Alfaguara, 2008
Tanta
literatura rusa de los siglos XIX y XX parece no haber dejado resquicio para otros escritos
más contemporáneos. Sin embargo, una generación de jóvenes literatos se ha
encargado de mostrar su propia visión acerca del futuro que aguarda a Rusia, a
partir de la perestroika y la caída
del Muro. Parece oportuno, entonces, rescatar una de las voces disonantes en el
estanque en que parece haberse sumergido
la Rusia de Vladimir Putin.
Nos encontramos en los alrededores
de Moscú en 2027 y habremos de transitar un día en la vida de Andréy Danílovich
Komyaga, un opríchnik –algo así como un guardia imperial- del Soberano que rige
los destinos y la vida de la Nueva Rusia –desde 2011, detalle no pequeño-. Para
colmo, nos toca seguirlo en un día muy atareado: comienza con la ejecución por
la horca de un noble caído en desgracia –al que se despoja de todos los bienes,
que pasan a manos de sus ejecutantes-; continúa con un soborno para salvar la vida
de una artista -que concluye en una reunión con el fruto del soborno junto a
los demás opríchniks-; un viaje para mantener los beneficios del contrabando en
la frontera china; la visita a una vidente por un motivo amoroso de la Soberana
y el baño del final del día junto a Padre, jefe de los opríchniks.
Narrada por el propio protagonista,
esta ucronía resulta desopilante y provocativa. Tomando el término ‘opríchnik’ del
oficial del cuerpo represivo al servicio de Iván el Terrible en el siglo XVI,
Sorokin construye una ficción que aúna elementos medievales con tecnología de
vanguardia. Para ello se vale del grotesco
en estado puro: la vidente alimenta su fogón con libros de autores rusos;
minúsculos peces que viajan en sangre poseen poder alucinógeno; la Soberana es
ninfómana, entre otros.
Así, Sorokin aprovecha cada una de
las escenas para hacer gala de un humor irreverente, lleno de sarcasmos y
burlas a un autoritarismo corrupto y decadente, utilizándolo como crítica a una
Rusia aislada de Occidente –se ha construido una Gran Muralla a su alrededor-,
que ha sido invadida por productos de origen chino y cuyo gobierno se sostiene
en el poder gracias a una hermandad
inescrupulosa y violenta.
De estilo directo, su lectura es
amena y muy entretenida, con un final apoteótico e imperdible. Pero más allá de
las sonrisas y carcajadas que pueda arrancar el texto, subyace una mirada
amarga y descreída de las reales posibilidades del pueblo ruso de emanciparse
de sus dominadores. Un libro que combina diversión y desencanto, con resabio
agridulce.
Este pueblo no levanta cabeza. Hay que ver. Creo que lo de la Soberana es lo de menos, por fin alguien se divierte.
ResponderEliminarLo encuentro demasiado surrealista para mí. Me hubiera gustado que fuera presente y un futuro más cercano.
Besitos exigentes
Puede que tengas algo de razón, pero la crítica a la invasión de mercadería de origen chino y que el poder se mantiene gracias a una pandilla de violentos y corruptos no deja de ser significativa.
EliminarTampoco se cuánto margen les queda a los escritores rusos para no ser 'castigados'...
Tal vez llegue a ser profético, en algunos aspectos.
Besitos divertidos.
Menudo panorama, lo peor es que no nos parece sorprendente, esa realidad ya está allí y aquí. Pero vamos... Putin es de lo más impresentable y mira que tiene competidores de nivel.
ResponderEliminarUn abrazo grande.
¿Lo dices por Trump, Kim Jong-Un, Maduro, Puigdemont o Rajoy?... perdona, no es mi intención ofenderte.
EliminarMe gustan los autores que se atreven a pensar -en clave irónica- sobre lo peor que puede deparar el futuro inmediato. Lamentablemente, la realidad termina siempre superando a la ficción.
Un gran abrazo, U-to!
La risa y la ironía nos permiten transitar mejor entre estas las clases políticas desquiciadas que no dudan en llevarnos al abismo.
EliminarNo vas desencaminado con esos nombres :)
Abrazos.
Vaya, por un momento pensé que estaba leyendo un escrito sobre Valle Inclán, por eso tono grotesco, trenzado de ironía y humor... pero con la sensación final de esa "mirada amarga", Inclán en estado puro, jeje.
ResponderEliminarLa crítica de Sorokin hacia una Rusia aislada de Occidente es, precisamente, una de las causas (el aislamiento) que alimenta la fascinación del resto de europeos por aquellas tierras ignotas.
Esa sensación agridulce... ¡no puede ser más rusa!
Un fuerte abrazo, Marcelo.
Paco!
EliminarSoy un asno (sic); no he leído nada aún de Valle Inclán, aunque he visto montón de recomendaciones.
Lo que apuntas no es menor; creo que, en gran medida, muchos turistas se embarcan en visitar aquellas tierras por el encanto que supone el (auto)aislamiento ruso. En verdad, creo que aún hay una lucha interna entre los paneslavistas y los occidentalistas.
Un libro distinto, aunque bien ruso.
Un gran abrazo, pibe!