha conocido como Cloud Atlas, la red invisible –tal como figura en el banner de promoción que acompaña al
libro-.
Es un film que podría incluirse dentro
del género de ciencia ficción en el
que se intenta demostrar que todas las historias son una misma, repetida seis
veces en distintos momentos aunque con características locales. Para ello, los
directores intercambian roles a sus actores, de manera de crear la ilusión que
lo único que se modifica es la ambientación, pero sin perder de vista la lucha
entre buenos y malos. Bajo esta óptica el film aplana la intención de Mitchell,
mucho más rica en matices, tanto en recursos estilísticos como literarios, que
la pantalla no puede reflejar. No obstante, las historias se apegan bastante
bien a las narraciones contenidas en el libro, con simplificaciones, agregados
y pequeños cambios que no modifican sustancialmente el desarrollo de cada
relato.
Lo que sí puede ser un acierto por
lo original o un error -y sospecho que esta ambigüedad ha sido el principal motivo
de la disparidad de opiniones respecto del film- es que los directores utilizan
no más de algunos minutos de cada historia, solapándolas unas a otras, con lo
que resulta difícil mantener la atención y, por consiguiente, la continuidad
para el espectador, al que se le exige una alta dosis de concentración. Esos
saltos temporales conforman un collage de imágenes que no siempre resulta
claro, y la velocidad con que se alternan impide un seguimiento adecuado de
cada historia.
Por lo demás, sólidas actuaciones de
su elenco, que tiene en Tom Hanks y Halle Berry a sus figuras estelares, sin
desmerecer los trabajos de Hugh Grant, Susan Sarandon y el resto del reparto, donde
destacan Doona Bae en el rol de la androide y un plástico Hugo Weaving (el Sr.
Smith, de Matrix) en sendas
caracterizaciones.
Con un holgado uso de efectos
especiales, escenas no presentes en el texto de Mitchell y una extensión de casi tres horas –que bien
podrían haberse acortado un poco-, el film se sobrelleva bien para aquellos que
no perdieron ilación hasta el final. Un final, dicho sea de paso, algo lejos de
la propuesta literaria, abundante en finales abiertos. Entretenido, mas no
brillante.

Testimonio del séptimo Pelibro